miércoles, 12 de diciembre de 2007

Placer texto-visual en los mitos de violación





¿Por qué sentimos placer al leer las representaciones textuales de los mitos antiguos que trabajan sobre el placer de la violencia física? ¿Por qué desde la antigüedad hasta nuestros días la sexualidad y la violencia están tan fuertemente conectadas y representadas juntas tanto en el cine como en la literatura? ¿Por qué parece haber un nexo indisoluble entre la violencia/sexualidad y el género de los participantes? Utilizamos la categoría de género por tratarse de una construcción social o cultural que, a través de un sistema de premios, castigos y representaciones, señala conductas y pautas de comportamiento por los sexos biológicos. El género permite ver como todo lo que asumimos como femenino y/o masculino son construcciones culturales impuestas a través de los estereotipos que se naturalizan a partir de la creencia en esencias y universales de los cuales las representaciones simbólicas son juez y parte.
Como todos sabemos, una de las funciones del mito radica en su poder de naturalizar todo lo que toca con un halo de inocencia universal pre-construida que nos hace aceptar irreflexivamente su prepotencia narratológica sin mayor análisis más que la violencia de su cuento, perfecta arma de manipulación de los espacios ideológicos. El mito no se encuentra volando en el mundo de las ideas de Platón, sino que, por el contrario, su aparición es concreta en los textos literarios antiguos y las obras de arte a los que uno debe remitirse si ha de trabajar con el mito, puesto que no existe tal cosa como el mito en estado puro. En este sentido, en el libro Metamorfosis del poeta latino Ovidio (fines del siglo I a. C), especie de compendio poético de la mitología hasta ese momento, brinda una rica base de alrededor de más de 50 violaciones o intentos de violación que las traducciones y los análisis críticos oscurecen con eufemismos que manifiestan los prejuicios de género de aquéllos que escriben.
Los textos son inseparables de sus culturas, como así también lo son las representaciones de los mitos o mythopoiesis. Importa saber que Ovidio tuvo un contexto de producción y que fue un poeta muy popular, sin duda una parte fundamental e importantísima del canon latino, entendiendo como canon un sector del sistema social que crea y monopoliza los mitos. Él fue el último de los grandes poetas agustales, que sobrevivió a sus contemporáneos y escribió prolíficamente. El tema de las violaciones desempeña un papel muy importante en el trabajo de Ovidio. Asimismo, casi todos los mitos que llegan a nuestra actualidad han pasado por el filtro del corpus mitológico ovidiano y su interpretación representativa, o sea, junto con los trágicos, este poeta es para la modernidad el gran “aleph” de los mitos y todas las lecturas modernas derivan de cómo él los contó. Más aun, la violación aparece desde el primer libro de Metamorfosis, después del caos y la creación del mundo, lo cual muestra claramente cómo los romanos conferían gran importancia al tema y quizás como valor constitutivo de la raza humana, naturalizando la aparición de estos crímenes aberrantes en su forma mitológica. Partimos de la base de que la mitología y su representación literaria en ningún caso muestra la realidad cual mimesis fiel y fotografía, sino más bien transmite valores e ideas que son caras a los receptores del texto. Los romanos fueron entrenados con espectáculos sádicos en los juegos de gladiadores y el placer de ver el dolor que se le inflinge a los otros es una característica de su sociedad. El romano promedio había visto a modo de espectáculo escenas con las que Sade sólo había podido soñar y/o concebir en su imaginación. Sabemos que un gran número de personas iban a las representaciones teatrales y los juegos con animales salvajes donde había shows con las escenas de sexo de la mitología griega, incluso muertes en vivo de seres humanos, al estilo de nuestras snaffs ; los poderosos podían llegar a tener espectáculos de ese estilo en sus casas como las apariciones de performers, strippers, shows de sadomasoquismo y “fiestas privadas” en la actualidad , tan conectados a casos dramáticos irresueltos como el crimen de María Soledad Morales. En cuanto a las violaciones “reales”, la mujer también podía ser castigada puesto que para los romanos la víctima era culpable. El emperador Constantino es explícito acerca de la distinción entre la mujer que opuso resistencia y la que no. Si no opuso resistencia se consideraba que deseaba el hecho y su castigo podía ser la muerte. Si oponía resistencia era igualmente castigada porque la mujer violada debería haber gritado para atraer a los vecinos en su ayuda. La legendaria Lucrecia de acuerdo a la historia de Tito Livio, violada por Tarquino ante sus amenaza de que la mataría, se mata porque técnicamente para el código romano ella se había convertido en adultera.
Siguiendo esta línea de análisis podríamos pensar los ejemplos míticos ovidianos como pornografía sádica adornada con la dignidad épica del hexámetro (el metro de la “alta”poesía épica) en el que está escrita la obra. Definimos pornográfico como aquello que convierte a los seres vivos en objetos, objetos de placer representativo y objetos de placer de otros personajes. El estilo y la belleza de la narración es funcional a la digestión y absorción del contenido por parte del lector y dirige (ancla) el sentido y la libertad interpretativa de quien lo consume, por ejemplo: la tragedia es para llorar, la comedia para reír, ¿y la pornografía hard y soft, para qué es? No hay una solución simple a los problemas que plantea una audiencia que gusta de la violencia hacia la mujer combinada con sexo, que incluso llega a nuestros días como por ejemplo en el film Irreversible del director franco argentino Noé, o el ya más naif 9 Semanas y Media de Lyne. Comparatisticamente, desde las representaciones literarias ovidianas hasta nuestros días, las escenas de violación y vejaciones de las mujeres son emprendidas bajo el falso velo de la obra de arte de calidad, expresado bajo la trillada frase “una producción muy cuidada” que las modelos argentinas repiten cada vez que tiene que hablar de sus desnudos en publicaciones porno soft que encubren la prostitución que implica quitarse la ropa por dinero y que tiene su puesta en acto en la actitud popular de la premisa “relájate y goza” que puebla el imaginario del momento de la violación. Es quizás el poder implícito e “indiscutible” de los varones sobre el cuerpo de las mujeres que surge del consenso sobre la prohibición al incesto como fundacional de la civilización, en los términos de Levi- Strauss, donde las mujeres se convierten en objeto de intercambio entre los varones para no cometer incesto entre miembros del clan familiar lo que marque el comienzo antropológico de la violencia sobre la mujer como posible narración susceptible de producir algún placer literario. Por supuesto, está prohibición establece un tabú anterior que nunca es mencionado, o sea el tabú a la homosexualidad, puesto que las relaciones incestuosas son entre sujetos de sexos opuestos. Lo que estamos tratando de decir es que la evidencia indica que una sociedad donde la violencia está embellecida es el producto del patriarcado.
Como dijimos antes, podemos trazar una línea que una los ejemplos modernos que el cine propone sobre la violencia contra la mujer y la representación literaria antigua. De acuerdo con el cine más comercial las mujeres son infelices porque su libertad es excesiva: su liberación les había negado el casamiento y la maternidad. En el anonimato de una sala a oscuras, los espectadores varones podían entrar en un estado de sueño en el que era permisible expresar arraigados resentimientos y temores acerca de las mujeres. Los esfuerzos por silenciar la voz femenina en los films comerciales o que han obtenido éxito comercial han sido su característica principal y más destacada, que se repite en los ejemplos de violación que nos propone Ovido, según veremos. En 9 semanas y media, una profesional soltera y autónoma se convierte en una esclava del amor de un corredor de Bolsa sádico que le da órdenes tales como “No hables”. Esta película, que narra la historia aterradora de sujeción, violencia sexual y psicológica, fue vendida y consumida como una “película erótica” y es en ese estante de su video club amigo donde se la encontrará. El problema entonces no sería, como suponen algunas militantes mexicanas feministas acerca de la novela de García Márquez, Memorias de mis putas tristes que narra una historia de sexo entre un varón de 90 años y una prostituta de 14, quitar de circulación tal o cual historia sino colocarla en otro lugar, esa historia no es una historia de amor entre dos sujetos, del mismo modo que la relación entre los personajes de 9 semanas y media no es erótica, en tanto sólo una sociedad trastornada puede excitarse sexualmente ante la imagen de una mujer- otrora independiente y autónoma- gateando ante un varón que le arroja dinero al rostro como calentamiento previo al acto sexual o que le tabica los ojos y la lleva, sin su consentimiento y sin saber ella adónde está siendo llevada, a un sucio hotel para tener una especie de menage d´ a trois con una prostituta que porta todos los clisé de lo que horroriza al status quo: es negra, es callejera, es barata. La película de Lyne es una versión edulcorada de la descripción del sadomasoquismo y su consumo como película erótica cancela el debate sobre las diferentes posiciones de la mujer en las prácticas sexuales heterosexuales sino también habilita su aceptación sin cuestionamiento por parte de ambos sexos. En cuanto a la película de Noé, Irreversible, estamos ante una experiencia aun más traumática y gratuita que 9 semanas y media por su capacidad “demoníaca” de hacernos sentir que esas cosas están pasando en vivo y en directo, intención en relación directa con el consumo de snafs pseudo-legales tal como dijimos antes. La película del franco-argentino Noé intenta pertenecer a una tradición francesa de cineastas malditos como Les Amants du Pont Neuf (1991) de Léos Carax o L’Age d’Or (1930) de Luis Buñuel. Sin embargo, Irreversible, con sus homosexuales que se encuentran en una disco llamada Rectum, drogadictos, travestis, prostitutas y toda clase de aquellos que son considerados marginales, masturbándose delante de cámara, cogiéndose y dejándose coger por todos y a la vista de todos, violando y golpeando brutalmente a mujeres en especial- embarazadas, como se entera el espectador a posteriori - pero no solamente, es tan ostensiblemente políticamente incorrecta que es imposible no percatarse del sesgo comercial de ese gesto delirante que nada tiene que ver con sus supuestos predecesores franceses. El efecto de realidad de las escenas de violación y de violencia contrasta con la hiperbólica acumulación de lugares comunes de los discursos de derecha sobre las mujeres, los homosexuales, las travestis y las prostitutas. Nadie, o casi, podría haber sido tan explícitamente fascista, lo cual torna el discurso subyacente de la película irreal e increíble en el sentido más etimológico del término. La violación está condimentada con falsos comentarios sociales y contestatarios en boca del criminal del tipo “¿Cerda burguesa, pensás que tenés el mundo a tus pies por que sos bella?” aunque no haya nada que nos haga pensar que la protagonista es adinerada sobretodo si nos atenemos a su atuendo, un “vestidito” que podría ser comparado a un camisolín de seda y lycra que no hace más que reforzar la idea patriarcal de que por salir así se tenía merecido que la violaran, según parece implicarse de la película. El film de Noé está contado de atrás para delante; si uno sobrevive a la violencia gráfica que hace “real” la más violenta golpiza y violación de una mujer que el cine jamás haya imaginado gracias a los mismos recursos técnicos de películas de ciencia ficción, la historia terminará (y esto me lo han contado, porque he tenido que retirarme de la sala ante las arcadas que sobrevinieron durante la violación y
destrucción en cámara del cuerpo- especialmente el rostro- de la actriz), con una escena “erótica”, plagada de desnudos y agua, entre los dos protagonistas Mónica Bellucci, no por nada elegida para este film por su extraordinaria belleza natural que permite la tolerancia de las escenas de violencia , y su marido en la vida real, Vicent Cassel.
Ahora pasemos a los ejemplos míticos latinos sobre la estética erótica de la violación en el corpus ovidiano son vastos e incluso metapoéticos o recursivos: el tapiz de Aracne en concurso contra Palas Atenea sólo representa los momentos en los que los dioses violan a las mortales (Met. VI). Sólo por tomar los ejemplos que aparecen en el libro I, mencionemos tres personajes, a saber: Io, Dafne y Siringe:
1. El personaje de Io (Met. I vv 583-ss.) sufre una mutación y degradación en su status biológico puesto que es convertida en novilla luego de ser violada por Zeuz para ocultar su crimen a los ojos de su severa esposa Hera. A su sufrimiento físico y psicológico es sumada la pérdida de la voz, arquetípico en todos los casos de violación en Ovidio. La nueva apariencia expresa la humillación de su violación e incluso llega a horrorizarla y a huir de su propio reflejo.
2. El personaje de Dafne (Met. I vv 482- 582), la ninfa perseguida por Apolo, es uno de los más conocidos y es la primera violación después del diluvio. Ella presenta la triste alternativa a no dejarse violar según el modelo mítico: Dafne comienza como una ninfa y termina con un cambio de forma en laurel que implica un descenso total equivalente a la muerte, puesto que no sólo pierde su figura humana, sino también su psiquis, su voz y cualquiera de sus anteriores características humanas. No contento con eso, Apolo le dice a Dafne ya laurel “Puesto que eres mía, serás mi árbol” (Met I.556-58), viva o muerta da lo mismo, Dafne es del dios.
3. El personaje de Dafne tiene a otra ninfa, Siringe (Met. I vv 689- 712), como contrapartida especular. Este relato está incluido en el de Io por boca de Hermes que le cuenta la historia de esta violación al monstruo Argo, quien de manera increíble se queda placidamente dormido al escuchar una narración tal, y así Hermes puede rescatar a Io de su custodia. Se plantea entonces el tema de la violación dentro de la violación y su poder soporífero. Siringe también escapa al furor del dios Pan y termina convertida en un cálamo. Siringe, como Dafne, a pesar de sus esfuerzos y su sacrificio para evitar la posesión física, es apropiada por el dios que la convierte en atributo para sí, la flauta de Pan, con lo cual la captación siempre se completa.
En el libro VI de Metamorfosis (vv 424-674) aparece el mito de Procne, Filomela y Tereo, ejemplo mítico de violencia familiar, paradigmático en el corpus ovidiano por la plenitud y la manera explícita en la que se narra la crueldad hacia el cuerpo de la víctima, Filomela, que en alianza con su hermana, Procne sólo encontrará como recurso para combatir el poder del varón elementos claves dentro del androcentrismo: el telar y el filicidio. Filomela, hermana de Procne y cuñada de Tereo es llevada a ver a su hermana que pide por ella, pero al llegar a destino es violada por Tereo quien le corta la lengua con su espada y la encierra en lo profundo del bosque para seguir violándola por espacio de un año. Tereo finge delante de Procne que Filomela ha muerto en la travesía por mar. Este mito también retoma el tema del relato dentro del relato y el placer de la narración de estos crímenes que aparecía en Hermes y su historia de Siringe y plantea la pregunta de a partir de qué estado de la subjetividad se genera la escritura y qué imágenes cautivan tanto al que las cuenta como al que las lee puesto que Filomela le contará a su hermana Procne a través de un tejido cómo el marido de ésta la ha violado y le ha arrancado la lengua. Filomela logra hacer uso de los recursos escasos de su situación de sojuzgamiento para contar su historia, borda la violación en un código que le permite ser descifrada sólo por su hermana. Ella utiliza el símbolo de la retención femenina para ser salvada por Procne del encierro y la esclavitud sexual a la que era sometida. La escritura en este caso surge de las zonas más desoladas de la subjetividad, una necesidad enunciativa en el caso de la mujer que cuenta su violación, o sea el reemplazo que opera la escritura de algo que es oralmente impronunciable para ella. La pérdida de la voz en los mitos de violación es un símbolo de la animalización en la que el acto sume a la víctima y la incapacidad de contar en voz alta su historia, que sólo podrá ser contada en una tela o en la proto-escritura de Io con su pezuña en la arena, es un símbolo de cómo la violación nunca puede ser dicha ni nombrada por la mujer porque es tabú. La violación que se muestra en el texto tiene por objetivo degradar y controlar a la víctima, volverla un animal, poco más que una herramienta animada para el placer sexual del varón y de los lectores. De hecho, es parte del placer textual conocer la desesperación de las víctimas por la anomia. La silenciación de Filomela a partir de la mutilación de la lengua, órgano de la palabra, enfrenta paradójicamente el exceso con la privación. De algún modo, la narración, obligada al silencio por la terrible mutilación de la lengua, debe encontrar otro modo de contar semejantes horrores. Deberíamos pensar cuántos casos de violación derivan en la actualidad en crímenes, como derivará en este caso mítico, ante la incapacidad de la mujer de contar su violación a una sociedad que le niega la palabra como dominio exclusivo del varón . El recurso del tejido es la manera de salvaguardar una palabra que no quiere extinguirse y que queda unida a un deseo de venganza. La doble función del tejido, por un lado, reproducción de un dolor impronunciable y, por otro, mensaje que transmite la exigencia de ser leído y entendido, encierra justamente la contradicción entre la violencia y el placer del texto: el placer en la violencia y el placer en la poesía que recrea esa violencia, problema para el cual no habría una solución simple. La feminidad es necesariamente silenciosa, a las mujeres se les enseña a no gritar, a callar, a ser sensuales, a ser hermosas para los ojos y la mirada de los varones; los ejemplos míticos en Ovidio sólo llevan estas premisas al extremo. El enceguecimiento de Tereo surge a partir del deseo que tiene su origen en un acto visual de contemplación de la belleza de Filomela. La mirada masculina sobre el cuerpo de la mujer es equivalente a la violación y la scopofilia da forma a la belleza del cuerpo en términos de objeto para ser tomado. La conciencia del texto del miedo de la víctima en todos los casos enfatiza cuán visualmente atractiva la huida de la mujer se construye en el texto. El uso de la violencia ocupa el lugar de la penetración y el miedo es el hecho que artísticamente es utilizado para crear un texto hermoso que nos hace sentir empatía por la víctima pero que también logra que no corramos la mirada, que sigamos leyendo y que luego hablemos acerca de él con la misma terminología, si no tenemos una lectura consciente y activa (o si directamente no tenemos una lectura, como suele ocurrir con los mitos que son leídos en diccionarios de mitología en el moer de los casos). Está scopofilia se ve duplicada en el placer textual y sádico que recibe el lector frente a los detalles de configuración de efecto realista de la mutilación de la lengua de Filomela y de la descripción del cuerpo femenino antes, durante y después de la violación, equivalentes en cierta medida a la filmación en tiempo real de las escenas de violación de los films antes mencionados de Noé y de Lyne; las marcas textuales de la violación son el equivalente de este desagradable placer fílmico/visual. A la violación de los lazos entre marido y mujer y entre hermanas responde la violación de los lazos entre madre e hijo, entre padre e hijo; al incesto le responden las hermanas con el infanticidio y el canibalismo puesto que Procne y Filomela matarán al hijo de la primera y lo cocinarán para que lo coma Tereo. Así, él texto sigue ejerciendo una violencia placer sobre el lector y las mujeres que deben, para vengarse renunciar a la experiencia de la maternidad.
Tras la violación, Filomela es comparada a una cordera atacada por un lobo y con una paloma herida por un ave de rapiña (vv 527-530): ‘Tiembla ella como una atemorizada cordera, que tras escaparse herida de la boca del lobo de gris pelaje, todavía no se considera segura y, como una paloma con las plumas humedecidas con su propia sangre se estremece todavía y teme las ávidas garras en las que había estado presa’. El proceso de animalización finaliza en la metamorfosis final en pájaro de las hermanas y del victimario, hecho que puede ser leído como igualación de la víctima y del victimario en un intento por ocultar la no discriminación entre grados de culpabilidad, es decir, no generar juicios de valor. El sufrimiento llevado a sus límites extremos culmina con la destrucción de lo humano simbolizada por la metamorfosis animal. Estas dos hermanas, desposeídas de su forma humana son privadas por completo del lenguaje al ser transformadas en pájaros. Desde ese momento sólo dejan escuchar un canto, un grito sin palabra. Sin embargo, Procne, transformada en ruiseñor, conserva ciertos rasgos humanos en su canto de dolor. En cambio Filomela, la golondrina, a la que se le arrancó la lengua para que no pueda contar la violación de la que ha sido víctima, pierde, a raíz del dolor extremo, la eufonía. Sólo deja oír un grito de ruptura, estridente y disonante. El exceso de sufrimiento lleva entonces a la desfiguración (vv 670- 675): “Pensarías que los cuerpos de las Cecrópides están colgados provistos de alas. Una de ellas se dirige a los bosques, la otra se encarama a los tejados; y todavía no se han ido de su pecho las marcas de la matanza y la pluma está marcada con sangre. El, raudo por su dolor y por el ansia de castigar, se convierte en un ave que tiene un penacho en la punta de su cabeza, un pico se prolonga exageradamente en lugar de la larga lanza, el nombre del pájaro es abubilla, parece una figura armada”.
A lo largo de todo el texto Ovidio juega, a partir de sus intervenciones directas, con un distanciamiento sobre los acontecimientos trágicos que se desarrollan. Dichas intervenciones marcan el lugar donde el texto se escribe, su lugar de enunciación, es decir, el que desenmascara el enceguecimiento de la pasión pero produce placer textual y erotismo a partir del relato de los crímenes hacia la mujer. El lugar de la violación en los textos ovidianos sobre mitología es donde el placer y la violencia hacia la mujer se unen. El miedo es hermoso y la violencia sobre el cuerpo (que puede darse metafóricamente bajo la forma de la invasión de la mirada del varón sobre la mujer) es equivalente a la violación.
Los modelos de victimización establecidos pueden incorporan como contraparte el deseo de las mujeres en vez de suprimirlo, pero lo hacen sólo dentro de los modelos de competencia familiar y las fantasías masculinas para los que cualquier deseo es una irrupción en la propia autonomía y debe ser sometido a las pretensiones de control de los varones de las cuales el intercambio entre su padre y Tereo de las hermanas es tan sólo un ejemplo. El pornógrafo sólo le da voz a la mujer para que el efecto de hacerla callar sea más vivido, más duro. Pero el problema de la violencia de la sexualidad no es únicamente un problema de género sino también de jerarquías dentro de la cual la violencia es un derecho y su control es el control de la libertad de los demás. La violencia es un poder y la sexualidad es el dispositivo mediante el cual se vehiculiza ese poder y su violencia. Estos relatos, la pornografía toda, es un terrible ejemplo de cómo la no-represión no implica la liberación de nadie, sino su contrario. La mujer y su cuerpo no puede seguir siendo el espacio de la violencia, nada puede seguir siéndolo.


