jueves, 18 de octubre de 2007

¿Era narcisista Narciso?


¿Era narcisista Narciso? El enfoque lingüístico y el enfoque psicológico.


“Pocas personas me quieren y yo sé porque esto ocurre. Es porque uno ama sólo a los seres que se aman a sí mismos, y yo no me amo, porque no encuentro motivos valederos para amarme, ni siquiera cuando me veo tocando el violín, como un hombre grande, en el espejo,…”
Carta de despedido. Silvina Ocampo


En esta comunicación trabajaremos sobre el famoso mito de Narciso, joven que desprecia el amor para enamorarse de su propia imagen reflejada en un espejo de agua tal cual la transmite el poeta latino Ovidio en Metamorfosis III, 340-ss. Nos interesa proponer un enfoque interdisciplinario que permita ver los alcances y límites de la teoría psicológica en cuanto a su cotejo con el original en lengua latina. Nuestro enfoque aboga por la necesidad de hacer referencia a una interpretación propia, y no a la mediación que implica el manejo de meta-interpretaciones para quienes trabajan sobre las traducciones o los diccionarios de mitología. A fines de ejemplificar lo que estoy diciendo, baste citar a Fernando Martínez Cortés que en Ciencia y humanismo al servicio del enfermo, El cuerpo humano y sus múltiples significados, sin nombrar la fuente que está tomando, cuenta el mito de la siguiente forma: “Según el mito griego, Narciso era un hermosos adolescente que se enamoró de su propia imagen, reflejada en el agua de una fuente. Tanta era su pasión que no pudo contener el deseo de abrazarla, de besarla, y se arrojó de cabeza hacia el espejo de agua ahogándose en el acto. La parte final del mito dice que en el lugar nació una flor blanca que desde entonces se llama narciso”. También podemos comentar a André Green[1] que hace una interpretación de interpretación al tomar el mito del Diccionario de Mitología Griega y Romana de Pierre Grimal[2].


En contraposición, sostenemos como principio metodológico sobre la lengua y su aplicación en otras series vecinas la necesidad de insertar el mito en el contexto del Libro III de Metamorfosis en relación a otros personajes como el adivino Tiresias y Acteón, como así también en conexión a Pigmalión quien podría bien representar una forma paradójica del narcisismo, i.e. un amor por una parte propia pero no igual a sí. Finalmente, nos proponemos trabajar sobre las metáforas de la enfermedad del amor en torno a los problemas planteados acerca de una sexualidad dificultosa, tal cual se registra en el caso de Narciso, que sirva para reflexionar sobre la conexión entre literatura, amor y muerte.


Nuestro enfoque se basa en el tratamiento en lengua original del problema mitológico, o sea al conjunto de relatos que conciernen a los dioses y a los héroes cuya adhesión no comporta ningún carácter de exigencia ni de obligación puesto que no constituyen un cuerpo de doctrinas que fije una base de certezas indiscutibles[3]. El mito está emparentado con lo que hoy llamaríamos literatura y con la religión sin ser ninguna de ellas. Feeney, en su libro sobre literatura y religión en Roma, afirma que una teoría el mito que se preocupa por los orígenes verá su tarea como autentificadora de los mitos cuando rastree el pasado a su estado puro; pero esta búsqueda se hace a expensas de ver lo que el mito está realmente haciendo, o sea como trabajó en determinado momento[4]. El origen no debe ser identificado con el significado puesto que el mito no es un elemento transhistórico invariable ni esencial.


