martes, 2 de junio de 2009

Sola sobre vos te inclinás en el espejo: Superficies bruñidas desde la Antigüedad



Leonor Silvestri- 2004.



Tus ojos serán una vana palabra
César Pavese


I
Quien dice “espejo” en la antigüedad dice “femenino” porque dentro de la existencia cotidiana del mundo antiguo, el espejo viene a ser una cosas de mujeres. Su superficie remite al resplandor de la belleza; el brillo, al poder de seducción, a la fascinación de la mirada, a la ondulación de los largos cabellos sueltos de las cortesanas o de la intimidad de la alcoba. Mirarse en el espejo supone proyectar el propio rostro frente a uno mismo, situarse cara a cara, desdoblarse en una figura susceptible de ser observada como si fuera otro individuo, aunque se trata de un sí mismo. Uno accede a sí mismo proyectándose al exterior, objetivándose. En el imaginario masculino griego, la mujer es pensada como otro peligroso, radicalmente altero cuyo emblema es el espejo, esa imagen que se parece a nosotros pero no que no es nosotros, el fondo del ojo (espejo del alma) en cuya pupila (en griego “koré”, la niña) se miran los varones. En este universo el espejo ocupa el lugar de artificio precioso que produce engaños, falsas apariencias e ilusiones.

II
Hablar del espejo conduce necesariamente a hablar de Narciso cuya versión más rica nos la brinda el poeta latino de fines del siglo I a.C. Ovidio en el libro III de Metamorfosis que se integra al ciclo tebano. Sería fácil, incluso obvio hablar de él y la ninfa Eco, equivalente del reflejo visual en el plano auditivo (en latín imago vocis) , para referirnos al espejo. Sin embargo, de ellos sólo diremos que al ser el mito uno de los medios de reflexión que se da en una cultura, el mito de Narciso en los sucesivo va a pasar de su contexto inicial a otros ámbitos culturales y en cada oportunidad asumirá nuevas significaciones. Queda en ustedes ir a investigarlas.
Pensar el espejo es pensar en también en Medusa y Perseo por ejemplo. Medusa, la única figura cuya cabeza (los griegos le niegan el rostro -prósopon- y la llaman sinecdóticamente sólo por su parte – kephalés) en el arte griego mira de frente con todo el horror y el espanto que produce contemplarla. Medusa es sin duda el reverso del espejo hermoso, la alteridad absoluta de la figura de lo femenino que aterra al varón desde los griegos hasta nuestros días.

III
Cuando queremos entender el espejo vienen a nuestra mente tres poemas que sin decir en ningún lugar la palabra, son especulares. Me refiero a los fragmento 1 y 31 de la poeta Safo de la isla de Lesbos (siglo VI a C), también llamada la décima musa, y al poema 51 de Catulo, la re-escritura más famosa del fragmento 31.
Comencemos por el fragmento 1 de Safo:

Inmortal Afrodita del trono multicolor
Hija de Zeus, que trenzás engaños, te imploro:
No sometas mi corazón
A tormentos y a angustias, señora;

Sino vení aquí, si una vez en otro tiempo
Percibiendo mi voz a la distancia
Me oías, y abandonando la morada de te padre
Viniste resplandeciente;

Tras uncir el carro llevado hacia la negra tierra
Por hermosos y ágiles gorriones
Que arremolinaban sus tupidas alas, desde el cielo
Y a través del éter

E inmediatamente llegaron, bienaventurada,
Una sonrisa en tu rostro inmortal,
Preguntabas ¿por qué nuevamente estás sufriendo
Por qué otra vez me estás llamando

Qué deseás más que cualquier otra cosa,
Loco corazón, a quién debo persuadir
Y conducir hacia tu amor,
Quién te daña, Safo?

Si hoy escapa, pronto perseguirá ella,
Si no acepta regalos, en cambio los dará
Si no ama, ya pronto habrá de amar
Aun no queriéndolo ella

También ahora vení a mí, liberáme
De penas y desvelos, cuantas cosas
Mi corazón quiere, relizálas,
Vos misma combatí junto a mí.
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Bajo la apariencia del himno ritual a Afrodita, Safo utiliza la palabra poética como pharmacon, curación para su Yo poético enfermo de amor (aunque líricamente saludable), y veneno para aquella que no la corresponde. En toda la quinta estrofa observamos un ejemplo del espejo como arma mágica para infligir un castigo-maldición. El espejo poema de Safo es utilizado para que aquella que huye del yo poético del poema, que rechaza los regalos, que no ama, sufra en carne propia el rechazo, la falta de amor (el texto no dice con quien pero queda implícito que con “unx otrx”). El poema-hechizo mágico sirve para castigar especularmente a la que rechaza a la amante como Narciso cuyo castigo (enamorarse de la hermosa imagen de su rostro reflejada en un espejo de agua) es especular y equivalente a los rechazos varios.