Bibliografía General
De Gasparini, M. Violencia Familiar. Editorial Universitaria de Misiones. Argentina.2001.
De Jong I & Sullivan JP. (eds). Modern Critical Theory and Classical Literature. Brill. New York. 1994
Faludi, S. La guerra no declarada contra la mujer moderna. Planeta. Argentina.1992.
Foucault, M. The History of Sexuality Vol I. vintage Books. New York. 1990.
Hardie, Ph. (ed) The Cambridge Companion to Ovid. CUP. Cambridge. 2002. Ovide. Les Métamorphoses, Texte établi et traduit par G. Lafaye. Paris. Les Belles Lettres. 1994. (Tomo I), 1995 (Tomo II), 1991 (Tomo III).
Pomeroy. Sarah. Goddesses, Whores, Wives, and Slaves. Women in Classical AntiquityNew York. Schocken Books. 1995.
Peradotto J.& Sullivan J.P. (eds). Women in the Ancient World. New York. NYU Press. 1984.
Richlin A. Pornography and Representation in Greece and Rome. UK. OUP. 1992.
Winkler, J. Las Coacciones del Deseo. Manantial. Buenos Aires. 2002.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Mitos de amor de mujer de muerte


Filis
Llueve afuera. ¿Acaso hay algo más clisé, más doloroso que la lluvia, afuera? Llueve afuera-insisto. Filis demencial no parece percatarse, se protege con la cofia y el paragüitas griego. Caminaste, Filis, 9 veces, ese camino, de ida y de vuelta, de memoria, 9 meses, 9 rutas, 9 veces, del puerto a la ciudad de la ciudad al puerto. ¿Acamante? No vendrá, Filis, no vendrá por la ruta del almendro. Llueve afuera, Filis, se ahorca de la rama más alta, más fuerte de ese almendro en el que se transformó. Afuera llueve, desgarradoramente, nada más triste que esta lluvia y Filis suicida. Una cajita ¡No la abras! Dañarte puede esa cajita qué tiene adentro ¡Acamante, te olvidaste del amor, de Filis, del almendro, de la cajita, de volver, de tu promesa? Llueve, el piso duro, golpeado, afuera.

Ariadna
Ninguna mujer confíe nunca en el juramente de un varón, no nunca, ninguna mujer confíe. Ninguna espere que las palabras de su varón sean fieles, sean verdaderas. Que mi castigo sea sacrificio para que todas aprendamos.
El deseo estuvo allí, servido, y era eso, exactamente. El deseo, el torbellino, de la muerte, embustero, el deseo en el momento supremo, y fue exactamente eso. Ah, el amor, que entró. ¿Seré entregada a las fieras? ¿Ni muerta habrá una mano hermana en esta isla párama que me cubra ni con un puñado de tierra? Dejo escapar agudos alaridos al oleaje. El vestido recogido, obscenidad cruel del desparpajo, el pie desnudo obsceno también, la pierna entristecida desgarrada. La cinta no sujeta tus cabellos, hermosa, Ariadna, el fino tejido, roto, el pecho, el suyo, ligero, su pezón de leche cálida, su tetilla tibia de animal de granja, revolotea todo por los aires agitado, pendiente de vos, Teseo. La ropa caída sobre las algas de la salobre playa con sus ojitos degollados, ganado errante, perdida en el corazón. Y vos, y vos, Teseo, ni miraste atrás, como Orfeo. Golpean tus remos, golpean las aguas, golpean a Ariadna, sola en la isla, a la intemperie , sobre la arena en la playa.

Medea
Parida, ya está parida la venganza. Yo la parí, la venganza, las quejas, las palabras, de pie vertical, la paría, como paren las mujeres, sin varones, sin ayuda. Del mismo modo que fui tras él, del mismo modo me abandonará: regaremos el camino con sangre. ¡Que viva y recuerde lo que le he entregado! Hacia allí vas, hacia la pena. ¿La pena? Sí, nodriza, que pase, Jasón la está aguardando, la pena inconmensurable. Mi honra, sí, también, volverá, mi virginidad perdida, está invitada, no hay vergüenza, no hay mora. Muestra la herida y lo tenemos. ¿Los niños? Que perezcan no son míos, que sucumban libres de nuestros delitos y de la culpa, ay la culpa, siempre, inocentes, lo confieso. No vacilo, no hay lágrimas, no hay reproches. ¡Vuelve a mí, virginidad robada, a mi cuerpo! Un día de fiesta y de boda. El placer, me toma, me captura entera y me penetra, aumenta y se agranda. ¿Te olvidarás de nosotros? No, nunca nos olvidarás. Mi mirada caerá sobre vos, mis ojos que embrujan a los niños, mi pupila fija en vos, los ojos blancos, ciegos bien abiertos. Quiero mirar, quiero verte mientras ocurre el milagro.

