martes, 10 de junio de 2008

Selección de el curso.mitología grecolatina de Leonor Silvestri



ed. Voy a Salir y si me hiere un rayo.2006

Thisbe

Me contentaré con escribir
por las grietas
que otros poetas
Grandes
mucho más grandes que Yo
me han dejado.
Por las grietas
las fisuras incompletas
como Thisbe
de los cimientos de esta casa que se derrumba
sobre las sobras no queridas
por otros poetas
las migajas del banquete
de este cielo incandescente
de este sonido oculto
escondida de los padres
a media noche
un cielo de dioses
bóveda de héroes
otra vez
pero Diferente.











Andrómaca

Se levantará tu mirada
en el instante de tu muerte
del otro lado de la muralla de la ciudad fortificada
como la mano de un ahogado del futuro naufragio de Eneas

Tus miradas por todas partes así surgirán

Yo, tu mujer, seré el testigo ciego y mudo
porque soy mujer
de tu cruel y merecida muerte

¿Qué sabemos nosotras del morir y del guerrear?
Del telar y de la rueca, de eso, se supone,
Sí, sabemos.

Quizás
ya no habrá tiempo
para que hablemos, una vez más
para que te convenza de
que he sido una buena mujer
que he sido sólo tuya, tuya más que esta tierra
que es sólo eso
para que te muestre a nuestro hijo
que es más tuyo que de nadie
para que te conmuevas
que me debés, porque te he sido fértil
y te he gozado las Diosas saben cuánto
cuando me tomabas.

Nada perdura en esta tierra.
Ni el amor.
Ni nosotros.
Ni nuestra estirpe.
Ni esta ciudad.

Como una mano
mi corazón se encierra.
Qué no me vean llorar
desde abajo los enemigos.
Ya habrá lugar para que yo lloré
como la mujer de Ayax
sobre lo que me dejen de tu cuerpo ultrajado
mientras lo limpio con el agua tibia
como siempre he hecho
en la hora de tus últimas exequias

Si me preguntan
mentiré
diré que no te he amado.
Todo será inútil.
Igual me llevarán
descalza atado el cuello y las manos
como una perra esclava.
Seré botín y alimento de otros hombres
seré sirvienta, de esos, otros.

A vos y a mí la Moira nos espera,
pronto, pronto, pronto.
Pero lo que yo sentí en el momento de tu abrazo,
necio Héctor, eso, que es sólo mío,
no se lo llevarán ellos.



























Ayax



Si yo tuviera amante las palabras de Orfeo
podría convencerte que no te quites la vida.

Oh gloria, triste gloria asesina.
¿A quién le importa, guerrero?
Soy mujer, no me pidas que entienda eso.

No te vayas.
No me dejes sola.
A mí, que volveré a ser lo que era
una esclava, una extranjera en tierra extraña.

Piensa, Ayax, piensa, que no hay tiempo.

Serás grande, el más grande
aun si permaneces vivo aquí conmigo
que muerto ahí abajo.









Héctor


Tanto soñé con esto que pierde su realidad.
El tiempo para alcanzar tu cuerpo vivo
y besarlo mientras lo aniquilo.

En esta danza de guerra
ahogar en esa, tu boca, los gritos
alaridos de mujer que lanzarás,
aunque sos ése, el gran guerrero de Troya,
el poeta ciego nos recuerda
“El pudor estoico no había sido aún inventado”
y gritarás, te lo prometo.
Recordar así mi voz amada del que te me llevaste,
Héctor.

Tanto soñé con esto que mis manos
habituadas a estrangular el aire
ahora rendido delante de mí
no saben qué hacer.

Tanto soñé con esto,
que no podré salir de este instante
ahora que lo he conseguido.
Sobre el carro daré mil vueltas con tu cuerpo atado.
No comeré, no beberé por siete días,
como el vate tras la pérdida de su musa ninfa.

No entraré en razones.
Me negaré a todo más que a matarte
a reventar ese cuerpo nefando
que se llevó lo que era mío.

Pareceré vivo, pero hace rato
que me has matado, Héctor,
antes, quizás, de este momento
en el que te entregaré a la sucia muerte.