Si bien el origen del mito de Narciso es particularmente oscuro, la versión más difundida en Occidente es la que Ovidio nos transmite en el libro III de Metamorfosis. Narciso, hijo del Céfiso y de la ninfa Liríope, está inserto en una estructura mayor que lo enriquece y que tiene que ver con el motivo de la fatalidad de ver lo que no se debe, como es el caso de Acteón que ha visto a Diana desnuda- re-elaboración ovidiana de la versión calimaquea de por qué Tiresias es ciego- y Penteo quien profana con su visión los ritos a Baco, re-escritura de la obra de teatro Las Bacantes de Eurípides. Es a través del personaje del adivino de Edipo, Tiresias, que Ovidio inaugura lo que se conoce como ciclo tebano en el libro III con la disputa entre Juno y Júpiter en la que se consulta al vate, quien será, a su vez, el adivino de Narciso y Penteo[5]. Como vemos, el relato de Narciso es parte de un contexto caracterizado por el trabajo sobre la visión y la culpa de ver/conocer lo que no se debe, sobre el que Ovidio insiste en todo el libro de Metamorfosis. El adivino Tiresias les dice a los padres de Narciso que el niño llegará a viejo “si no se conoce” (v 348 si se non nouerit[6]), en una clara referencia al mandato del templo de Apolo Delfos “gnothi seauton” (conócete a tí mismo). Muchos hombres y mujeres estuvieron enamorados de él, pero nunca fueron correspondidos, entre ellos, la ninfa Eco que tampoco consiguió nada. Desolada por el rechazo, Eco se deja morir hasta metamorfosearse en solamente sonido (vv 399-ss vox manet, ossa ferunt traxisse figuram./…sonus est, qui vivit in illa [7]). Esta introducción del motivo de la ninfa, aparentemente agregado original del poeta Ovidio al mitologema, no es ocioso puesto que permite hacer hincapié sobre el concepto que engloba la frase “imago vocis”, palabra con la que en latín se designa el “eco” y que refiere a la doble ilusión que se produce a través del sonido y de la imagen que están condensadas en el concepto de poesía. La ninfa Eco es la personificación del reflejo acústico de la voz de Narciso (vv 368-ss:Tamen haec in fine loquendi/ ingeminat voces auditaque verba reportat[8]). Su aparición viene a enfatizar el motivo central del relato mítico, i.e. el tema de la ilusión (v 385: deceptus imagine vocis[9]). El Narciso de Ovidio es víctima de un doble engaño: ilusión acústica y óptica. Y es a través de la técnica del eco, del cual la ninfa es símbolo e instrumento eficaz, que el poeta latino imita el juego de reflejos sonoros en el cual Narciso queda enredado (vv 379-392 dixerat: 'ecquis adest?' et 'adest' responderat Echo. /hic stupet, utque aciem partes dimittit in omnis, /voce 'veni!' magna clamat: vocat illa vocantem. /respicit et rursus nullo veniente 'quid' inquit /'me fugis?' et totidem, quot dixit, verba recepit. /perstat et alternae deceptus imagine vocis /'huc coeamus' ait, nullique libentius umquam /responsura sono 'coeamus' rettulit Echo /et verbis favet ipsa suis egressaque silva /ibat, ut iniceret sperato bracchia collo; /ille fugit fugiensque 'manus conplexibus aufer! /ante' ait 'emoriar, quam sit tibi copia nostri'; /rettulit illa nihil nisi 'sit tibi copia nostri!')[10]. El motivo del espejo se reproduce con perfecta fidelidad mimética, una mímesis total que reproduce en los planos sintáctico, semántica, fonológico lo que ocurre en al nivel del contenido y manifiesta la especularidad del sentido en la especularidad fónica y sintáctica. En cuanto a la utilización del lenguaje del amor, se construye como ambiguo por definición, donde revela y oculta al mismo tiempo mediante sus reflejos, ecos y apariencias. Finalmente, Narciso es castigado por tantos rechazos con la maldición de enamorarse de sí mismo, con lo cual queda marcado un claro paralelismo con la ninfa