Psique
La noche toma control. Las velas vuelan en la casa encantada todo vuela. Una mujer, la sombra la eleva. La muselina amarilla del vestido nube. Cierro los ojos y vuela en su escoba. El día se desliza hacia fuera, hacia la lluvia, lo barro, dentro la noche, hacia la noche, hacia afuera, la escoba, la muselina, los gatos y las velas. No es verdad, irreal, es el amor, el amor es actuar, es noche. Sueños gatunos, almizcleros, tornan la realidad gatuna, alada solo de noche, de día, la soledad. Los gemidos, aúllan como niños, como gatos. Aquí, el lecho, el rumrum del silencio, del jadeo, la escena empieza a ser hilada. La estrella de la cuenca bien dentro mío. Prenderé la lámpara que se hará añicos, quemaré tu alita dulce emplumada, ala de mariposa de noche con aceite hirviendo. Me pincharé el pulgar con tu flecha, con tu rueca, con una flecha. La gota, la sangre, salpicada nuestra cama. Y ni un triste pedacito para mí, sólo para mí. Dormir, soñar, soñar, dormir, por siempre jamás.


Glosario Mitológico


Filis: enamorada de Acamente que fue acogido en Tracia por el rey, su padre, tras ser arrojado por las olas allí. Él le prometió casarse, y le dijo que tenía que volver a Atenas antes. Ella le dio una cajita y le pidió que no la abra nunca. Acamante no volvió en fecha y Filis anduvo 9 veces el camino de la ciudad al puerto y luego se ahorcó. Él se estableció en Creta con otra mujer y abrió el cajita el día que Filis se suicidaba. De allí salió un espectro que asustó a su caballo y lo tiró de la silla matándolo.


Ariadna: princesa, hermana de Minotauro, ayudó a Teseo, a quien amaba, a matarlo contra la voluntad de su padre, el rey de Creta, Minos. Luego abandonó su patria por amor y se fue con Teseo. Este la abandonó en la isla de Naxos, que estaba desierta, mientras ella dormía.
Medea: princesa de la Cólquide se enamora de Jasón que viene a robarle a su padre el vellocino de oro. Medea lo ayuda con su magia y escapan juntos a Grecia. Ella mata a su hermano pequeño en la huída para demorar a su padre. Jasón se casa con ella y tienen dos hijos pero la repudiará para casarse con una mujer más joven, princesa Corinto. Jasón le niega a Medea, que se debe ir desterrada, llevarse a sus hijos, aun sabiendo que tendrá otros con su nueva mujer griega y que los primeros se convertirán, según las leyes, en bastardos sin derechos. Medea, entonces, los mata.


Psique: más hermosa que Venus. Cupido se la llevará a su palacio donde vive sola de día rodeada de criados invisibles. De noche, él la visita, a oscuras sin revelarle su origen. Psique tiene prohibido prender la lámpara y verle la cara. Una noche, transgrede la prohibición porque sus hermanas envidiosas le han dicho que su marido es una serpiente. Entonces al ver quien era su amante, la torpe Psique se pincha el dedo con una de las flechas mágicas de Cupido quedando enamorada. Cupido escapará y Psique deberá cumplir con una serie de tareas imposibles para reconquistarlo. Esta historia da origen a los cuentos La Bella y la Bestia y Cenicienta en su versión original.

Bibliografía obligatoria
Medea de Séneca
El asno de Oro de Apuleyo
Poema 64 de Catulo
Cartas de las heroínas de Ovidio




humilde homenaje a Marosa

jueves, 18 de octubre de 2007

¿Era narcisista Narciso?


¿Era narcisista Narciso? El enfoque lingüístico y el enfoque psicológico.


“Pocas personas me quieren y yo sé porque esto ocurre. Es porque uno ama sólo a los seres que se aman a sí mismos, y yo no me amo, porque no encuentro motivos valederos para amarme, ni siquiera cuando me veo tocando el violín, como un hombre grande, en el espejo,…”
Carta de despedido. Silvina Ocampo


En esta comunicación trabajaremos sobre el famoso mito de Narciso, joven que desprecia el amor para enamorarse de su propia imagen reflejada en un espejo de agua tal cual la transmite el poeta latino Ovidio en Metamorfosis III, 340-ss. Nos interesa proponer un enfoque interdisciplinario que permita ver los alcances y límites de la teoría psicológica en cuanto a su cotejo con el original en lengua latina. Nuestro enfoque aboga por la necesidad de hacer referencia a una interpretación propia, y no a la mediación que implica el manejo de meta-interpretaciones para quienes trabajan sobre las traducciones o los diccionarios de mitología. A fines de ejemplificar lo que estoy diciendo, baste citar a Fernando Martínez Cortés que en Ciencia y humanismo al servicio del enfermo, El cuerpo humano y sus múltiples significados, sin nombrar la fuente que está tomando, cuenta el mito de la siguiente forma: “Según el mito griego, Narciso era un hermosos adolescente que se enamoró de su propia imagen, reflejada en el agua de una fuente. Tanta era su pasión que no pudo contener el deseo de abrazarla, de besarla, y se arrojó de cabeza hacia el espejo de agua ahogándose en el acto. La parte final del mito dice que en el lugar nació una flor blanca que desde entonces se llama narciso”. También podemos comentar a André Green[1] que hace una interpretación de interpretación al tomar el mito del Diccionario de Mitología Griega y Romana de Pierre Grimal[2].


En contraposición, sostenemos como principio metodológico sobre la lengua y su aplicación en otras series vecinas la necesidad de insertar el mito en el contexto del Libro III de Metamorfosis en relación a otros personajes como el adivino Tiresias y Acteón, como así también en conexión a Pigmalión quien podría bien representar una forma paradójica del narcisismo, i.e. un amor por una parte propia pero no igual a sí. Finalmente, nos proponemos trabajar sobre las metáforas de la enfermedad del amor en torno a los problemas planteados acerca de una sexualidad dificultosa, tal cual se registra en el caso de Narciso, que sirva para reflexionar sobre la conexión entre literatura, amor y muerte.


Nuestro enfoque se basa en el tratamiento en lengua original del problema mitológico, o sea al conjunto de relatos que conciernen a los dioses y a los héroes cuya adhesión no comporta ningún carácter de exigencia ni de obligación puesto que no constituyen un cuerpo de doctrinas que fije una base de certezas indiscutibles[3]. El mito está emparentado con lo que hoy llamaríamos literatura y con la religión sin ser ninguna de ellas. Feeney, en su libro sobre literatura y religión en Roma, afirma que una teoría el mito que se preocupa por los orígenes verá su tarea como autentificadora de los mitos cuando rastree el pasado a su estado puro; pero esta búsqueda se hace a expensas de ver lo que el mito está realmente haciendo, o sea como trabajó en determinado momento[4]. El origen no debe ser identificado con el significado puesto que el mito no es un elemento transhistórico invariable ni esencial.


Si bien el origen del mito de Narciso es particularmente oscuro, la versión más difundida en Occidente es la que Ovidio nos transmite en el libro III de Metamorfosis. Narciso, hijo del Céfiso y de la ninfa Liríope, está inserto en una estructura mayor que lo enriquece y que tiene que ver con el motivo de la fatalidad de ver lo que no se debe, como es el caso de Acteón que ha visto a Diana desnuda- re-elaboración ovidiana de la versión calimaquea de por qué Tiresias es ciego- y Penteo quien profana con su visión los ritos a Baco, re-escritura de la obra de teatro Las Bacantes de Eurípides. Es a través del personaje del adivino de Edipo, Tiresias, que Ovidio inaugura lo que se conoce como ciclo tebano en el libro III con la disputa entre Juno y Júpiter en la que se consulta al vate, quien será, a su vez, el adivino de Narciso y Penteo[5]. Como vemos, el relato de Narciso es parte de un contexto caracterizado por el trabajo sobre la visión y la culpa de ver/conocer lo que no se debe, sobre el que Ovidio insiste en todo el libro de Metamorfosis. El adivino Tiresias les dice a los padres de Narciso que el niño llegará a viejo “si no se conoce” (v 348 si se non nouerit[6]), en una clara referencia al mandato del templo de Apolo Delfos “gnothi seauton” (conócete a tí mismo). Muchos hombres y mujeres estuvieron enamorados de él, pero nunca fueron correspondidos, entre ellos, la ninfa Eco que tampoco consiguió nada. Desolada por el rechazo, Eco se deja morir hasta metamorfosearse en solamente sonido (vv 399-ss vox manet, ossa ferunt traxisse figuram./…sonus est, qui vivit in illa [7]). Esta introducción del motivo de la ninfa, aparentemente agregado original del poeta Ovidio al mitologema, no es ocioso puesto que permite hacer hincapié sobre el concepto que engloba la frase “imago vocis”, palabra con la que en latín se designa el “eco” y que refiere a la doble ilusión que se produce a través del sonido y de la imagen que están condensadas en el concepto de poesía. La ninfa Eco es la personificación del reflejo acústico de la voz de Narciso (vv 368-ss:Tamen haec in fine loquendi/ ingeminat voces auditaque verba reportat[8]). Su aparición viene a enfatizar el motivo central del relato mítico, i.e. el tema de la ilusión (v 385: deceptus imagine vocis[9]). El Narciso de Ovidio es víctima de un doble engaño: ilusión acústica y óptica. Y es a través de la técnica del eco, del cual la ninfa es símbolo e instrumento eficaz, que el poeta latino imita el juego de reflejos sonoros en el cual Narciso queda enredado (vv 379-392 dixerat: 'ecquis adest?' et 'adest' responderat Echo. /hic stupet, utque aciem partes dimittit in omnis, /voce 'veni!' magna clamat: vocat illa vocantem. /respicit et rursus nullo veniente 'quid' inquit /'me fugis?' et totidem, quot dixit, verba recepit. /perstat et alternae deceptus imagine vocis /'huc coeamus' ait, nullique libentius umquam /responsura sono 'coeamus' rettulit Echo /et verbis favet ipsa suis egressaque silva /ibat, ut iniceret sperato bracchia collo; /ille fugit fugiensque 'manus conplexibus aufer! /ante' ait 'emoriar, quam sit tibi copia nostri'; /rettulit illa nihil nisi 'sit tibi copia nostri!')[10]. El motivo del espejo se reproduce con perfecta fidelidad mimética, una mímesis total que reproduce en los planos sintáctico, semántica, fonológico lo que ocurre en al nivel del contenido y manifiesta la especularidad del sentido en la especularidad fónica y sintáctica. En cuanto a la utilización del lenguaje del amor, se construye como ambiguo por definición, donde revela y oculta al mismo tiempo mediante sus reflejos, ecos y apariencias. Finalmente, Narciso es castigado por tantos rechazos con la maldición de enamorarse de sí mismo, con lo cual queda marcado un claro paralelismo con la ninfa amante en tanto ambos esperan obtener un amor deseado que nunca es correspondido (vv 433-ss quod petis, est nusquam; quod amas, avertere, perdes! /ista repercussae, quam cernis, imaginis umbra est: /nil habet ista sui; tecum venitque manetque; /tecum discedet, si tu discedere possis![11]). El castigo se ejecuta cuando un día Narciso se inclina ante un espejo de agua y ve su propia cara, a la que no reconoce como suya. La fuente le devuelve una imagen de la cual él queda prendado, (vv 446 –ss et placet et video; sed quod videoque placetque, /non tamen invenio'®tantus tenet error amantem® /'quoque magis doleam, nec nos mare separat ingens /nec via nec montes nec clausis moenia portis; /exigua prohibemur aqua! cupit ipse teneri: /nam quotiens liquidis porreximus oscula lymphis, /hic totiens ad me resupino[12] nititur ore. /posse putes tangi: minimum est, quod amantibus obstat. /quisquis es, huc exi! quid me, puer unice, fallis / quove petitus abis? certe nec forma nec aetas /est mea, quam fugias, et amarunt me quoque nymphae! /spem mihi nescio quam vultu promittis amico, /cumque ego porrexi tibi bracchia, porrigis ultro, /cum risi, adrides; lacrimas quoque saepe notavi /me lacrimante tuas; nutu quoque signa remittis /et, quantum motu formosi suspicor oris, /verba refers aures non pervenientia nostras! )[13]. Vernant afirma que las civilizaciones antiguas dan una importancia al contacto cara a cara que caracteriza la reciprocidad entre el ver y el ser visto: me veo en los ojos del otro que es mi cara a cara como él mismo se ve en el espejo de los míos: en el espejo donde yo me miro, veo que un rostro y un ojo me contemplan[14]. Confundido en la red entre la realidad y la apariencia, Narciso no sabe separarse de su otro Yo, paralizado por un amor intransitivo, y de allí en más permanece contemplando esa imagen hasta morir y convertirse en la flor a la cual da nombre (vv 509-510: croceum pro corpore florem /inveniunt foliis medium cingentibus albis[15] ). La seducción y la muerte son las características asociadas con Narciso y son un motivo recurrente en la elaboración literaria de mito, puesto que además “narké” es una flor narcótica vinculada a la esfera de la muerte y los ritos funerarios. Así, comprobamos que el motivo central en el relato de Ovidio no es tanto el amor a sí mismo sino la esperanza depositada en una ilusión que conduce a la muerte (v 416 spem sine corpore amat, corpus putat esse, quod umbra est[16]), lo cual lo diferencia en algún punto del Narciso de la psicología, patología que es definida como una noción que aparece por primera vez en Freud en 1910 para explicar la elección de objeto en los homosexuales que “se toman a sí mismos como objeto sexual, parten del narcisismo y buscan jóvenes para poder amarlos como su madre los amó a ellos”[17]. El ámbito de la moderna psicología analítica toma este mito como el paradigma de un importante fenómeno psicológico que se funda exclusivamente en el motivo del auto amor del personaje. Freud lo clasifica, tardíamente, como un fenómeno estructural del sujeto[18] que comienza a tomarse a sí mismo, a su propio cuerpo, como objeto de amor[19]; también afirma que el término narcisismo vale para aquellas personas que tratan a su propio cuerpo como a un objeto sexual, i.e. lo miran con complacencia sexual, lo acarician, lo miman, hasta alcanzar la satisfacción plena. Según afirma Hugo Mayer [20] en el narcisismo confluye una teoría de la constitución del sujeto, así como de la relación que se plantea con el objeto. El narcisismo sería el complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación de la que justificadamente se atribuye una dosis a todo ser vivo[21]. Freud indica [22]que se ama y se elige al objeto según a los siguientes tipos narcisistas:


a)A lo que uno mismo es (a sí mismo).
b) A lo que uno mismo fue.
c)A lo que uno querría ser.
d) A la persona que fue una parte del sí-mismo propio.