Tanto soñé con esto, tanto lloré y me tendí al lado de él
que sin mí ya se ha ido,
un recuerdo, una sombra
que ya nada me resta.

Sino,
hacerte fantasma,
que otros te adoren,
te echen en falta,
que se paseen tristemente
noches enteras con sus días
por los espacios deshabitados
que dejaré sin tu vida.








Patroclo

Como una mano que eriza sus falanges buscando el cielo con sus yemas
se cae tu espada,
Patroclo.

Como una mano que se crispa en el mismisimo instante de la Moira
se extiende tu mirada que se corta como el hilo.

Querido, amigo,
ahora sin vos
Yo.

Una voz en el campo de batalla
que grita.
Y yo.
Y yo qué puedo hacer.

Los poetas ya han escrito sobre esto:
El sudor y el aliento de los caballos al galope.
El polvo levantándose.
La sangre y el olor a muerte por doquier.
Ya las malas traducciones han cantado mi futura venganza,
mi desmesura, siempre lo mismo:
siete días y sus noches flagelando el cuerpo muerto de tu asesino, Patroclo.

Pero
no han mencionado
la pena extraordinaria.
Ahora sin vos
Amigo, Patroclo, Yo.

No han mencionado
el vino escanciado, la fiesta al frescor y
el calor del verano seco.
La pasión de los cuerpos guerreros
y las esclavas
y nosotros
amándolas, amándonos.

Ahora sin vos
Yo
Sin tu mano firme sobre mi cuello
Sin tu voz ardiente
Susurrante
como un niño egipcio, esclavo, sin su Alejandro,
Ay, Patroclo, qué haré yo.

















Pentesilea

Demasiado buena para ser mujer
Demasiado hábil
Demasiado diestra
Ay, Demasiado Demasiado.

Ese arco
Esa flecha
que se clava
que se clava bien adentro
Mío
en el momento de tu muerte,
Pentesilea.

Debo matarte para que no te mueras.
Debo matarte para poder hacerte mía.
¿Acaso querrías de otra forma compartir conmigo tu cuerpo de guerrera virginal?
Lo lamento, Pentesilea:
La épica no escribe de mujeres que aman a mujeres.

Te veo caer
como una pluma
liviana tu gracia de golondrina
Herida
Moribunda
Agonizante.

Aun así te resistirás
como el león Penélope sitiado por los pretendientes.
Tendré que tomarte por la fuerza
como se toma todo en la guerra
como se toma a las mujeres.

¿No lo sabés acaso, Pentesilea?:
Serás mía
aunque deba matarte.















Aquiles


Se vino abajo en medio del polvo.

Aquiles, salvaje estrella en plena noche
luz más hermosa que la belleza misma.

Y vos, Héctor, contraído como un cóndor
se cierne tu cuerpo todo
blandiendo punzante espada.

Si la historia fuera otra,
todos queríamos que ganes vos, Héctor.

Dirigiendo a tu rostro los mis ojos
ya te voy conociendo.
Somos hermosos y somos varones
roca y encina
sobre las que el muchacho y la muchacha
conversan.

Te envuelve la muerte te envuelve
fuego lento, suave vuelo, eterna juventud
Divino
Pecado
Matáme suavemente.



Odisea

Aunque me acueste con todos
pretendientes glotones
sé que volverás

Esperás mi regreso
Vendrás a mí, lo siento
Vendrás por mí, lo siento
vendrás vendrás vendrás

Aunque me acueste con todas
diosas, nenas, hechiceras
sé que volverás

Esperás mi regreso
Vendrás a mí, lo siento
Vendrás por mí, lo siento
vendrás vendrás vendrás

Al fin,
lloró el anhelo súbito
el cuerpo, un sol,
nadador exhausto
ansía náufraga de tierra bañada
se regocijó la mirada
los brazos en torno apretados
para siempre.