amante en tanto ambos esperan obtener un amor deseado que nunca es correspondido (vv 433-ss quod petis, est nusquam; quod amas, avertere, perdes! /ista repercussae, quam cernis, imaginis umbra est: /nil habet ista sui; tecum venitque manetque; /tecum discedet, si tu discedere possis![11]). El castigo se ejecuta cuando un día Narciso se inclina ante un espejo de agua y ve su propia cara, a la que no reconoce como suya. La fuente le devuelve una imagen de la cual él queda prendado, (vv 446 –ss et placet et video; sed quod videoque placetque, /non tamen invenio'®tantus tenet error amantem® /'quoque magis doleam, nec nos mare separat ingens /nec via nec montes nec clausis moenia portis; /exigua prohibemur aqua! cupit ipse teneri: /nam quotiens liquidis porreximus oscula lymphis, /hic totiens ad me resupino[12] nititur ore. /posse putes tangi: minimum est, quod amantibus obstat. /quisquis es, huc exi! quid me, puer unice, fallis / quove petitus abis? certe nec forma nec aetas /est mea, quam fugias, et amarunt me quoque nymphae! /spem mihi nescio quam vultu promittis amico, /cumque ego porrexi tibi bracchia, porrigis ultro, /cum risi, adrides; lacrimas quoque saepe notavi /me lacrimante tuas; nutu quoque signa remittis /et, quantum motu formosi suspicor oris, /verba refers aures non pervenientia nostras! )[13]. Vernant afirma que las civilizaciones antiguas dan una importancia al contacto cara a cara que caracteriza la reciprocidad entre el ver y el ser visto: me veo en los ojos del otro que es mi cara a cara como él mismo se ve en el espejo de los míos: en el espejo donde yo me miro, veo que un rostro y un ojo me contemplan[14]. Confundido en la red entre la realidad y la apariencia, Narciso no sabe separarse de su otro Yo, paralizado por un amor intransitivo, y de allí en más permanece contemplando esa imagen hasta morir y convertirse en la flor a la cual da nombre (vv 509-510: croceum pro corpore florem /inveniunt foliis medium cingentibus albis[15] ). La seducción y la muerte son las características asociadas con Narciso y son un motivo recurrente en la elaboración literaria de mito, puesto que además “narké” es una flor narcótica vinculada a la esfera de la muerte y los ritos funerarios. Así, comprobamos que el motivo central en el relato de Ovidio no es tanto el amor a sí mismo sino la esperanza depositada en una ilusión que conduce a la muerte (v 416 spem sine corpore amat, corpus putat esse, quod umbra est[16]), lo cual lo diferencia en algún punto del Narciso de la psicología, patología que es definida como una noción que aparece por primera vez en Freud en 1910 para explicar la elección de objeto en los homosexuales que “se toman a sí mismos como objeto sexual, parten del narcisismo y buscan jóvenes para poder amarlos como su madre los amó a ellos”[17]. El ámbito de la moderna psicología analítica toma este mito como el paradigma de un importante fenómeno psicológico que se funda exclusivamente en el motivo del auto amor del personaje. Freud lo clasifica, tardíamente, como un fenómeno estructural del sujeto[18] que comienza a tomarse a sí mismo, a su propio cuerpo, como objeto de amor[19]; también afirma que el término narcisismo vale para aquellas personas que tratan a su propio cuerpo como a un objeto sexual, i.e. lo miran con complacencia sexual, lo acarician, lo miman, hasta alcanzar la satisfacción plena. Según afirma Hugo Mayer [20] en el narcisismo confluye una teoría de la constitución del sujeto, así como de la relación que se plantea con el objeto. El narcisismo sería el complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación de la que justificadamente se atribuye una dosis a todo ser vivo[21]. Freud indica [22]que se ama y se elige al objeto según a los siguientes tipos narcisistas:


a)A lo que uno mismo es (a sí mismo).
b) A lo que uno mismo fue.
c)A lo que uno querría ser.
d) A la persona que fue una parte del sí-mismo propio.


La lectura psicologista trabaja este mito alegóricamente, como lo hicieran antes los neoplatónicos sobre el motivo de la vanitas, por ejemplo Freud dice: “…cuando el desarrollo la hace hermosa <>, se establece en el una complacencia consigo misma que la resarce de la atrofia que la sociedad le impone en materia de elección de objeto. Tales mujeres sólo se aman, en rigor, a sí mismas, con intensidad pareja a la del hombre que las ama. Su necesidad no se sacia amando, sino siendo amadas, y se prendan del hombre que les colma esa necesidad. La importancia de este tipo de mujer para la vida amorosa de los seres humanos ha de tasarse en mucho. Tales mujeres poseen el máximo atracito…para los hombres, y no sólo por razones estéticas (pues suelen ser las más hermosas); también, a consecuencia de interesantes constelaciones psicológicas[23].” O por ejemplo en “…además estoy dispuesto a conceder que un número indeterminado de mujeres aman según el modelo masculino y también despliegan la correspondiente sobrestimación sexual[24]”. Más aun, el poder fijador del relato psicológico esteriliza las posibilidades de seguir consultando diferentes versiones puesto que reivindica la univocidad del mito y de su interpretación como así también el de una moral occidental patriarcal donde, como sostiene Hein Kohut a propósito de sus reflexiones sobre el narcisismo y la furia narcisista, “… un sistema de valores profundamente arraigado (que impregna la filosofía y las utopías sociales) exalta el altruismo y la preocupación por los demás y desvaloriza el egoísmo y la preocupación por uno mismo”[25]. El relato de Narciso desde esta perspectiva alegórica permite leer una idea de enfermedad como castigo apropiado y justo[26] tanto en el motivo de la incapacidad verbal de Eco, castigo de Juno (vv366-ss “huius” ait “linguae, qua sum delusa, potestas/ parva tibi dabitur vocisque brevissimus usus,”/ reque minas firmat.[27]), como así también en el supuesto “narcisismo” de Narciso producto de un castigo divino (vv 405-406 “si amet ipse licet, sic non potiatur amato!” diserta: adsensit precibus Rhamnusia iustis.[28])