La lectura psicologista trabaja este mito alegóricamente, como lo hicieran antes los neoplatónicos sobre el motivo de la vanitas, por ejemplo Freud dice: “…cuando el desarrollo la hace hermosa <>, se establece en el una complacencia consigo misma que la resarce de la atrofia que la sociedad le impone en materia de elección de objeto. Tales mujeres sólo se aman, en rigor, a sí mismas, con intensidad pareja a la del hombre que las ama. Su necesidad no se sacia amando, sino siendo amadas, y se prendan del hombre que les colma esa necesidad. La importancia de este tipo de mujer para la vida amorosa de los seres humanos ha de tasarse en mucho. Tales mujeres poseen el máximo atracito…para los hombres, y no sólo por razones estéticas (pues suelen ser las más hermosas); también, a consecuencia de interesantes constelaciones psicológicas[23].” O por ejemplo en “…además estoy dispuesto a conceder que un número indeterminado de mujeres aman según el modelo masculino y también despliegan la correspondiente sobrestimación sexual[24]”. Más aun, el poder fijador del relato psicológico esteriliza las posibilidades de seguir consultando diferentes versiones puesto que reivindica la univocidad del mito y de su interpretación como así también el de una moral occidental patriarcal donde, como sostiene Hein Kohut a propósito de sus reflexiones sobre el narcisismo y la furia narcisista, “… un sistema de valores profundamente arraigado (que impregna la filosofía y las utopías sociales) exalta el altruismo y la preocupación por los demás y desvaloriza el egoísmo y la preocupación por uno mismo”[25]. El relato de Narciso desde esta perspectiva alegórica permite leer una idea de enfermedad como castigo apropiado y justo[26] tanto en el motivo de la incapacidad verbal de Eco, castigo de Juno (vv366-ss “huius” ait “linguae, qua sum delusa, potestas/ parva tibi dabitur vocisque brevissimus usus,”/ reque minas firmat.[27]), como así también en el supuesto “narcisismo” de Narciso producto de un castigo divino (vv 405-406 “si amet ipse licet, sic non potiatur amato!” diserta: adsensit precibus Rhamnusia iustis.[28])


Sin embargo, si Narciso fuera narcisista se enamoraría de la ninfa Eco puesto que ella repite sus propias palabras brindándole su propia imagen: vv 368-9 tantum haec in fine loquendi /ingeminat voces auditaque verba reportat[29]. Como habíamos marcado antes el texto deja bien en claro que Narciso quiere todo el tiempo ser otro (v 468 votum in amantem nouum, vellem, quod amamos, abesset[30]) y ama primero a una voz que no sabe que es él y segundo a un reflejo que lo engaña puesto que desconoce que es él mismo (vv463 iste ego sum: sensi, nec me mea fallit imago[31]). Narciso plantea entonces el drama de una identidad no deseada producto de advertir los peligros que conlleva una relación erótica donde el sujeto y el objeto son excesivamente cercanos, como se comprueba en muchos de los otros personajes de Metamorfosis que pueden ser interpretados a través de su prisma (Ifis, enamorada de otra mujer como ella – lo cual no es aceptado por la moral latina; Biblis, enamorada de su hermano; Mirra, enamorada de su padre; Orfeo, enamorado de hombres jóvenes tras la muerte de su mujer Eurídice; Pigmalión, enamorado de su obra; Hermafrodito, que rechaza a la ninfa Salmacis, trasformándose posteriormente en un único ser al ser fundido con el cuerpo de ésta, etc). De hecho, según Pausanias, Narciso estaría enamorado de una hermana gemela difunta, lo cual entabla una relación de parentesco con los otros relatos incestuosos antes mencionados. En cuanto al personaje de Pigmalión, la originalidad ovidiana radica en que éste ya no es un rey enamorado de una estatua de Venus, como aparece en otras versiones del mito, sino un artista escultor enamorado de su propia creación, lo cual dispara toda una serie de referencias a la auto-imagen que el artista crea de sí y en donde la obra de arte es un sustituto de la realidad y un consuelo para la soledad. Conocemos al otro con el que interactuamos fabricándolo en nuestro taller, creándolo y amándolo a nuestra imagen y semejanza como éste Pigmalión. Como se pregunta Vernant: “¿Cómo podría conocérselo si no fuera fabricándolo, haciendo de él una imagen…?[32]”. En Ovidio no es sólo el elemento erótico y su relación con lo mortuorio y lo inanimado, lo no-vivo, lo que caracteriza y une a estas dos historias sino la oposición central entre ilusión y realidad; en Narciso, la ilusorio y presunta realidad, y en Pigmalión, lo ilusorio y posteriormente real. Pero ambos se oponen en algo fundamental: Pigmalión quiere ser uno en otro (su estatua-identidad) mientras que Narciso quiere ser otro para estar en él (mismo-diferencia). Pigmalión deviene una segunda forma de narcisismo dada por la proyección del sí, el amor por otro similar al Yo, creado por el Yo: el amor por otra persona proyección del propio ideal[33] condensado en el símbolo de la estatua. El espejo en el que se ve Narciso traduce la paradoja del deseo erótico que apunta a encontrarnos en nuestra propia integralidad, pero que sólo se logra pasando a través de otro. El reflejo de Narciso nos muestra la tragedia del encuentro imposible del individuo consigo mismo. La aspiración a unirse supone al mismo tiempo que uno se aleje de sí, se desdoble, se aliene. La dimensión de ese cara a cara “narcisístico” es presentificar la dialéctica entre el Yo y su doble que es la fuerza de muerte que el hombre lleva dentro suyo. El individuo se busca y se encuentra en los otros en esa especie de espejos que son para él los demás: vv 457-ss spem mihi nescio quam vultu promittis amico, /cumque ego porrexi tibi bracchia, porrigis ultro,/ cum risi, adrides; lacrimas quoque saepe notavi/me lacrimante tuas; nutu quoque signa remittis/ et, quantum motu formosi suspicor oris, /verba refers aures non pervenientia nostras!/ iste ego sum: sensi, nec me mea fallit imago;/ uror amore mei: flammas moveoque feroque./ quid faciam? roger anne rogem? quid deinde rogabo? /quod cupio mecum est: inopem me copia fecit. / o utinam a nostro secedere corpore possem! / votum in amante novum, vellem, quod amamus, abesset[34]. Lo que la psicología lee en el arquetipo de Narciso como síntoma de una enfermedad es la manifestación disfrazada del poder del amar que si no es reconducido como un Pigmalión o un Orfeo conduce irreductiblemente a la muerte. Proponemos la figura de Narciso como el emblema-imagen de una concepción de la poesía de naturaleza ficticia cuya dimensión muestra la irreductible alteridad de la realidad. De hecho, en época helenística, la historia de Narciso ilustraba simultáneamente los prestigios del arte, a través de una interpretación alegórica, capaz de desrealizar la naturaleza donde la imagen parece más veraz que la realidad que figura y los peligros del simulacro esconden a la muerte en la belleza que enlaza. Narciso es la imagen de una poética de naturaleza ficticia, cuya dimensión muestra la irreductible alteridad de la realidad, donde el doble es una realidad externa al sujeto, inscripta en el mundo de lo visible pero que resalta su carácter extra-ordinario perteneciente a un más allá inaccesible.


La riqueza mitológica radica en el hecho de que los relatos míticos no tienen como función primaria tratar de darnos lecciones sobre temas burdamente resolubles, sino que presentan temas desconcertantes. Es precisamente ante la enigmática y provocadora ambigüedad de algunos mitos de donde surge su fuerza y perdurabilidad. Como afirma Calvino, “…toda interpretación empobrece el mito y lo ahoga; …La lección que podemos extraer de un mito reside en la literalidad del relato, no en lo que añadimos nosotros desde fuera[35]”. El hecho de que los mitos puedan afrontar simbólicamente la experiencia de un modo que no se deje superar por una simple sustitución de razonamientos lógicos o científicos es lo que explica que su poder de convencimiento, aun cuando siga siendo desconcertante, sea una de sus características inmanentes[36]. La esencia del mito consiste en parte en que sean insatisfactorios, como el Amor que no tendría tal intensidad si no existiera la posibilidad de la fractura: es en ese intersticio aporético donde radica su fuerza. Ovidio nos hace ver como el trabajo mítico es universalizante y no universal porque su energía transcultural no está suelta sino que está situada en un tiempo y un espacio que la “vulgarización” hecha por las definiciones arquetípicas que la psicología propone hacen perder el interés de ir a buscar la propia interpretación mítica en los textos y sus intertextos.


Quizás sea ésto lo maravilloso del mito: mientras tenga interlocutores, jamás se agotará, siempre estará velando por nosotros y esperándonos para que le demos un nueva resignificación no importa cuán alejada se encuentre ésta de la función original que tuvo, si es que realmente alguien se atreve a decirnos cuál fue.


Leonor Silvestri. 2003. Todas las traducciones son de la autora.


[1] Green, A. Narcisismo de vida, narcisismo de muerte. Amorrortu Editores. Buenos Aires. 1993:74.
[2] Grimal, P. Diccionario de Mitología Griega y Romana. Paidós. Buenos Aires. 1997.
[3] Vernant, J. P. Entre mito y política. Fondo de cultura Económico. DF: 2002:100-101.
[4] Feeney, D. Literature and Religion in Rome. CUP. 1998: 57.
[5] Rosati, G. Narciso e Pigmalione, Illusione e spettacolo nelle Metamorfosi de Ovidio. Sansoni Editore. Firenze.1983:21.
[6] Ovid. Metamorphoses. Editor Millar, F. Harvard. London. 1946.
[7] “…la voz permanece, los huesos se transformaron en piedra… el sonido vive en ella”
[8] “Ella gemina los sonidos en el final del discursos y duplica las palabras oídas.”
[9] “engañado por el eco”
[10] “¿Aquí hay alguien?” Y Eco respondió “Hay alguien”. Él se queda estupefacto, lanza sus ojos a todas partes y con fuerte voz grita: “¡Veníte!”. Ella llama al que la llama. Narciso vuelve a mirar y como nadie viene pregunta: “¿Por qué huís?”, y cuántas veces habla, tantas otras recibe sus propias palabras. Persiste y engañado por la reproducción de la otra voz dice: “Aquí juntémonos y esto acabemos”. Eco, que nunca habría de responder más feliz a un sonido, dice: “¡Acabemos!”. Ella misma favorece con sus palabras y saliendo del bosque, lanzaba sus brazos al esperado cuello. Huye él y al huir dice “¡Alejá las manos del abrazo! Moriré antes de que mi riqueza sea tuya “; y ella no devuelve nada si no “Que mi riqueza sea tuya”.
[11] “Lo que buscás no está en ninguna parte: lo que amás, apartáte, lo perderás! Ésta que ves es la sombra de tu imagen reflejada: no tiene nada de sí; con vos viene y se queda; con vos se aleja si sos capaz de alejarte!”
[12] “resupinus” quiere decir tanto tenderse boca arriba de espaldas, lo cual indicaría el movimiento del reflejo del agua, como “altanero, orgulloso y afeminado”.
[13] “Me agrada y lo veo, pero lo que veo y me agrada, sin embargo no lo encuentro - tanto se equivoca el enamorado- y para que mi dolor sea más grande, no nos separa el ancho mar ni el camino, ni las montañas, ni las murallas de puertas cerradas; ¡un poco de agua nos aparta! El mismo desea ser tomado, pues cuántas veces aproximo mis besos a las límpidas aguas, tantas veces él apoya hacia mí su boca tendido de espaldas. Creerías que se puede tocar, nada es lo que detiene a los amantes. ¡Quién quiera que seas, vení acá! ¿Por qué me engañás, muchacho único, y a dónde te vas al ser buscado? Por cierto que ni mi aspecto ni mi edad es la razón de la que huís, a me amaron incluso las ninfas. Ignoro que esperanza me prometés con tu rostro amigo, y cuando te extiendo mis brazos, a su vez vos los extendés, cuando río, aprobás riéndote, también a menudo noté que vos también llorabas cuando yo lloraba, contestás también a mis señas con gestos y cuánto sospecho por el hermoso movimiento de tu boca contestando con palabras que no alcanzan mis oídos.”
[14] Vernant. Ibidem: 199-200.
[15] “…en el lugar de su cuerpo encontraron una flor amarilla, con pálidas hojas rodeaba el centro.”
[16] “ama una esperanza sin cuerpo, cree que es un cuerpo lo que es ficción”
[17] La Plache, J. y Pontalis, J. B. Diccionario de Psicoanálisis. Ed. Labor, España, 1968:138
[18] Rosati, G. ibidem: 20.
[19] La Plache, J. y Pontalis, J. B. ibidem.238
[20] Mayer, H. Narcisismo. Ed Kargieman. Buenos Aires. 1982:9.
[21] Freud, S. Obras Completas. Ed. Biblioteca Nueva. Madrid. España. 1973: 71-72.
[22] Freud. Ibidem:87
[23] Freud, S. ibidem: 86.
[24] Freud, S. ibidem: 86.
[25] Kohut, H. The Search for the Self. IUP. NY. 1978:436.
[26] Sontag, S. La enfermedad y sus metáforas y El sida y sus metáforas. Taurus. Argentina.
1996: 49.
[27] “Hera dijo: ‘De esta lengua con la que fui engañada te concederé un muy pequeño poder y un brevísimo uso’. Y con hechos afirma las amenazas.”
[28] “ Dijo: ‘Si le está permitido amar, que no pueda tener lo que ama”. Y la Rammusia asintió los ruegos.”
[29] “aquella duplica los sonidos del final del discurso y repite las palabras oídas.”
[30] “Un deseo original en un amante, quisiera que lo que amo estuviera lejos.”
[31] “Este soy yo: me doy cuenta, y no me engaña mi imagen.”
[32]Vernant, P. ibidem: 27.
[33] Rosati, G. ibidem: 66.
[34] Ignoro que esperanza me prometés con tu rostro amigo, y cuando te extiendo mis brazos, a su vez vos los extendés, cuando río, aprobás riéndote, también a menudo noté que vos también llorabas cuando yo lloraba, contestás también a mis señas con gestos y cuánto sospecho por el hermoso movimiento de tu boca contestando con palabras que no alcanzan mis oídos. Ese soy yo: me doy cuenta, y no me engaña mi imagen. Me quemo por el amor a mí, avivo y sufro las llamas. ¿Qué haré? ¿Seré rogado o rogaré? ¿Entonces, qué rogaré? Lo que deseo está conmigo, Mi riqueza me hizo pobre. Ojalá pudiera separarme de mi propio cuerpo. Un deseo original en un amante, quisiera que lo que amo estuviera lejos.
[35] Calvino, I. Seis Propuestas para el Nuevo Milenio. Siruela. Madrid. 1998: 20.
[36] Buxton, R. El Imaginario Griego, los contextos de la mitología. Cambridge University Press. Madrid. 2000: 200-201.

