martes, 2 de junio de 2009

Mas sobre la muerte

El año pasado mi charla acerca de este tema se llamo “Me despojan de mi muerte, algunas reflexiones en torno al morir en la actualidad” y se basaba en contradecir un presupuesto fuerte de algunos especialistas de la salud a saber: que no se puede vivir para la muerte. Este presupuesto, según es mi idea, conduce a vivir cada día, hasta el último, en la inagotable agonía de suponer que se puede vencer a la muerte o quizás ignorando la muerte como elemento constitutivo de la vida, y considerándola como algo ajeno a la misma, una accidente que la ciencia médica viene a aliviar.
Esta hipótesis por signo negativo se mantiene: la muerte es constitutiva de la vida y no su contrario y se debe preparar uno, tal como pensaba el filósofo estoico Séneca, para la muerte con la misma pasión que lo hacemos para la vida.
Sin embargo, se agrega otro factor. Hoy espero poder probar la importancia de la literatura y los relatos mitológicos grecolatinos expresados en esa literatura antigua como resemantizadores rituales de la importancia de la muerte (luego volveremos sobre este tema) y como materiales simbólicos a la misma altura que los materiales teóricos para generar una reflexión por parte no sólo de aquellos morituri sino de todos los profesionales de la salud y los distintos involucrados en el tema.


Para ello, quiero comenzar por un texto del famosísimo escritor y dramaturgo maldito francés Antonin Artaud, que como ustedes saben, paso gran parte de su vida internado debido sus patologías mentales

Los enfermos y los médicos 1947

La enfermedad es un estado,
La salud no es sino otro,
Más desgraciado,
Quiero decir más cobarde y más mezquino
No hay enfermo que no se haya agigantado,
No hay sano que un buen día no haya caído en la traición, por no haber querido estar enfermo, como algunos médicos que soporté.

He estado enfermo toda mi vida y no pido más que continuar estándolo.
Pues los estados de privación de mi vida me han dado siempre mejores indicios sobre la plétora de mi poder que las creencias pequeño burguesas de que:
La salud es suficiente.

Por supuesto Artaud estaba pensando sobre todo enfermedades mentales al escribir este poema del cual sólo vemos un fragmento. Sin embargo, creo que su lectura puede ser también entendida en relación a todas las enfermedades al punto de cuestionar otros aspectos del término relativo llamado salud. Quiero decir, bajo este mismo espectro debemos considerar los casos de normativización médica de los intersexuales y la tan mentada eutanasia o el derecho a elegir el modo de morir, puesto que nadie nos consulto sobre nuestro nacimiento.
Pero volviendo al tema de la muerte, a partir de los ejemplos literarios de la antigüedad grecolatina se puede ver que los rituales básicos que estaban a su alrededor eran necesarios como canales para reflexionar y lograr así el bien morir y el bien vivir de los que permanecían. El contrapuesto entre el ayer y el hoy es el desposeimiento de la soberanía sobre el propio cuerpo y de allí l propia muerte en las sociedades modernas. ¿Serán acaso estos ejemplos disparadores de la creación o utilización de nuevos rituales y nuevos misterios que nos permitan alcanzar la bella muerte, tal como se entendía el término en el mundo antiguo?
En las familias de intelectuales de clase meda de buenos aires los hijos no suelen estar al tanto de cómo fue la muerte de sus parientes y sus ancestros, se charla de la vida pero no de la muerte. Fue conmovedor para mi a lo largo de estos años colectar los testimonios de la muerte de a abuela de mi amigo irlandés y la del padre de una de mis alumnas. Habrá quien diga que habitualmente la muerte y la agonía no son como en las películas, lo mismo se podría predicar de la vida. Sin embargo, uno puede ser protagonista de su escena sea cual sea la que le toque y no actor pasivo, testigo mudo, de los acontecimientos. De hecho, en las familias más “cultas” se considera la muerte como un potencial momento traumático para los miembros más pequeños que no suelen asistir ni a velorios y a entierros. De allí, que haya tantos profesionales de la salud que sostengan que en la práctica diaria se hace casi imposible desarrollar herramientas de amortiguación, las llamaría yo, ante el impacto de la presencia de la muerte, porque , claro esta, la mayor parte de los que tienen que morir, no quieren hacerlo. El juego de los niños modernos incluye todas las quintaesencias del orden del trabajo capitalista (jugar al doctor, a la familia, a vender, etc.) pero jamás el momento de renuncia total al espacio de la productividad, el momento revolucionario de no estar produciendo nada. Si el contacto con esta esfera comenzara antes que cuando ya los acontecimientos se precipitan, si hubiéramos reservado un espacio al pensamiento de nuestro fin, en el sentid anfibológico del termino, entonces podríamos desarrollar estrategias que nos permitan morir mejor. Y por morir mejor no entiendo morir en una sala blanca y aséptica con un tubo fluorescente y gente con barbijo, conectado a todo tipo de aparatos sin poder hablar, del mismo modo que no concibo el nacer así como un avance sino como un retroceso que invisibiliza el rédito mercantil que da medicalizar ambos procesos fisiológicos. En una palabra la muerte no sería ajena a nosotros y por ende no sería considerada una “triste sorpresa”.
En la antigüedad, la muerte era vista como una gran ceremonia presidida por el muerto, lo mismo que el nacimiento es una ceremonia única e irrepetible para cada conciencia y está, o debería estarlo, presidida por el naciente. La ceremonia del morir, era casi pública o por lo menos lo más multitudinaria que el capital social del muerto lo permitiera, la muerte era festiva, festivo no quiere decir alegría sino ceremonial, ritual y el rito no es sino las estrategias que la raza humana se viene creando desde que el tiempo es tiempo, pero fundamentalmente ante de la revolución industrial y de los procesos capitalistas, para dar cuenta de la naturaleza puesto que carecemos de insisto. Las mentes más positivistas creerán que el ritual sólo es útil en las sociedades “salvajes” a las que identificaran con las pre-iluministas, siglo XVIII. Sin embargo, antes de este período histórico, el muerto, por su parte no ignoraba su muerte, había sido prevenido por los indicios de lo que iba a ocurrir. Esa previsión de la irreversibilidad fisiológica le había permitido poner en orden sus asuntos, redactar o expresar sus últimas voluntades, distribuir sus bienes y pertenencias, despedirse, hablar, desear, y en definitiva vivir, la experiencia única del morir rodeado de otros seres humanos. La familia y los relacionados a ésta se reunían a su alrededor para decirle “adiós”. Al muerto, al morituri, se lo honraba y se lo veneraba, como al naciente, por estar imbuido de una carga de energía que sólo se obtiene en ese instante (digámosle maná, numen, etc.): epifanía y comunión con lo inexplicable con el misterio de una vida que se detiene. Uno moría en su cama, o en el lugar que hubiera determinado. Nadie dice aquí que en la antigüedad morir, lo mismo que vivir, y nacer, fuera indoloro, pero era familiar, era común, era conocida, y en muchos casos era deseable. Baste recordar el mito del centauro Quirón, que herido por las flechas de Heracles equivocadamente y sufriendo grandes dolores pero sin curarse puesto que el daño hecho por las flechas del héroe era irreparable y poder morir puesto que era inmortal , cambia con el gigante Prometeo su inmortalidad por mortalidad y así poder descansar.
L. A. Séneca