PEREAT QUI NESCIT AMARE DISTANTI

Perezcan los que no saben amar a la distancia








Las Madres

Medea y Clitemnestra
toman el té
hablan de sus hijos
más amados que la propia vida
de sus familias y de sus vecinos.
De sus maridos hablan, sí también.
Mostraron la herida
luego los tuvieron
¿Nos olvidarán?
NO NUNCA NOS OLVIDARÁS.






Anactoria

Unos jinetes
Unos caballos
Unos ejércitos
Algunos otros
Yo en cambio
Yo
Alguien está enamorada
Corazón corazón
Pájaro enjaulado


El amor es un oxímoron
Estalla en silencio
Lengua muda
Cortada en el suelo
Aún palpita

sábado, 7 de junio de 2008

La isla de la fantasía


Viernes, 9 de Mayo de 2008

SON


Algunos habitantes de la Isla de Lesbos elevaron su
indignación a la Corte Suprema griega: como auténticos lesbianos/as de este planeta, quieren prohibir el asqueroso uso de su gentil gentilicio...





Por Leonor Silvestri

¿Cómo se llamaría a una mujer que vive en la Isla de Lesbos cualquiera sea su preferencia sexual? ¿Y a una que mantiene relaciones sexuales y afectivas con otras mujeres, pero que vive en Oslo? Esta encrucijada plantearon tres isleños, dos mujeres y un varón, de la antigua cuna de la poeta Safo y llevaron hasta la Corte a un grupo de activistas Glttb por “insultar la identidad” de los habitantes de Lesbos. “Mi hermana no puede decir con la frente bien alta que es ‘lesbiana’”, declaró su vocero, Dimitris Lambrou. “Nuestro gentilicio fue usurpado por señoras que no tienen conexión geográfica con nuestra tierra.” Los demandantes, en una maniobra con tintes mediáticos lesbofóbicos un poco demodé para los tiempos L World que corren, exigen que no se pueda usar “lesbiana” excepto para hacer referencia a una isleña. Por su parte, la Comunidad Homosexual y Lesbiana Griega afirma que se trata de “una broma de mal gusto, porque no se entiende cómo esta palabra puede ser considerada un insulto, cuando desde las Naciones Unidas hasta los diccionarios utilizan para designar a las mujeres que aman a mujeres”.

Lesbos, frente a las costas de Asia Menor, es uno de los destinos de vacaciones favoritos para lesbianas, perdón, mujeres que aman a mujeres, y fue proverbialmente reconocida en la antigüedad por la belleza de sus lesbianas...

Y además, Safo no era tan lesbiana.

La antigüedad clásica la elevó al nivel de “décima Musa”. Pero lo poco que se sabe de ella viene de otros poetas que no la llegaron a conocer. Se conserva una brevísima parte de toda su producción como para hacer ninguna afirmación taxativa acerca de su sexualidad o vida. Se supone que tuvo marido e hija y que se exilió debido a las guerras civiles entre la aristocracia local a la cual pertenecía. Para quienes anhelan ver en Lesbos y Safo los vestigios de una sociedad matriarcal antecedente de un lesbianismo político y radical, sólo sea dicho que Safo les cantó principalmente a las mujeres que se iban a casar con un varón, y que la supuesta institución de mujeres que presidía se trataría de un espacio para preparar buenas esposas. Safo fue respetuosa reproductora de la sociedad de su tiempo, dividida en castas, donde los cuerpos de esclavas y esclavos pertenecían a sus dueños, las mujeres completaban su existencia con un matrimonio beneficioso para la casa familiar, que era dichoso si era fértil en descendencia, y con un modelo educativo no exento de iniciaciones con niños y niñas, para horror del pensamiento progresista contemporáneo.

Si se la desmitifica, es posible ver en lo mucho que fue borrado y en la manera errática en la que sus textos son transmitidos hasta hoy (libros de gramática, poetas que la traducen, papiros con sus poemas envolviendo momias en Egipto, pedazos de cerámicas rotas u ostraca) el deseo de los copistas posteriores de desterrar toda representación de una sexualidad entre mujeres escrita por una mujer, aunque eso en el momento histórico en el que Safo vivió no fue, per se, disruptivo, ni revolucionario, sino parte de su statu quo que la poeta supo llevar a la perfección máxima. De las ediciones en español, la única confiable con la que contamos es la de Pablo Ingberg (ed. Losada) que, respaldada por la famosa edición canónica de Page, no puede estar errada; otros intentos poéticos locales se quedan a mitad de camino entre la filología y sus reglas sin llegar a la belleza de las recreaciones de poetas como Ann Carnson, que re-escribe a Safo magistralmente.