lunes, 1 de octubre de 2007

Traduccion del Poema 16 de Catulo


Yo me los voy a culear y voy a hacer que ustedes me chupen la pija,
a vos Aurelio, culo roto, y a vos Furio, que sos una loca bailarina,
Ustedes, que a partir de mis versitos, porque son delicaditos,
opinaron que yo soy un desvergonzado.
Pues, el poeta, él mismo, tiene que ser respetuoso y recatado,
pero no hace falta que lo sean sus versitos;
que finalmente tienen sal y pimienta si son delicaditos y desvergonzados,
y también si pueden provocar aquello que excita,
-no digo a los jóvenes- sino a esos peludos
que no pueden mover sus pijas.
Ustedes, porque leyeron mis “muchos miles de besos”,
¿me creen menos macho?
Yo me los voy a culear y voy a hacer que ustedes me chupe la pija.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Sulpicia


De musa a poeta. SULPICIA en capital romana.[1]
Leonor Silvestri. leonorsilvestri@yahoo.com.

Para mis versos escritos tan temprano
Que ni sabía yo que era poeta
Brotados como gotas de la fuente
Como chispas de cohetes

Como pequeños diablos irrumpiendo
En el templo, donde rige el sueño y el incienso;
Para mis versos sobre la juventud y la muerte
Para mis no leído versos,

Dispersos, llenos de polvo, en librerías
Donde nadie los compra, ni los compraba…
Para mis versos, como para noble vinos,-
Su turno llegará.

Mariana Tsvietátieva

I
Si yo dijera que el papel de la mujer en la literatura antigua es casi inexistente todo el mundo, o casi, estaría de acuerdo. Esto ocurre debido a la confusión entre cantidad conservada y calidad. De las mujeres, sólo Safo ha logrado incorporarse al canon de la literatura grecolatina y eso si aceptamos como críticos dar por finiquitada la cuestión de la sexualidad de su Yo poético que nos serviría para pensar el autobiografismo en la antigüedad (y no sólo como testimonio rudimentario de si había o no mujeres homosexuales en la Hélade). Todavía recuerdo como se me dijo que Safo no era de ninguna manera gay porque tenía hijos y marido, después de habérseme insistido machaconamente en la profesión de mercenario de Arquíloco tal cual estaba atestiguado por sus poemas; o sea: ¿un poema puede ser leído en clave biográfico-confesional y otro no? Parece que eso depende de qué diga el poema. La afirmación “no hay mujeres que escriban en la antigüedad” es sólo cierta a medias. ¿Acaso no existen fragmentos de poetas griegas (Nossis, Corina, Anyte, Praxilla, Telessila[2]) que no son generalmente estudiadas por escasas cuando se elaboran teorías, se otorgan becas y se aprueban proyectos que tienen como objeto de estudio a profusamente fragmentados autores varones? Sin embargo, mientras Safo exista tenemos que sostener la posibilidad de que las mujeres sí escribieron en la antigüedad. Cómo, cuánto y en qué medida, esa es otra cuestión. Pero si vamos a desestimar a las mujeres escritoras de la antigüedad por pocas entonces no deberíamos estudiar a Alfonsina Storni o Nora Lange[3].
Esta situación no es privativa de los estudios del mundo grecolatino, sino también de la literatura contemporánea y moderna. Simplemente compárese en cantidad cuantos autores se estudian en la carrera de Letras de la UBA con la cantidad de autoras y la diferencia salta a la vista. Una respuesta casi inmediata sería que se estudian menos mujeres porque son menos, lo cual es, otra vez, inexacto, puesto que las mujeres no somos una minoría, sino una mayoría que no está en condiciones de igualdad contra una minoría (varón, blanco, burgués) que se encarga de administrar los bienes simbólicos y materiales de todos. La otra respuesta tiene que ver con la calidad literaria de las mujeres: se piensa usualmente que las escritoras no son tan buenas autoras como sus pares varones. Y es en esa instancia donde se logra legitimizar la inferiorización de la mujer en la literatura y no mediante en el exhaustivo análisis consensuado de su producción. A través del borramiento de su lugar dentro de la cultura letrada se logra afirmar lo que no es nunca una verdad sin más. Otra vez, no hay mujeres en la literatura porque son peores escritoras que los varones. Suena a una afirmación que se auto-realiza, que se auto-cumple. No estudio a las mujeres escritoras porque no las hay, no las hay porque no son buenas o no podían escribir, entonces no las estudio. No hay mujeres en la literatura antigua porque se les resta poder a su literatura, como estoy segura ocurre en el caso de Sulpicia, la única mujer conservada que escribió en Roma, porque se la vuelve invisible como productora de cultura letrada. Es fácil ver como Sulpicia desaparece de los programas de latín de la universidad, es también fácil ver como ni siquiera se la llega a nombrar así más no sea como contra ejemplo. Los intereses de la literatura clásica en la Argentina están cada vez más alejados de la investigación que tenga por objeto la escritura de las mujeres que no es lo mismo que el discurso masculino acerca de la mujer, como lo evidencia la clara conciencia de esos libros que en nuestro país suponen presentar un interés por el mundo de las mujeres[4]. La mujer o las mujeres se constituyen como dominio aparte, separado de los estudios sobre los otros grupos sociales. Como dice Gillian Clark “¿se puede hoy escribir la historia de la Antigüedad haciendo abstracción de la “historia de las mujeres?”[5]. ¿Pero que significa hacer historia sobre la abstracción de los temas, los métodos y las problemáticas que la “historia de las mujeres” ha suscitado? Puesto que la escritura es un oficio de varón desde su género morfológico entonces no hace falta estudiar la escritura de mujeres porque no escribían literatura. Esta tendencia implica volver invisibles las formas públicas de escritura que las mujeres han ejercido durante mucho tiempo y siguen ejerciendo. De hecho, en esos pocos acontecimientos editoriales donde se estudia el discurso femenino en la literatura grecolatina no hay una sola ponencia que se dedique a la única mujer conservada que escribió literatura en Roma. Se habla del discurso de Cintia, el discurso de las mujeres, el discurso femenino en… etc. En cambio, los estudiosos de la literatura griega suelen presentar abundante interés al menos por Safo. Más aun, parece que las mujeres modernas argentinas suelen no poder parir solas este tipo de libros puesto que se invita a participar a un selecto grupo de varones, catedráticos sin duda alguna de primer nivel, quienes garantizan que el libro no sea “feminista” (palabra que bien hacen en no mencionar, porque interesarse por las diferencias genéricas no implica de modo alguno querer cambiar la sujeción de la que las mujeres son víctima o ni siquiera no estar de acuerdo con ella) y que su nivel sea realmente bueno, para que nadie diga que es un aquelarre en vez de una obra crítica. Por otra parte, no se dedica una sola comunicación a los otros géneros femeninos, a saber la representación del lesbianismo en la antigüedad, como si eso no fuera parte de lo que se dice acerca de las mujeres.
Este tipo de velos, mejor dicho de operaciones de tendido de velos, son los que impiden ver si realmente tal funcionamiento operaba en su momento histórico, suponiendo al menos que Sulpicia era miembro de una “sociedad” de escritores, a saber, El Círculo de Mesala. Las preguntas que inmediatamente afloran en mi mente y que los estudiosos del período (de Tibulo, de Ovidio, etc.) no me saben responder con el rigor que sí me pueden responder otros interrogantes intertextuales, es ¿hasta qué punto Sulpicia era considerada una “mascota” por sus pares varones, no era considerada para nada, era una rara avis, o se la tenía en cuenta en la trama de los textos de los otros poetas? Retomaré esta cuestión más adelante porque depende de estas respuestas poder empezar a considerar si cantidad de textos hasta ahora sin autor no habrán sido escritos por mujeres.
La primera parte de este trabajo será asentar nuestras bases teóricas para afirmar como ese “borramiento” del papel de la mujer dentro de la cultura letrada grecolatina por parte de los estudios modernos es una construcción y no una situación resultado de una verdad fáctica que se entiende como que las mujeres no escribían literatura o, si lo hacían, no vale la pena estudiarlas dentro del marco de la crítica literaria por la calidad de su material y entonces quedan como documento (en el mejor de los casos) para otras disciplinas. La segunda parte tendrá que ver con dar a conocer a Sulpicia como poeta del s I a C, miembro de un grupo de poetas con los que dialogaba intertextualmente y esto a partir del estudio formal de su breve pero denso corpus de poemas conservados al día de hoy. Sulpicia no será ni vista en esta comunicación en los términos que plantea Alison Keith[6], como “evidencia” para abrir una instancia alternativa acerca de la sexualidad en Roma, sino en su dimensión estilística.
No obstante vale la pena aclarar que hablar la experiencia de la literatura de mujer en la antigüedad grecolatina significa un acto de propia afirmación y empoderamiento (empowerment) que implica hacerlo desde la variedad lingüística en que la autora, o sea yo, hablo, pienso, siento y sufro: el español del Río de la Plata, bajo el sociolecto, el idiolecto y el cronolecto que me caracterizan como la mujer que nací y he llegado a ser. Este estilo de escritura, que bien puede molestar a más de un o una purista, es el mismo que autoras tales como Irgaray, Kristevas o Cixous en el francés, el feminismo de la igualdad, la diferencia, lesbiano, negro o chicano en Estados Unidos, de claro corte intimista, utilizan en sus comunicaciones académicas y de divulgación, sin diferenciación taxativa.