Vemos ahora el fr 31 de Safo y la re-escritura de Catulo en el carmen 51:
Me parece aquel varón igual a los dioses
El que sentado enfrente y cerca de vos,

Te escucha hablar dulcemente y reír con placer,
Eso verdaderamente hizo aletear el corazón dentro mi pecho,

Pues tan pronto como hacia vos miro un poco,
No me es posible emitir sonido alguno
Mi lengua estalla
Un sutil fuego galopa por debajo de mi piel,
Los ojos no ven nada, los oídos me zumban,
Y un sudor frío me recorre,
El temblor me captura entera,
Verdaderamente estoy más verde que la hierba
Parece que por poco apenas me muero

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Catulo 51

Semejante a un dios me parece aquél,
si se me permite, mayor aun que un dios,
aquél que sentado frente a vos constantemente
te contempla y te escucha
reir dulcemente.
Por esto, yo me siento miserable,
pierdo mis sentidos,
pues, con solo mirarte, Lesbia,
ninguna voz queda en la boca,
mi lengua se paraliza, una tenue llama
desciende por debajo de mis miembros,
mis oídos retumban con su propio sonido
las lámparas gemelas son cubiertas con la noche.

El ocio, Catulo, te es dañino:
con el ocio te exaltas y te regocijas demasiado,
el ocio perdió antaño reyes y ciudades felices.
Ille mi par esse deo videtur,
ille, si fas est, superare divos,
qui sedens adversus identidem te
spectat et audit
dulce ridentem, misero quod omnes
eripit sensus mihi: nam simul te,
Lesbia, aspexi, nihil est super mi

lingua sed torpet, tenuis sub artus
flamma demanat, sonitu suopte
tintinant aures geminae, teguntur
lumina nocte.
otium, Catulle, tibi molestumst:
otio exsultas nimiumque gestis:
otium et reges prius et beatas
perdidit urbes.




La re-escritura de Catulo marca un punto clave y límite de la especularidad de la palabra porque, como el espejo, sin la mirada contrastiva con el poema de partida (poema de Safo) el carmen 51 no existiría. La imagen del espejo duplica una paradoja puesto que no es independiente de la mirada que lo construye y la da su función. Pero además la mirada, el rostro que lleva esa mirada, es el referente del cual el espejo no puede escapar o acaso habría imagen sin la cara delante de él. Del mismo modo, el texto de Catulo es el nacimiento de otro texto pegado por su costura a la hoja precedente como un hermano siamés, igual pero distinto, un texto otro que se nutre y reformula el texto de Safo. El texto de Catulo es Narciso frente al agua porque no hay ni sinonimia ni equivalencias exactas. El poema 51 parece hablar como Narciso y pedir un deseo extraño en un amante: que lo que deseo se encuentre lejos, fuera de mí. Nuevamente lo único que no se puede negar es que el referente estuvo allí. Sin embargo, el arte de Catulo es capaz de crear un objeto completamente nuevo, con una significación distinta y hasta opuesta, bajo la apariencia de una traducción, que se convierte en el falso espejo de Safo. Todas las interpretaciones dan cuenta de tres figuras: el rival que está sentado ante la mujer; Lesbia, la amada; y el poeta que al comienzo es primera persona para terminar en la última estrofa como una segunda persona. Sorpresivamente, este rival no suscita, como suelen hacerlo los rivales en los poemas de Catulo, la mordacidad, el enojo o las burlas del Yo poético dado que debe respetar el modelo de Safo. Más aun, Catulo, como Safo, admira al rival, pero además le adjudica una estatura que supera a los dioses, que no se encontraba en el poema de Safo. En la estrofa incoporada del final, el yo poético se desdobla y contampla la situación inicial de ensoñación y embelezo desde fuera definiéndola como ocio, y advierte sobre los peligros que acechan a Catulo que se extasía frente a la imagen de la mujer que ama con un varón más que divino: el poeta se representa (epifanía de sí) y se sanciona a sí mismo. El yo es capaz de operar un máximo distanciamiento presentándose como otro, desdoblado en el que contempla y el que es contemplado. El juego de personas del poema establece una imagen del poeta consonante con la de la modernidad: un sujeto personal interesado en convertirse en objeto de su propia observación. Un poema espejo en donde verse que es a su vez es espejo de otro poema, escritura de mujer.

IV

Lesbia
Ella me parece semejante a una diosa,
Si me lo permiten, diría aun mayor,
Ella me parece semejante a una diosa,
Sentada frente a vos constante te contempla,
Te escucha dulcemente reír.

Esto hizo aletear el corazón dentro de mi pecho
Pues con sólo mirarte un minuto Lesbia
Me siento miserable, pierdo mis sentidos:

El temblor me captura entera
Ninguna voz me queda en la boca
La lengua se astilla
El sudor galopa en llamas por debajo de la piel
Los oídos retumban con su propio sonido
Lámparas gemelas cubiertas de noche.


Demasiado tiempo libre
Me exalto, me regocijo.
Demasiado tiempo libre


Leonor Silvestri.2004.







Bibliografía
Galán. La persona poética en el Carmen 51 de Catulo. Actas del XVII Simposio Nacional de Estudios Clásicos Memoria y Olvido en el mundo antiguo. Bahía Blanca. 2001.
Silvestri. Nugae Teoria de la traducicon. Simurg. Buenos Aires. 2003.
Vernant & Frontisi- Ducroux. En el ojos del espejo. Fondo de cultura Económica. Buenos Aires.1999.Vernant. El individuo, la muerte y el amor en la antigua Grecia. Pados. Madrid 1999

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