Sin embargo, si Narciso fuera narcisista se enamoraría de la ninfa Eco puesto que ella repite sus propias palabras brindándole su propia imagen: vv 368-9 tantum haec in fine loquendi /ingeminat voces auditaque verba reportat[29]. Como habíamos marcado antes el texto deja bien en claro que Narciso quiere todo el tiempo ser otro (v 468 votum in amantem nouum, vellem, quod amamos, abesset[30]) y ama primero a una voz que no sabe que es él y segundo a un reflejo que lo engaña puesto que desconoce que es él mismo (vv463 iste ego sum: sensi, nec me mea fallit imago[31]). Narciso plantea entonces el drama de una identidad no deseada producto de advertir los peligros que conlleva una relación erótica donde el sujeto y el objeto son excesivamente cercanos, como se comprueba en muchos de los otros personajes de Metamorfosis que pueden ser interpretados a través de su prisma (Ifis, enamorada de otra mujer como ella – lo cual no es aceptado por la moral latina; Biblis, enamorada de su hermano; Mirra, enamorada de su padre; Orfeo, enamorado de hombres jóvenes tras la muerte de su mujer Eurídice; Pigmalión, enamorado de su obra; Hermafrodito, que rechaza a la ninfa Salmacis, trasformándose posteriormente en un único ser al ser fundido con el cuerpo de ésta, etc). De hecho, según Pausanias, Narciso estaría enamorado de una hermana gemela difunta, lo cual entabla una relación de parentesco con los otros relatos incestuosos antes mencionados. En cuanto al personaje de Pigmalión, la originalidad ovidiana radica en que éste ya no es un rey enamorado de una estatua de Venus, como aparece en otras versiones del mito, sino un artista escultor enamorado de su propia creación, lo cual dispara toda una serie de referencias a la auto-imagen que el artista crea de sí y en donde la obra de arte es un sustituto de la realidad y un consuelo para la soledad. Conocemos al otro con el que interactuamos fabricándolo en nuestro taller, creándolo y amándolo a nuestra imagen y semejanza como éste Pigmalión. Como se pregunta Vernant: “¿Cómo podría conocérselo si no fuera fabricándolo, haciendo de él una imagen…?[32]”. En Ovidio no es sólo el elemento erótico y su relación con lo mortuorio y lo inanimado, lo no-vivo, lo que caracteriza y une a estas dos historias sino la oposición central entre ilusión y realidad; en Narciso, la ilusorio y presunta realidad, y en Pigmalión, lo ilusorio y posteriormente real. Pero ambos se oponen en algo fundamental: Pigmalión quiere ser uno en otro (su estatua-identidad) mientras que Narciso quiere ser otro para estar en él (mismo-diferencia). Pigmalión deviene una segunda forma de narcisismo dada por la proyección del sí, el amor por otro similar al Yo, creado por el Yo: el amor por otra persona proyección del propio ideal[33] condensado en el símbolo de la estatua. El espejo en el que se ve Narciso traduce la paradoja del deseo erótico que apunta a encontrarnos en nuestra propia integralidad, pero que sólo se logra pasando a través de otro. El reflejo de Narciso nos muestra la tragedia del encuentro imposible del individuo consigo mismo. La aspiración a unirse supone al mismo tiempo que uno se aleje de sí, se desdoble, se aliene. La dimensión de ese cara a cara “narcisístico” es presentificar la dialéctica entre el Yo y su doble que es la fuerza de muerte que el hombre lleva dentro suyo. El individuo se busca y se encuentra en los otros en esa especie de espejos que son para él los demás: vv 457-ss spem mihi nescio quam vultu promittis amico, /cumque ego porrexi tibi bracchia, porrigis ultro,/ cum risi, adrides; lacrimas quoque saepe notavi/me lacrimante tuas; nutu quoque signa remittis/ et, quantum motu formosi suspicor oris, /verba refers aures non pervenientia nostras!/ iste ego sum: sensi, nec me mea fallit imago;/ uror amore mei: flammas moveoque feroque./ quid faciam? roger anne rogem? quid deinde rogabo? /quod cupio mecum est: inopem me copia fecit. / o utinam a nostro secedere corpore possem! / votum in amante novum, vellem, quod amamus, abesset[34]. Lo que la psicología lee en el arquetipo de Narciso como síntoma de una enfermedad es la manifestación disfrazada del poder del amar que si no es reconducido como un Pigmalión o un Orfeo conduce irreductiblemente a la muerte. Proponemos la figura de Narciso como el emblema-imagen de una concepción de la poesía de naturaleza ficticia cuya dimensión muestra la irreductible alteridad de la realidad. De hecho, en época helenística, la historia de Narciso ilustraba simultáneamente los prestigios del arte, a través de una interpretación alegórica, capaz de desrealizar la naturaleza donde la imagen parece más veraz que la realidad que figura y los peligros del simulacro esconden a la muerte en la belleza que enlaza. Narciso es la imagen de una poética de naturaleza ficticia, cuya dimensión muestra la irreductible alteridad de la realidad, donde el doble es una realidad externa al sujeto, inscripta en el mundo de lo visible pero que resalta su carácter extra-ordinario perteneciente a un más allá inaccesible.


La riqueza mitológica radica en el hecho de que los relatos míticos no tienen como función primaria tratar de darnos lecciones sobre temas burdamente resolubles, sino que presentan temas desconcertantes. Es precisamente ante la enigmática y provocadora ambigüedad de algunos mitos de donde surge su fuerza y perdurabilidad. Como afirma Calvino, “…toda interpretación empobrece el mito y lo ahoga; …La lección que podemos extraer de un mito reside en la literalidad del relato, no en lo que añadimos nosotros desde fuera[35]”. El hecho de que los mitos puedan afrontar simbólicamente la experiencia de un modo que no se deje superar por una simple sustitución de razonamientos lógicos o científicos es lo que explica que su poder de convencimiento, aun cuando siga siendo desconcertante, sea una de sus características inmanentes[36]. La esencia del mito consiste en parte en que sean insatisfactorios, como el Amor que no tendría tal intensidad si no existiera la posibilidad de la fractura: es en ese intersticio aporético donde radica su fuerza. Ovidio nos hace ver como el trabajo mítico es universalizante y no universal porque su energía transcultural no está suelta sino que está situada en un tiempo y un espacio que la “vulgarización” hecha por las definiciones arquetípicas que la psicología propone hacen perder el interés de ir a buscar la propia interpretación mítica en los textos y sus intertextos.