Bombero

Viernes, 30 de Mayo de 2008

A/Z




El término “bombero” para designar a una lesbiana hipermasculina y, por ende, extremadamente visible, se hunde en la noche de los ‘80. De origen incierto, poco usada por las generaciones más jóvenes, comparte su lugar junto a marimachas o marimachos, chongos (chonguitos también, con cariño). En terminología del primer mundo se trata de la butch, que lleva el ser lesbiana como un estigma inocultable en el cuerpo: su look todo, cara, cuerpo, modos, peinado, gestos, ropa, la delata. La bombero reviste una performance que la aleja del “mujer” que la sociedad impone. Siguiendo a la pensadora Judith Halberstam, las bomberos construyen, consciente o inconscientemente, una masculinidad que no emerge de un cuerpo anatómicamente macho. Esto las hace tanto deseadas como temidas, no sólo por quienes llevan adelante el estandarte de la “normalidad” sino por quienes creen en esencialismos biológicos. Como es de público conocimiento, las identidades generan exclusiones. De allí que, además de que la bombero no puede (y muchas veces además no quiere) ocultarse, lo cual en algún lugar remoto las hermana a la identidad travesti, a la vista de todas y todos, es muchas veces señalada con el dedo por la comunidad lésbico-gay, porque quien sale con una de ellas es fácilmente detectada como lesbiana. Para colmo de males, navegando por los sitios de encuentros lésbicos, o charlando con lesbianas en boliches, se descubre que muchas lanzan la siguiente frase discriminatoria por omisión: “Me gustan las mujeres, pero sólo si son bien femeninas, si son mujeres”. Por su parte, el investigador Pablo Ben ve una relación con el gusto gay por el tipo grandote como símbolo de la masculinidad. El bombero es uno de los personajes favoritos de película porno gay, el estereotipo de machote. A pesar de la connotación despectiva de la que goza, la lesbiana bombero es susceptible de soportar una lectura trans de cruce de géneros: tan masculina es ella que hasta viene con manguera, demostrando una vez más que natural/normal no hay nada y que el tamaño de la prótesis sí importa.

entrevista a Diana Bellesi


Viernes, 6 de Junio de 2008



Furia y resentimiento
Huir del pueblo a los trece años, llevar un libro del Che bajo el brazo, caer seducida por las militantes feministas americanas, iniciar una amistad con Ursula Le Guin con unos capullitos de plátano, son algunos de los pasos que ha dado –y no en falso– la poeta Diana Bellessi para llegar a ser quien es. Este año la editorial Adriana Hidalgo reedita su Obra Reunida, que incluye el famoso y agotadísimo Eroica.



Por Leonor Silvestri
Foto Juana Ghersa

¿Cómo comienza tu emigrar en busca de tu individualidad?

A los trece años salí por primera vez de mi pueblo, Zavalla, a una ciudad vecina, porque en el pueblo no había secundaria. Luego vinieron los años de pensiones en Rosario, mientras estudiaba en la universidad. Las pequeñas geografías de los pueblitos se vuelven asfixiantes como un corse, sobre todo para una joven rebelde. Es difícil sobrevivir allí si no estás atada a los modelos más tradicionales. Durante el onganiato cargué la mochila y me fui, primero a Chile, donde se vivía la efervescencia previa a que el Frente Popular ganara las elecciones. Más tarde seguí mi viaje por Latinoamérica.