Para nosotras la tierra prometida no reside en la universalidad serena e indiferenciada de los textos,
sino en el tumultuoso e intrigante desierto de la diferencia misma.
Elaine Showalter

II
Podemos comenzar por hacer notar cómo los valores imperantes de nuestra sociedad (androcéntrica) se reproducen al interior de la práctica literaria y de su estudio, y se reproduce así la segregación de la que, estoy segura, son víctimas esas mujeres que coordinan los grupos de investigación y las cátedras de latín y griego mediante el establecimiento de una jerarquía donde se llega a realizar estudios de género y publicar libros bajo ese tema sin ni siquiera mencionar que al menos hubo una mujer que escribió literatura en Roma a la par de los varones, o sin siquiera demostrar lo contrario, como si no fuera necesario, naturalizando la construcción de ese “no hace falta”. Partimos todos de la base de que puesto que Sulpicia es mujer, y que como sólo hay un breve corpus entonces es lógicamente más pobre. Se la pesa no se la sopesa. Con Sulpicia no hemos llegado ni donde se ha llegado con otros escritores: a fundamentar su “inferioridad”, en la cual de más está decir yo no creo, filológicamente hablando.
Entonces, nuestro primer presupuesto fuerte es que hay que considerar “… la operación de construcción de sentido efectuada en la lectura (o la escucha) como un proceso históricamente determinado cuyos modos y modelos varían según el tiempo, los lugares y las comunidades”[7]; lo cual justifica que al estudiar los poemas de Sulpicia no se puede aislar su análisis de la cultura de la que forman parte los modelos críticos que se están utilizando para enfrentarse a su corpus puesto que la construcción de significado ocurre, como creemos, en la instancia de la recepción; pero no sólo a nivel interpretativo individual sin duda productor de significado, sino al nivel de la(s) teoría(s) que construyen de antemano incluso esa recepción interpretativa. Lo que estoy queriendo decir es que la aceptación o no de los poemas de esta autora o de las cuestiones que giran en torno de ella más tienen que ver con el marco teórico previo que luego se utilice para enfocarla, lo cual permite ver, o no, determinados aspectos; marco teórico que en muchos casos sólo funciona como una falsa conciencia automática. Por otra parte, si queremos acercarnos a la escritura de la mujer en la antigüedad debemos recordar antes que todo y principalmente, como nos dice Bourdieu, que lo “… que en lo que la historia aparece como eterno sólo es el producto de un trabajo de eternización que incumbe a las instituciones (interconectadas)…”[8]. Esto nos permite dudar si habrá sido tal cual como nos quieren hacer creer aquello de que no hubo mujeres escritoras en la antigüedad. Quizás sea ahora que no hay escritoras de la antigüedad, pero si las hubo. ¿Cuánto tendrá que ver la construcción posterior de ocultamiento de estas mujeres escritoras que aun no ha terminado, y del cual tenemos que estar al sobre aviso? Con esto no quiero decir que había tantas mujeres escritoras como varones, ni que las niñas griegas y romanas recibían la misma educación literaria que sus pares varones, tan sólo estoy simplemente conjeturando que quizás no estemos dispuestos a barajar la variable de que las mujeres en la antigüedad sí escribieron literatura como escritoras. La violencia simbólica que sufren las mujeres escritoras de la antigüedad (y no sólo ellas) es mucho más efectiva que otro tipo de violencias porque es “…violencia amortiguada, insensible, e invisible para sus propias víctimas, que se ejerce esencialmente a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y del conocimiento, más exactamente, del desconocimiento...”[9]. Como dijimos antes, incluso las víctimas de tal violencia simbólica, en este caso las mujeres modernas, muchas veces se convierten en vehículo y medio activo de la misma violencia para con otras mujeres vivas y muertas. Por eso no creo que sólo las mujeres puedan teorizar su opresión puesto que si esas mujeres no tienen conciencia de género difícilmente experimenten la opresión aunque la estén viviendo. Las mujeres se quedan afuera de la historia y su literatura fuera del análisis no siempre a causa de las conspiraciones “malignas” de los varones sino porque a muchas mujeres les gusta pensarse en términos centrados en el varón y su literatura y siguen pensando, aunque no lo digan porque les dé vergüenza, que la ciencia es más importante que las disciplinas humanísticas (y por eso está perfecto que en un país pobre como el nuestro cualquier cosa que maneje casuística y estadística reciba más subsidios que el arte y la literatura), que los varones son más aptos para estudiar ciencias que las mujeres que se deben conformar con las disciplinas humanísticas (junto con los varones homosexuales y/o “débiles”), y que la literatura fundamental de todos los tiempos es un asunto de varones. Por eso, a diferencia de Patrocinio Scheweickart que nos dice que “La mujer misma debe hacerse cargo del estudio de la mujer”[10], yo soy más pesimista y me pregunto para qué cuando algunas de nosotras no han llegado, ni nunca lo harán, a la conciencia de género.
Pauline Pantel nos cuenta que Marilyn Skinner cuestiona “…en un tono no exento de provocación, si las feministas deben perder tiempo en estudiar la represtación androcéntrica de las mujeres como Otras, representación forjada exclusivamente por los varones”[11]. La idea entonces es no sólo insertar a Sulpicia, que aquí vale como muestra de estudios sobre la mujer y su escritura en la antigüedad grecolatina, en la globalidad de la historia sino también crear un aparato teórico que dé cuenta de su historia literaria y de sus relaciones sociales. No es evidente para todos quéquiere decir “sociales” cuando hablamos de relaciones sociales de sexo, o sea que la dominación de las mujeres es una expresión, entre otras, de la desigualdad de las relaciones sociales y que se puede comprender, estudiar y determinar sus mecanismos, para combatirlos en última instancia puesto que no son ni universales, ni naturales, ni eternos. En nuestro país, dentro de los estudios clásicos, el término gender (género) suele sólo utilizarse para designar el simple hecho de que hay varones y mujeres, como división sexuada, descriptiva y neutra mientras que para Joan Scott, el uso del término gender sirve para negar el determinismo biológico implícito en el uso de sexo y diferencia sexual [12]. El cambio de categoría de sexo a género permite explorar el condicionamiento socio-histórico, cultural, literario y las representaciones de los seres humanos de manera más significativa.
Son muchas las estudiosas (Cullham, Wagner, Lissarrague, etc) que instan a rever el modelo de público/varón vs. privado/mujer, repensando cuál sería la percepción de las mujeres de esos dos espacios, poniendo a prueba el modelo vigente de oposición entre un espacio doméstico/femenino y un espacio público/masculino. Josine Blok muestra cómo la manera en la que concebimos el lugar de la mujer antigua deriva de la distinción moderna entre lo público y lo privado[13]. Hablar en términos de género es comprender que hay construcción apuntalada en el falso determinismo biológico sobre la diferencia dicotómica de los sexos que contagia todas las otras esferas de la vida de los sujetos, implicándolas. Por tanto, la crítica literaria feminista debería desarrollarse hacia la creación de nuevos modelos teóricos que estudiaran la experiencia de la mujer desde el análisis de los sujetos lingüísticos y el problema del lenguaje para ver como las mujeres ganan control sobre el lenguaje masculino más que analizar la experiencia masculina para tratar de entender la presentación de las mujeres en sus textos[14]. Asimismo, deberíamos aceptar, al analizar las carreras literarias de las escritoras, que existen factores históricos y políticos que imponen cierta construcción literaria de los cánones [15] literarios y de pensamiento. Reclamar, recordar y dar voz a nuestras predecesoras cuya experiencia literaria ha sido suprimida, olvidada, distorsionada o desaparecida no es una cuestión menor, especialmente para países como los nuestros, con miles y miles de voces ausentes, desde pueblos originarios hasta generaciones enteras de luchadores.

It would be worth ten years of a man’s life to translate Catullus, or Ovid, or perhaps Sulpicia
Ezra Pound

III
El llamado Ciclo de Sulpicia ha llegado hasta nuestros días en el corpus de poemas del poeta elegíaco Tibulo, más exactamente forma parte del libro III de este poeta, y consta de un grupo de poemas (13 al 18) a modo de epístolas literarias breves o epistulae amatoriae. Estos poemas se encuentran colocados en una “gran bolsa de gatos” llamado Corpus Tibullianum, donde también se encuentran otros 4 poemas (8-12), cuya autora/ autor no conocemos, y que la tienen a Sulpicia como tema y personaje principal. Luck[16] cita la opinión de Lachmann de que el Corpus Tibullianum fue publicado a partir de los “archivos” de Mesala como una especie de memorias, “the bad and the mediocre together with the good”. Ceri Davies se refiere a este tercer libro como el de “minor littérateurs” que escribieron “unambitious poems”[17].
Sulpicia ha sido perfectamente identificada como la hija de Servio Sulpicio Rufo y de Valeria, hermana de Mesala Corvino. Huérfana de padre, su tío, Mesala, fue su tutor, lo que aparentemente le permitió estar en el epicentro de la creación literaria de su momento sumado a una posición privilegiada en cuanto a su libertad y la holgura de su condición económica. Sulpicia pierde en general las características propias del género literario al que pertenece porque suele ser sacada de su grupo literario puesto que es considerada, el mejor de los casos, una autora “menor”. Davies[18], a pesar de que afirma que los poemas más interesantes del Corpus Tibullianum para iluminar las relaciones dentro del grupo son los de Sulpicia, los define como de un nivel “unambitious” (“sin ambición), “uninhibited” (desinhibidos), con un tratamiento no académico, “light poetry” (poesía ligera) , de una importancia “so personal” (tan personal) que no se pude suponer que intenten nada más que escribir poesía como un pasatiempo y como “ephemeral dilettantism[19]” (efímero diletantismo). ¿Por qué la poesía de esta nena (“girl”, tal cual la llama Davies), puede ser calificada de esta manera es una cuestión que el crítico no menciona? El discurso de Sulpicia ha sido raramente mencionado en los debates sobre la ideología agustal de la sexualidad quizás porque la perspectiva acerca de las mujeres es frecuentemente considerada bajo la historia de las ideologías de los varones[20]. Sin embargo, debemos aceptar que los poemas de Sulpicia son, nos guste o no, lo único que nos queda escrito por una poeta acerca de la sexualidad y el amor en la antigua Roma. Hallet afirma, basándose en el estudio de las inscripciones en las tumbas latinas, que “Women were not as a rule admired for their individual qualities, much less permitted to function autonomously or esteemed for so doing[21]”. Sin embargo, creo poder afirmar que aun hoy desafiar las expectativas de la que, en última instancia, es todavía una sociedad desigual e hipócrita sigue sin ser apreciado y de allí que no se estimule el estudio y re-descubrimiento de esta poeta.
Por otra parte, Sulpicia presenta otra característica interesante que ha hecho y sigue haciendo confundir las bases teóricas para el análisis de su obra, a saber: la aparición de su firma, “Sulpicia”, de su momento autobiográfico, y la de su amado, “Cerinthus”, al estilo de los elegíacos. ¿Pero se puede considerar la poesía de Sulpicia como autobiográfica? Además su falta de afectación, la sencillez de su estilo y el carácter arcaizante de su lenguaje han hecho que se compare este reducido, pero exquisito corpus, casi desconocido por el público general, con estilo del gran maestro y antecesor de los elegíacos, Catulo, comparación que le juega en contra para discernir está cuestión autobiográfica entre Sulpicia autora y Sulpicia Yo poético.

Tout ceci doit être considérê comme dit pour un personnage de roman.
Roland Barthes
IV
Paul Veyne[22] es el encargado de recordarnos que aquellas ponencias que tratan los poemas de Sulpicia como “evidencia” para volver a pensar la sexualidad femenina en Roma se olvidan del presupuesto básico del Yo poético a saber, que siendo la literatura una institución, el que habla dentro de tal institución lo hace no tanto para contarnos acerca de su vida sino para convertirla en un poema[23] puesto que el sujeto que escribe no es el Ego empírico. Sulpicia autora tiene clara percepción de su labor poética como lo demostraremos principalmente mediante el análisis del nombre “Cerinthus”, elección estética de un partenaire poético que da una instrucción de uso para anclar al lector activo en una interpretación. Sulpicia pone delante de nuestros ojos el espectáculo de verdad de una manera tan magistral que aun hoy es tomado por verdadero y no por verosímil, del mismo modo que Catulo y su Lesbia. Puesto que entendemos la literatura no como un sistema de comunicación sino un instrumento de acción, este “pacto autobiográfico”[24] sirve para sentar las bases de una poética. Sin embargo, esta confusión entre firma de sesgo elegíaco y confesión es la que ha hecho afirmar a muchos que esos poemas no eran de una mujer.
Ahora bien, las tesis que afirman que Sulpicia fue una autora latina que pertenecía al mismo grupo literario que Tibulo, llegan a decir que Tibulo ve el potencial literario de la historia de Sulpicia (ya ni siquiera el potencial literario de los textos de Sulpicia) y los “re-escribe”, como quien le saca una idea buena a una alumna tonta que no la sabe utilizar. Nadie piensa ¿Y si fue al revés? ¿Si Sulpicia tomó el potencial de la historia que cuentan los poemas de III, 13-18 y los re-escribió en III, 8-12? ¿O si ella escribió los poemas 8-12 y después de los 13-18? Estas cuestiones no están dirimidas ni a favor ni en contra porque nadie, hasta donde yo sé (y si alguien sabe de un tesis sesuda sobre este tema no tiene más que contactarme, muero por leerla) se ha atrevido a hacerse esta pregunta, cuando en general son los poetas jóvenes los que toman a los maduros y no al revés, cuando Sulpicia muestra claros indicios de estar tomando a otras poetas griegas (Nossis, por ejemplo, como analizaremos más adelante) o a Virgilio según lo cree Alison Keith[25] y a los elegíacos? ¿Por qué no suponer que Sulpicia re-escribe a Tibulo? Por supuesto, yo no estoy filológicamente capacitada para ni siquiera conjeturar posibilidad tal, pero esta opción, creo, no ha sido ni considerada por quienes sí lo están. Ocurre que esos poemas que la tienen a Sulpicia como protagonista pero no fueron escritos por ella, la crítica especializada tampoco se los adjudica a Tibulo, entonces ¿de quién son? Prefieren suponer que son de un poeta que no conocemos, y siempre es “un”. Como dice Davies, los poemas de Sulpicia son el punto de partida para que “an unknown author (clearly familiar with the affaire of Messalla’s households…arranged the treatment of this theme[26]”, “Auctor de Sulpicia” cuyos poemas considera más “polished[27]” (pulidos). La falta de re-ordenación de los textos de Sulpicia (que a simple vista han sido transmitidos de manera incorrecta, puesto que la historia comienza por el final), sumado a la falta de ediciones eruditas independientes de Tibulo, habla del estado actual de sumisión del texto de la escritora.