Quizás sea ésto lo maravilloso del mito: mientras tenga interlocutores, jamás se agotará, siempre estará velando por nosotros y esperándonos para que le demos un nueva resignificación no importa cuán alejada se encuentre ésta de la función original que tuvo, si es que realmente alguien se atreve a decirnos cuál fue.


Leonor Silvestri. 2003. Todas las traducciones son de la autora.


[1] Green, A. Narcisismo de vida, narcisismo de muerte. Amorrortu Editores. Buenos Aires. 1993:74.
[2] Grimal, P. Diccionario de Mitología Griega y Romana. Paidós. Buenos Aires. 1997.
[3] Vernant, J. P. Entre mito y política. Fondo de cultura Económico. DF: 2002:100-101.
[4] Feeney, D. Literature and Religion in Rome. CUP. 1998: 57.
[5] Rosati, G. Narciso e Pigmalione, Illusione e spettacolo nelle Metamorfosi de Ovidio. Sansoni Editore. Firenze.1983:21.
[6] Ovid. Metamorphoses. Editor Millar, F. Harvard. London. 1946.
[7] “…la voz permanece, los huesos se transformaron en piedra… el sonido vive en ella”
[8] “Ella gemina los sonidos en el final del discursos y duplica las palabras oídas.”
[9] “engañado por el eco”
[10] “¿Aquí hay alguien?” Y Eco respondió “Hay alguien”. Él se queda estupefacto, lanza sus ojos a todas partes y con fuerte voz grita: “¡Veníte!”. Ella llama al que la llama. Narciso vuelve a mirar y como nadie viene pregunta: “¿Por qué huís?”, y cuántas veces habla, tantas otras recibe sus propias palabras. Persiste y engañado por la reproducción de la otra voz dice: “Aquí juntémonos y esto acabemos”. Eco, que nunca habría de responder más feliz a un sonido, dice: “¡Acabemos!”. Ella misma favorece con sus palabras y saliendo del bosque, lanzaba sus brazos al esperado cuello. Huye él y al huir dice “¡Alejá las manos del abrazo! Moriré antes de que mi riqueza sea tuya “; y ella no devuelve nada si no “Que mi riqueza sea tuya”.
[11] “Lo que buscás no está en ninguna parte: lo que amás, apartáte, lo perderás! Ésta que ves es la sombra de tu imagen reflejada: no tiene nada de sí; con vos viene y se queda; con vos se aleja si sos capaz de alejarte!”
[12] “resupinus” quiere decir tanto tenderse boca arriba de espaldas, lo cual indicaría el movimiento del reflejo del agua, como “altanero, orgulloso y afeminado”.
[13] “Me agrada y lo veo, pero lo que veo y me agrada, sin embargo no lo encuentro - tanto se equivoca el enamorado- y para que mi dolor sea más grande, no nos separa el ancho mar ni el camino, ni las montañas, ni las murallas de puertas cerradas; ¡un poco de agua nos aparta! El mismo desea ser tomado, pues cuántas veces aproximo mis besos a las límpidas aguas, tantas veces él apoya hacia mí su boca tendido de espaldas. Creerías que se puede tocar, nada es lo que detiene a los amantes. ¡Quién quiera que seas, vení acá! ¿Por qué me engañás, muchacho único, y a dónde te vas al ser buscado? Por cierto que ni mi aspecto ni mi edad es la razón de la que huís, a me amaron incluso las ninfas. Ignoro que esperanza me prometés con tu rostro amigo, y cuando te extiendo mis brazos, a su vez vos los extendés, cuando río, aprobás riéndote, también a menudo noté que vos también llorabas cuando yo lloraba, contestás también a mis señas con gestos y cuánto sospecho por el hermoso movimiento de tu boca contestando con palabras que no alcanzan mis oídos.”