¿Por qué Latinoamérica?
—Soy de una generación que creció con el concepto de la patria grande. En aquel momento, lo mejor de viajar era no saber qué iba a suceder o cuánto iba a durar tu viaje; el mío duró seis años. Volví un año y medio antes del golpe del ’76 y me instalé en Buenos Aires, una ciudad de la que ya estaba enamorada. Luego las cosas se pusieron tan duras que me fui al Delta del Paraná, en circunstancias históricas terribles, que todos conocemos. No quería irme del país porque había pasado mucho tiempo fuera de él. A pesar de que en las islas no estaba ausente el terror de la represión, encontré un hogar: estarme quieta en contacto con la naturaleza fue reparador, fue como volver al campo, volver simbólicamente a la infancia. Siento que mi vida ha sido un constante irse y retornar, nunca al mismo lugar, pero siempre en un intento de volver a entramar pasado y presente.

¿Quiénes te formaron en la poesía?
—Cuando era joven, los talleres literarios no eran frecuentes, se estudiaba de manera informal. En este contexto tuve algunos maestros; el poeta Aldo Oliva, por ejemplo, fue muy importante para mí; más tarde, Alejandra Pizarnik y Miguel Angel Bustos. En un momento posterior fue significativa la influencia de Barbara Deming, una feminista y luchadora social norteamericana, cuyos ensayos me resultaron iluminadores; de igual modo lo fueron Ursula Le Guin y Griselda Gambaro.

¿Tenés noción de que sos hoy una de las grandes formadoras de poetas de este país?
—No. Lo que tengo es conciencia de que gente más joven de edad o más joven en la escritura ha establecido en muchas circunstancias un diálogo conmigo, que ha progresado hacia un diálogo de pares. Si hay un momento transferencial en el que yo ocupe un lugar de maestra, esto paulatinamente se transforma en una relación entre autores que crecemos juntos.

Es famosa tu amistad con la muy admirada Ursula K. Le Guin. ¿Cómo se conocieron?

—De uno de mis viajes a Estados Unidos me traje un pequeño libro con sus poemas publicado por Capra Press, una editorial independiente de California. Fue lo primero que leí de Ursula. Al poco tiempo descubrí, en las librerías de Buenos Aires, sus ficciones publicadas por la editorial Minotauro. Fue entonces que compré El nombre del mundo es bosque, y en cuanto leí la novela, morí por ella. Me atrapó su prosa, los mundos que construye y la dimensión ética de los personajes que viven en ellos; otros mundos que, como diría Eluard, siempre están en éste. A partir de allí seguí leyendo todos los libros de Ursula que pude conseguir. Lo que me pasó como lectora fue devastadoramente hermoso. El nombre del mundo es bosque, una metáfora de la guerra de Vietnam, transcurría en una selva que por momentos se parecía al monte del Delta del Paraná, donde yo vivía. Estaba tan conmovida por la lectura que durante la primavera en la isla, cuando a los plátanos se les caen unos capullitos dorados, junté un puñado, los puse en una cajita, escribí dos frases y lo mandé a Capra Press —en cuya mediación yo confiaba por tratarse de una pequeña editorial de poesía—, con la esperanza de que se la reenviaran a Ursula. Así lo hicieron y a los quince días tuve una respuesta de ella, que me mandaba unas hierbas aromáticas del desierto de Oregon y unas palabritas. A partir de ahí iniciamos una correspondencia constante y apasionada que se ha sostenido por mucho tiempo. Más tarde nos tradujimos mutuamente y, poco después, nos encontramos en Estados Unidos. Siempre sigo esperando los nuevos libros de Ursula, y el vínculo personal con ella nunca opacó mi pasión por su escritura.

Sos considerada una poeta política, especialmente dentro del feminismo. ¿Cómo llegaste ahí?

A los catorce años llevaba La guerra de guerrillas del Che debajo del brazo. Luego, en la universidad formé parte del Malena, el Movimiento de Liberación Nacional, y más tarde me acerqué al trotskismo. Por otro lado, en aquella primera estadía neoyorquina me topé con las feministas norteamericanas de la década del ’70, que venían de las luchas por los derechos civiles de las minorías y también se habían levantado contra la guerra de Vietnam. En este contexto, las feministas y las feministas lesbianas produjeron un gran impacto en mi vida. Recuerdo la primera vez que vi a un grupo de mujeres preciosas que repartían folletos en una placita de Manhattan y llevaban en sus boinas botones que decían Lesbian Ignite. Por entonces trabajaba en una fábrica metalúrgica del sur del Bronx, y me enseñaba inglés a mí misma leyendo a las poetas norteamericanas contemporáneas, al mismo tiempo que intentaba descifrar una columna del periódico Village Voice, escrita por Gilles Johnston, que se llamaba “Lesbian Nation”. Aunque todos estos orígenes son importantes para mí y han construido mucho de lo que soy, el más fuerte de todos ellos es mi propio origen de clase, el motor creador de esta identificación y también la furia del resentimiento siempre reaparecen.