Je est un autre.
Rimabud.
V
Sin embargo, el interés por Sulpicia a solas es tan reciente que es difícil sacarla del puro dato biográfico. Sus textos son es generalmente tratados en términos antropológicos y rara vez estilísticos. Ahora bien, sin negar los análisis de Sulpicia como evidencia, ¿cuándo llegará para los poemas de Sulpicia la hora de ser trabajados desde lo literario? Más aún, fuera de la cuestión de la sexualidad de las mujeres en Roma, alrededor de ella podrían tratarse una serie de interrogantes a saber: qué relación podía tener una autora antigua con su público, cómo produciría, cómo se relacionaría con la cultura popular siendo ella de la clase alta, y cómo establecería la jerarquía de géneros literarios entre otros muchos temas posibles
Anahí Mallol[28] afirma que hay poéticas que pueden ser pensadas a partir de una imagen que las sintetiza sin simplificarlas, una imagen que da cuenta de su densidad efectiva (formal, perceptiva, afectiva, conceptual), una imagen equivalente a un poema. Esta es la función que sostengo para la aparición del nombre “Cerinthus” en el corpus de Sulpicia cuya relación etimológica con las abejas, la miel y la cera debe haber tenido una obvia atracción para una poeta del período agustal. Seguimos en nuestro análisis a David Roessel quien hace notar que está elección no puede ser ni casual ni verdadera, sino simbólicamente determinada por sus implicancias estéticas al estilo de los nombres por motivos literarios y programáticos como Lesbia, Delia, Cynthia o Corina[29]. El nombre del “puer” elegíaco de Sulpicia funciona como evocación, invocación y conjuro de las cosas reconciliadas y de las hostiles, los temas y las operaciones sobre los que va a concretarse esta escritura, todos elementos conflictivos en la constitución de la identidad de una escritora en Roma, como fuerza disruptiva del status quo y de la vida pública preestablecida no tanto por ser mujer que escribe sino por cómo escribe y concibe la literatura una mujer.
Cerinthus, nombre mencionado en los poemas 14 y17, evoca el motivo de la miel de abejas dentro de una larga tradición poética. Las abejas proveen un vínculo natural entre la miel y la cera o entre la tradición Griega y la tradición poética a la cual Sulpicia quiere adscribirse por carácter negativo. Las abejas y la miel son asociadas con las canciones homéricas y una boca llena de miel era el complemento de la performance oral[30]. Sin embargo, en Semónides y su catálogo de las mujeres, relacionado con Hesíodo, el último arquetipo femenino es el de la mujer como abeja, mujer del ámbito privado, del oikos y del endon, única mujer a la cual el poeta griego le reconoce alguna virtud (Frg: 7.83-ss: th\n d' e)k meli¿sshj: th/n tij eu)tuxeiÍ labw¯n:/kei¿nhi ga\r oiãhi mw½moj ou) prosiza/nei,/qa/llei d' u(p' au)th=j ka)pae/cetai bi¿oj,/fi¿lh de\ su\n fil4e/o4nti ghra/skei po/sei/tekou=sa kalo\n kw©noma/kluton ge/noj./ka)ripreph\j me\n e)n gunaiciì gi¿netai/ pa/shisi, qei¿h d' a)mfide/dromen xa/rij./ou)d' e)n gunaiciìn hÀdetai kaqhme/nh/oÀkou le/gousin a)frodisi¿ouj lo/gouj./toi¿aj gunaiÍkaj a)ndra/sin xari¿zetai/ Zeu\j ta\j a)ri¿staj kaiì polufradesta/taj)[31], una mujer opuesta a lo que Sulpicia representa poéticamente. La cera es también muy importante para los poetas romanos puesto que las tabletas que se escribían estaban cubiertas con ella y la palabra “cera” funciona como metonimia de las “tabellae” que Sulpicia menciona para referirse a sus escritos (13, 7: “signatis …tabellis”. La cera es el sirviente del poeta que quiere triunfar en la escritura erótica mediante la creación y la diseminación de las palabras. Cerinthus será el medium que tiene Sulpicia para lograr su fama poética y une un programa poético al estilo de Catulo que rinda tributo mediante el nombre de su musa inspiradora, a la tradición y al talento individual[32] y a la circulación de esos poemas. La cera es además, según Ovidio, la cómplice de los propósitos de aquel que quiere conquistar y triunfar en la militia amoris (Ars Amatoriae I 437-440: cera uadum temptet rasis infusa tabellis,/ cera tuae primum conscia mentis eat/ blanditia ferat illa tuas imitataque amantum/verba, nec exiguas, quisqui es, adde preces[33]). Estas últimas palabras (imitataque amantum verba, “palabras que imiten las de los enamorados”) es la clave básica del autobiografismo de Sulpicia: poemas no verdaderos sino verídicos. Por otra parte, la comunicación en tablillas es una convención literaria. Ovidio se queja de que ha confiado su amor a unas tablillas (Amores I, 12, 20-ss: his ego commisi nostros insanus amores/ molliaque ad dominam verba ferenda dedi?[34]) o por ejemplo la Byblis ovidiana reniega de la capacidad de las tablillas para captar el amor de su hermano (Met. IX, 585-ss: quid, quae celanda fuerunt/tam cito commisi properatis verba tabellis?[35]). En cambio, Sulpicia no sólo confía en el poder de sus palabras, puesto que Venus la ha premiado (13, 3-4: exoratameis illum Cytherea Camenis/attulit in nostrum deposuitque sinum[36]) sino que además quiere hacer pública su historia (13, 5-6: … mea Gandia narret,/dicetur si quis non habuisse sua[37]). Lo que Sulpicia pierde es su pudor para ganar su fama, lo que gana con la “pérdida” de la confidencialidad de sus tablillas es fama literaria (13, 1-2: …qualem texisse pudori/ quam nudasse alicui sit mihi fama magis[38]). La poeta enfatiza la distancia de las normas de propiedad para su género de acuerdo con el protocolo sexual romano mediante la sexualización del proceso de composición poética en el uso de verbos del campo semántica del tapar y el destapar (texisse, nudasse), en el imaginario de la recepción pélvica (attulit in nostrum deposuitque sinum), la declaración del mal comportamiento para describir su escritura y su conducta física (vv 9-10: sed peccasse iuuat, ultus componere famae,/ taedet…). El término “texisse”, compañero frecuente del pudor, se ve transladado de la esfera del disimulo a la apertura. El cuerpo desnudo se convierte en la metáfora del verso revelado. A diferencia de los varones, ella debe hacer pública su “deshonra” como mujer para ganar en otro plano que re-instaura los términos en que debe ser entendida esa falta social, que no es tal en el plano literario: 13, 10: cum digno digna ferar[39]. En este último verso del primer poema de la serie verificamos la audacia no sólo por la publicación de la historia sino por que aparece el adjetivo nominativo “digna” (la mujer) junto al ablativo “digno” (el varón) al mismo nivel. Sulpicia confronta la tradición del ocultamiento de la pasión por parte de la mujer tal cual aparece en Ovidio: Ars Amatoriae I, 275-76: utque viro furtiva Venus, sic grata puellae/ uir male dissimulat, tectius illa cupit[40]. Aunque actuando dentro del discurso masculino, la escritura de las mujeres trabaja para desconstruirlo, para escribir lo que no se puede escribir. Según Cristina Molina Petit “La adscripción de la mujer a la esfera privada significa en primer lugar…una delimitación de su actuación expresada en prohibiciones de trascender la esfera pública, prohibiciones que, si bien no están marcadas por tabúes como en las culturas primitivas, siguen siendo prohibiciones, porque las actividades de la esfera pública o son claramente inaccesibles para la mujer …o marcan a la que se atreva a entrar en ella con un estigma de no femineidad, fracaso del proyecto de mujer atrayendo sobre ella el descrédito o la desgracia.[41]” Sulpicia revierte la adscripción de la mujer a la esfera de lo privado al contar una historia para otros, una historia para ser contada. Ella se expresa desde dentro de la puerta y arroja su mensaje hacia fuera. Lo que ella permite al decir que otros hablen de su historia no es sólo hacerla pública junto con su literatura y escribir para otros, sino también democratizar el momento creador de la lectura homologando la figura del lector con la del escritor. Si bien es cierto que la escritura femenina viene del cuerpo, nuestra diferenciación sexual es también nuestra fuente, la práctica literaria de mujeres debe buscarse en el cuerpo de la escritura y no en la escritura del cuerpo, movimiento de metaforización del cuerpo humano y los textos literarios que vemos en esta autora. El sexo y la poesía están entrelazados porque la elegía contiene un juego oculto que dice que el amante es necesario para la satisfacción sexual y también poética, el amante es el puntapié inicial de la poesía amorosa, el tema y la excusa de su poesía. Como nos dice Propercio en la poesía programática de su segundo libro (II, 1.4): ingenium nobis ipsa puella facit[42]. Por su parte, Ovidio le pide a su amada que se ofrezca a sus versos para que surjan versos dignos de quien los inspira (un tópico de la falsa humildad, es decir versos dignos de quien los escribe puesto que él te ha elegido como inspiración): Amores I, 3, 19-ss: te mihi materiem felicem in carmina praebe:/ prouenient causa carmina digna sua./ carmine nomen habent exterrita cornibus Io/ et quam fluminea lusit adulter aue/ quaeque super pontum simulato uecta iuuenco/uirginea tenuit cornua uara manu/ nos quoque per totum pariter cantabimur orbem/iunctaque semper erunt nomina nostra tuis[43]. Notables ejemplos está dando Ovidio para ser contados en un poema (ya veo a las mujeres agolpándose para convertirse en su musa): todas violaciones de Júpiter (Io, Europa, Leda) en sus Metamorfosis[44] que conllevan algún tipo de animalización. Io y Europa, primera y última como marcos, aparecen en la metamorfosis número I donde queda claro que las violaciones son parte constitutiva de la génesis de la raza; y Leda que queda en el medio forma parte del dibujo del tejido de Aracne en la batalla que perderá (aunque gane en cuanto a su arte) en el libro VI. Más aun, algunos términos que está utilizando acarrean claramente la concepción de mujer sujeta: por ejemplo: te mihi materiem felicem in carmina praebe[45], donde “felix” hace referencia a la naturaleza en tanto fertilidad, que da frutos, “materiem” en tanto reificación y el verbo “praebe” tiene la idea de entrega con clara alusión sexual, reforzada en las muchachas violadas de los ejemplos que brinda[46]. El género elegíaco según los poetas varones inscribe el deseo masculino y refleja la conciencia literaria del poeta[47]. Según Keith “…the genre (elegy) is mostly exclusively concerned with the male poet-lover’s rejection of the standard careers available to wellborn men at Rome in favor of life given to pursuits of poetry and love[48]”. La mujer como materia narrativa queda reificada en un objeto pictórico que surge de las fantasías eróticas del amante y sirve de vehículo para la fama[49] del varón. El rol de la mujer como amante queda subordinado a materia narrativa del que escribe de cuyo deseo es el espejo. El proceso de especularización equivale a la agentividad del la mirada que ve sólo el reflejo del propio deseo del observador que funciona como guardián de la criatura de pasión y emoción descontrolada, peligrosa fuente potencial de desorden que encarna la mujer. La mujer en el texto es una proyección de la fantasía y el deseo, reflejo de los estereotipos masculinos acerca de la mujer a quien le niega autonomía. El deseo tiene que ver con que la mujer permanece como fantasía; ella es el terreno de una proyección estática de la satisfacción de sus propios deseos tanto sexuales como artísticos tal cual la estatua de Pigmalión. La mujer queda atrapada en una estructura simbólica de orden, tejida alrededor de las fantasías masculinas de control sobre la autonomía y el ejercicio de su sexualidad [50]. Como mujer escritora Sulpicia no reproduce al interior de su literatura está relación como sujeto de su escritura, lo que hace que los críticos reproduzcan al interior de su práctica teórica el modelo de control elegíaco, sin duda diferente al épico, pero control al fin. Cuando una mujer escribe o habla lo hace en una lengua que no le pertenece, como una lengua extrajera, con la cual puede sentirse incómoda y con la cual tiene que resolver un conflicto. En cambio, Sulpicia se relaciona con su objeto poético de otro modo. Al colapsar a través del nombre Cerinthus el motivo de las tablitas como objeto de deseo, y mediante la asociación de su amor con las tablitas identifica a su amado con el mensaje que está en la tablita y escribe sobre su amado de manera anfibológica. Sin embargo, la referencia a un varón es necesaria porque, para que la mujer hable poéticamente de su oficio de escritora, “…necesita, en primer lugar, la coartada, la justificación permanente de que habla desde una referencia al varón…[51]”. Más aun, de acuerdo a su género, Sulpicia debería asumir el supuesto rol “dominante pero pasivo”, entendiendo la dominación en los términos que lo hacen los elegíacos, tal como lo vemos en Ovidio y su invitación a la eternidad de la poesía que estoy segura todas quieren. Sin embargo, su posición como poeta y no como musa le permite usar los temas, el vocabulario y las situaciones de sus contrapartes masculinas pero manifestando ambigüedad en su situación de escritura y la de Cerinthus como objeto de esa escritura. Más aun la idea del servitium amoris es algo que no se comprueba en los fragmentos que trabajamos de Sulpicia. Al ser la “cera” el sirviente de su práctica literaria, su medio, su tema y su amado, Sulpicia ejercita un control inusitado sobre su arte poética, impensable para una docta puella elegíaca que debe ser tema sujeto a la escritura del varón. La elección del nombre de su partenaire poético no puede sino responder a fines estilísticos que incluso nos permite pensar desde el punto de vista exegético la cuestión del orden de la circulación de los poemas de Sulpicia que nos llega hasta nuestros días. Según Cantarella, el orden originario de las poesías se determinaría partiendo de una fase inicial en la cual el amor de Sulpicia era desconocido para todos, para pasar después por un período en el que ella se interesaba en ocultarlo, y llegar finalmente a la fase conclusiva de la declaración pública, ostentosa y provocadora, de sus sentimientos y de su relación[52] como vemos en el poema 13.5-ss: mea Gaudia narret,/dicetur si quis non habuisse sua./ non ego signatis quicquam mandare tabellis,/ me legat ut nemo quam ante, velim,/sed pecasse iuuat[53]. Si seguimos a Cantarella entonces el primer poema del ciclo es en realidad el último. Ahora bien, si aceptamos que uno de los temas fundacionales de la poesía amatoria es la imposibilidad de hablar del amor y de las dificultades de concretar el encuentro amoroso porque el único amor posible en términos de material poético es el amor imposible[54] entonces abonamos la hipótesis que sostiene que la poesía introductoria del ciclo de Sulpicia debería estar en realidad en último lugar: luego de que Sulpicia logre su amor, se acaba el tema de su poesía. No obstante, si, como suponemos, la elección del nombre “Cerinthus” funciona como metáfora de la escritura y asimismo la palabra “cura”, que aparece en los poemas 16, 17 y 18, se relaciona con la “cera”, la preocupación de Sulpicia no es sólo su amor por el varón, como tontamente gusta la crítica referirse a sus poema, sino también por sus poemas, su arte. Venus y Amor son los encargados de entregarle no sólo la pasión de Cerinto sino también la capacidad de escribir acerca de él, de darle la cera, las tabellae que coloca en su regazo para escribir acerca del amor (13, 4: attulit in nostrum deposuitque sinum), donde sinum equivale al regazo donde se apoya la tablilla para escribir. Venus y no la musa es la encargada de juzgar la labor de Sulpicia como poeta del amor; está mención a la diosa del amor, madre del fundador mitológico de Roma, no es ociosa si pensamos en otra poeta antigua, Nossis[55], que vivió al final del siglo IV y comienzos del III; y compuso poesías líricas y epigramas que ella misma compiló para su publicación tal como se nos dice en la Antología Griega[56]. Nossis dice: àAdion ou)de\n eÃrwtoj: aÁ d' oÃlbia, deu/tera pa/nta/e)sti¿n: a)po\ sto/matoj d' eÃptusa kaiì to\ me/li[57] . La poeta griega hace mención a la dulzura de la miel, más amarga que el deseo y por eso la escupe. Si damos todo esto por cierto el lugar del poema 13 se torna plurisignificante, y puede jugar apo koinou entre el final y el principio: Venus la premia después de haber cantado el amor (conjetura de la supuesta posición final del poema 13), o Venus la premia con la capacidad de escribir sobre el amor cosa que ella hace a partir de ese poema (posición actual del poema13)
…el movimiento hipnótico de la Bic sobre mi libreta bloquea el recuerdo de su olor.
Copi