[14] Vernant. Ibidem: 199-200.
[15] “…en el lugar de su cuerpo encontraron una flor amarilla, con pálidas hojas rodeaba el centro.”
[16] “ama una esperanza sin cuerpo, cree que es un cuerpo lo que es ficción”
[17] La Plache, J. y Pontalis, J. B. Diccionario de Psicoanálisis. Ed. Labor, España, 1968:138
[18] Rosati, G. ibidem: 20.
[19] La Plache, J. y Pontalis, J. B. ibidem.238
[20] Mayer, H. Narcisismo. Ed Kargieman. Buenos Aires. 1982:9.
[21] Freud, S. Obras Completas. Ed. Biblioteca Nueva. Madrid. España. 1973: 71-72.
[22] Freud. Ibidem:87
[23] Freud, S. ibidem: 86.
[24] Freud, S. ibidem: 86.
[25] Kohut, H. The Search for the Self. IUP. NY. 1978:436.
[26] Sontag, S. La enfermedad y sus metáforas y El sida y sus metáforas. Taurus. Argentina.
1996: 49.
[27] “Hera dijo: ‘De esta lengua con la que fui engañada te concederé un muy pequeño poder y un brevísimo uso’. Y con hechos afirma las amenazas.”
[28] “ Dijo: ‘Si le está permitido amar, que no pueda tener lo que ama”. Y la Rammusia asintió los ruegos.”
[29] “aquella duplica los sonidos del final del discurso y repite las palabras oídas.”
[30] “Un deseo original en un amante, quisiera que lo que amo estuviera lejos.”
[31] “Este soy yo: me doy cuenta, y no me engaña mi imagen.”
[32]Vernant, P. ibidem: 27.
[33] Rosati, G. ibidem: 66.
[34] Ignoro que esperanza me prometés con tu rostro amigo, y cuando te extiendo mis brazos, a su vez vos los extendés, cuando río, aprobás riéndote, también a menudo noté que vos también llorabas cuando yo lloraba, contestás también a mis señas con gestos y cuánto sospecho por el hermoso movimiento de tu boca contestando con palabras que no alcanzan mis oídos. Ese soy yo: me doy cuenta, y no me engaña mi imagen. Me quemo por el amor a mí, avivo y sufro las llamas. ¿Qué haré? ¿Seré rogado o rogaré? ¿Entonces, qué rogaré? Lo que deseo está conmigo, Mi riqueza me hizo pobre. Ojalá pudiera separarme de mi propio cuerpo. Un deseo original en un amante, quisiera que lo que amo estuviera lejos.
[35] Calvino, I. Seis Propuestas para el Nuevo Milenio. Siruela. Madrid. 1998: 20.
[36] Buxton, R. El Imaginario Griego, los contextos de la mitología. Cambridge University Press. Madrid. 2000: 200-201.

lunes, 1 de octubre de 2007

Traduccion del Poema 16 de Catulo


Yo me los voy a culear y voy a hacer que ustedes me chupen la pija,
a vos Aurelio, culo roto, y a vos Furio, que sos una loca bailarina,
Ustedes, que a partir de mis versitos, porque son delicaditos,
opinaron que yo soy un desvergonzado.
Pues, el poeta, él mismo, tiene que ser respetuoso y recatado,
pero no hace falta que lo sean sus versitos;
que finalmente tienen sal y pimienta si son delicaditos y desvergonzados,
y también si pueden provocar aquello que excita,
-no digo a los jóvenes- sino a esos peludos
que no pueden mover sus pijas.
Ustedes, porque leyeron mis “muchos miles de besos”,
¿me creen menos macho?
Yo me los voy a culear y voy a hacer que ustedes me chupe la pija.