¿Y el feminismo hoy en tu vida?
—Algunas pensábamos que la única forma era cambiar por completo la sociedad; otras, que se debía mejorar el mundo en el que vivís mientras luchás por uno diferente, y ambas posturas me parecen legítimas. Exigir el derecho al aborto, por ejemplo, o el derecho a establecer relaciones afectivas con quien te dé la gana, sin que tu pareja quede privada de cosas tales como las coberturas sindicales de salud, o el derecho de herencia, entre muchas otras que todos conocemos. Pero, aun obteniendo estos derechos dentro de una sociedad clasista, no se podrá salir de la trampa de que la bonanza de una minoría se asiente en la opresión y la desgracia de una mayoría económicamente desposeída.

¿Notás algún avance en el reconocimiento de las relaciones entre mujeres?

Cuando terminé el primario, mi mamá me preguntó qué quería hacer y yo le dije: “Quiero ser actriz y escritora”. Mi mamá respondió: “Eso no es para nosotros, hija —para nuestra clase social quería decir—. Pero le voy a preguntar a la maestra”. Así logré llegar a la escuela secundaria —estatal y gratuita, un derecho conseguido— y convertirme en escritora. Pero no sé qué hubiera pasado si le hubiese dicho a mi mamá: “Quiero ser lesbiana”. Aunque quede mucho por conseguir, esas luchas específicas de las que hablamos antes han achicado la pesadilla, habilitando nuevas formas de derecho a las subjetividades heridas.

¿Por qué suponés que el lesbianismo es más visible en la poesía argentina?—Creo que hay en general una mayor visibilidad de las lesbianas, por supuesto no sólo entre las poetas. Y no dudo que esto es posible por esas mismas luchas que venimos mencionando. Ya no es tan terrible que una chica se enamore de otra chica, al menos en ciertos espacios urbanos y ciertas clases sociales. Pero el haber experimentado la prohibición, de la que hoy muchas mujeres están en tránsito de liberarse por el proceso de politización que permite desarticularla, puede haber facilitado —aunque esto suene también un poco reduccionista— cierta fuerza creadora que ahora es vista en diferentes ámbitos sociales y no sólo en el de la poesía.

¿Coincidís con el término “literatura de género”, donde se engloba la producción de poetas lesbianas, entre otras?—No. ¿Habría acaso una categoría de autores llamados “heterosexuales clásicos” que producirían literatura, y todos los demás, literatura de género? Grandes poetas que se enuncian públicamente como lesbianas o en cuya poesía, entre otros muchos asuntos, incluyen también el enunciado de su deseo hacia otra mujer, son encerradas en una categoría demasiado estrecha. Muchas salimos en su momento a la pesca de la diferencia y quizás alguna observación escrita al respecto tenga su valor, pero construir cajitas y etiquetas le abre la puerta al peligro de los esencialismos a los que se intenta desarmar. Toda hermenéutica que se proponga reducir el sentido de una obra a ciertos elementos de la biografía del autor es siempre peligrosa.

¿Cómo te llevás con el mote de poeta lesbiana?
—No sabía que tenía ese mote. Me llevo mal como con cualquier otro rótulo, es una encerrona, pareciera que todo lo que se produce quedara confinado dentro de esa cuadrícula, y lo cierto es que en la poesía somos convocadas a tratar muchos otros asuntos también propios de la condición humana. Pero me llevaría mal también con otros motes: si dijeran Bellessi, “la poeta campesina”, igual me parecería reductor.