VI
Nuevamente Mallol es la que pregunta “¿Quién vive en la escritura, qué alienta en un poema, anterior a cualquier poética y más allá de ella? Cada poema tiene su doble, previo a su creación y posterior a su lectura… Cada poema habla de sí mismo y de otra cosa al mismo tiempo….[58]” Cerinthus, la sustancia del panal, el símbolo de la sociedad perfecta y de la mujer perfecta, es aquí la significación literaria de la mujer que escribe teniendo como medium a un varón y escribe para varones y mujeres acerca del amor. Ligada a una tradición poética vasta que no le es ajena, Sulpicia hace funcionar a su “muñeco”/ poema/partenaire como el fractal que activa la galería de espejos dentro de la cual debe ser leída y que ilumina su poética. No es esta la actitud de un amateur genial, sino la de una poeta que sabía muy bien cual quería que fuera su lugar en la literatura, quieran los estudiosos incorporarla o no. ¿Pero qué es más importante en un texto: lo que ese texto dice a primera vista, o se puedo decir en él, de él, por él? Los poemas de Sulpicia son textos que permiten hablarlo, que nos demuestran que el pacto autobiográfico que logra la poeta con su público sólo puede ser el resultado de un entramado de efectos retóricos artificiales y construidos que dé cuenta una vez más de que el referente de la literatura es la literatura misma dentro una red textual que los críticos le han negado, y le niegan. Su confianza en publicar su “amor” (sus poemas), hacerlos públicos, exponerlos a todos tiene que ver con su confianza en sí misma como poeta que muchas mujeres como especialistas en literatura grecolatina todavía no lograron tener y por eso deben estudiar escritores varones que las legitimen filológicamente. No es ese nuestro caso, no es cierto, Sulpicia?

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[1] Una versión preliminar de este articulo fue publicado en Cuadernos del Sur, publicación de la Universidad del Sur, en Bahía Blanca, en 2006. Mi agradecimiento al editor Emilio Zaina, quien me encargara este trabajo, y decidiera publicarlo a pesar de las críticas negativas del referato español que crítico la posición feminista de este paper.
[2] A Book of Women Poets from Antiquity to Now, Barnstone, A. & Barnstone, W. (eds), Shocken Books, New York, 1980.
[3]Recientemente, en el Congreso de la Federación Internacional de Estudios Clásicos (FIEC) llevado acabo en Ouro Preto , Brasil, un prestigioso catedrático argentino dictó una maravillosa conferencia de 30 minutos sobre las influencias de la literatura grecolatina en la literatura contemporánea argentina (especialmente producción poética y traducción) sin mencionar ni una sola vez el nombre de una sola mujer (poeta o traductora).
[4] El discurso femenino en la literatura grecolatina, eds. Caballero, E.; Huber, E.; Rabaza, B., Homosapiens, Rosario, 2002, p. 7: “…como dice Lía Galán … “Hablar de discurso femenino en la antigüedad…significa normalmente referirse al discurso masculino acerca de la mujer, sea como forma discurso va tematizada sea con recurrencia a la tercera persona…””
[5]Historia de las Mujeres, Duby, G. & Perrot, M., Taurus, Madrid, 2000, p. 564.
[6] Keith, A., “Tandem venit amor: a Roman woman speaks of Love”, Roman Sexualities, Hallet & Skinner, Princeton University Press, New Jersey, 1997.
[7] Chartier, R., El mundo como representación, Gedisa, Barcelona, 2002, p.51.
[8] Bourdieu, P., La dominación masculina, Anagrama, Barcelona, 1999, p.8.
[9] Bourdieu, P., 1999, p. 12.
[10]Otramente: lectura y escritura feministas, Fe, M. (coordinadora), Fondo de Cultura Económica, México,1999, p. 117.
[11] Duby & Perrot, 2000, p. 555.
[12] Duby & Perrot, 2000, p. 556.
[13]Duby & Perrot, 2000,p. 559.
[14] Gold, B., “But Ariadna was never there in the first place: Finding the Female in roman poetry”, Feminist theory and the classics, Sorkin Rabinowitz, N. and Richlin, A. (eds). NY, Routledge, Great Britain, 1993, p. 75.
[15]Hallett, J., “Feminist Theory, Historical Periods”. Sorkin Rabinowitz, N.and Richlin. A. (eds). 1993: p.51.
[16] Luck, G, The Latin Love Elegy, London, 1959, p.95.
[17] Davies, C., “Poetry in the ‘Circle’ of Messalla”, Greece &Rome, Oxford, 1973, Vol XX, p. 25,31.
[18] Davies, 1973, p. 32.
[19] Davies, 1973, p. 34.
[20] Keith, A., 1997, p: 295.
[21] Halett, J. “The role of women in roman elegy: counter-cultural feminism”, Peradotto, John & Sullivan, J. P. (eds), 1984, p:241.

[22] Veyne, P., Roman Erotic Elegy, Love, poetry and the West, The University of Chicago Press, Chicago.
[23] Veyne, Paul, p. 172
[24] Lejeune, P., Le Pacte autobiographique, Seuil, 1975.
[25] Keith, A., 1997.
[26] Davis, C., 1973, p. 32.
[27] Davis, C., 1973, p.34.
[28] Mallol, A., El poema y su doble, Simurg, Buenos Aires, 2004.
[29] Roessel, D., “The significance of the name Cerinthus in the poems of Sulpicia”, TAPA 120, 1990, p. 243.
[30] Roessel, D., 1990, p.245.
[31] Semónides, On Women, Females of the species, Lloyds Duckworth Jones, H., London, 1975: “A la décima mujer, Zeus la creó a partir de una abeja. Quien la consiga será feliz. Pues sólo a ella la murmuración no se le acerca y gracias a ella florece y crece la vida. Ella amante va envejeciendo junto a su esposo amante, tras concebir una familia bella y de buen nombre. No sólo se distingue entre todas las mujeres sino también nosotros la rodeamos cual gracia divina. Tampoco le agrada estar sentada entre las otras mujeres donde cuentan historias amorosas. Zeus como don obsequia a los varones mujeres tales, las mejores y las más discretas”. Todas las traducciones de este trabajo son mías.
[32] Roessel, D., 1990, p. 245-6.
[33] “Que la cera derretida sobre lisas tablitas tiente el vado, que la cera sea la primera cómplice de tus propósitos, que lleve tus dulces palabras y aquellas que imiten a los que están enamorados, y sea quien fueres, agrega no pocas súplicas”. Las citas de Amores y Ars Amatoria fueron tomadas de P. Ovidi Nasonis, Amores, Medicamina Faciei Femineae, Ars Amatoria, Remedia Amoris, Kennedy, E. J., Oxford, 1995.
[34]“Le confíe a estas mi amor, estoy loco, y les he dado suaves palabras para que le entreguen a mi dueña.”
[35]“¿Por qué confié tan rápidamente a unas apresuradas tablillas las palabras que debí ocultar?”
[36] “Convocada por mis poemas, Citerea, lo trajo y lo dejó dentro mi falda.” Las citas en latín de Sulpicia son de Tibullli aliorumque carminum libri tres, Percival, John, Oxford, 1959.
[37]“¡Qué narre mis goces quien no haya tenido los propios!”
[38] “Y llegó con tal fuerza que me da más vergüenza haberlo ocultado que haberlo mostrado”
[39] “Se dirá de mí que digna estuve con un hombre digno.”
[40]“Una Venus furtiva es agradable al varón y también a la mujer, pero el varón lo disimula mal, y ella lo desea más a escondidas.”
[41] Molina Petit, C., Dialéctica feminista de la Ilustración, Anthropos, Madrid, 1994, p.115.
[42] mi amada crea de mi talento.
[43] “Ofrécete como fértil material para mis poemas: surgirán versos dignos de quien los causa. Tiene su nombre Io que se horrorizó de sus cuernos por la poesía, y aquella a la que el adultero engañó como ave fluvial, y la que sobre el mar montando un toro en apariencia se agarró a los cuernos retorcidos con su mano virginal, se nos catará a nosotros también por todo el orbe y siempre mi nombre estará unido al tuyo.”
[44] Ovide, Les Métamorphoses, Texte établi et traduit par G. Lafaye, Paris, Les Belles Lettres, 1994 (Tomo I), 1995 (Tomo II), 1991 (Tomo III).
[45] El subrayado es nuestro.
[46] Todas las referencias fueron consultadas con Short & Lewis, A Latin Dictionary, Oxford, 1996.
[47] Green, E., “Elegiac woman. Fantasy, Materia and Male desire in Propertius 1.3 and 1.11”, AJPph 116, 1995, p.303.
[48] Keith, A., 1997, p. 296.
[49]Green,E., 1995, p.304.
[50] Green, E., 1995, p. 307.
[51] Molina Petit, C., 1994, p.263.
[52] Cantarella, E., Pasado Próximo. Mujeres romanas de Tácita a Sulpicia, Cátedra, Madrid, 1997, p. 184.
[53] “¡Qué narre mis goces quien no haya tenido los propios! Hubiera yo querido no enviar nada en unos escritos sellados, para que nadie me los lea antes que aquel que es mío, pero me alegra haber cometido esa falta.”
[54] Silvestri, L., “Los amores felices no tienen historia. Recuerdo, Olvido, Identidad en Catulo 8 y 76”, Actas del XVII Simposio Nacional de Estudios Clásicos, Bahía Blanca, 2003.
[55] Maxwell, M., “H. F.: Pound’s Sulpicia”, Arion, Vol 10, N° 2, 2002, pp 15-48.
[56] Waltz, P., Anthologie Grecque, Tome II, Livre V, Les Belles Lettres, 1990.
[57] “Nada es más dulce que el deseo, ninguna felicidad ocurre después del amor, escupo de mi boca incluso la miel.”
[58] Mallol, Anahí, 2004, p contratapa.