Debemos prepararnos antes para la muerte que para la vida.
La cicuta hizo grande a Sócrates.
Hasta el fin nadie vio a Sócrates ni más alegre ni más triste.
Tú, sin embargo, para que nunca temas la muerte, piensa siempre en ella.
No tememos la muerte, sino el pensamiento de la muerte.
Todas las cosas las temen como mortales, todas las desean como inmortales.
Nunca dice Virgilio que los días corren sino que huyen.
Has nacido mortal, a mortales has dado a luz.
...
Durante cuánto tiempo existo, es cosa ajena; cómo soy, mientras existo, es cosa mía.
Juzgarás a la muerte como el mayor mal, aunque en ella nada haya de malo sino lo que está delante de la misma, ser temida.
...
A quién citarás, que pone algún precio al tiempo, que estima el día, que comprende que diariamente muere? Pues en esto nos engañamos, en que la muerte la miramos adelante; una gran parte de ella ya pasó. Lo que de la vida quede atrás, lo tiene la muerte.
... Los más fluctúan desdichados entre el miedo a la muerte y los tormentos de la vida, y no quieren vivir, ni saben morir. Por lo tanto hazte agradable la vida deponiendo toda solicitud por ella. Ningún bien ayuda al que lo posee, si su ánimo no está preparado para la pérdida de aquél.

Supuestamente entre los años 64 y 65 después de cristo, un tal Petronio, escribió una de las primeras novelas de la cultura occidental, la primera que nos llega hasta nosotros, cuyo nombre es Satyricon. Uno de sus más famosos personajes, Trimalción, en su famoso banquete, habla y reflexiona sobre la muerte. En el capítulo 34 este personaje se hace traer un esqueleto que exhibe a los comensales, costumbre que según el historiador griego Heródoto fue traída de Egipto por los griegos, y que servía para recordarles a los invitados incluso en los momentos de placer que la vida era breve o también que la vida era una parte de lo que estaba ocurriendo allí mismo. Placer y morir no estaban indisolublemente escindidos como así también lo evidencian las pinturas de las cuevas pre-históricas donde en las escenas de matanza de animales se suele encontrar cazadores muertos con penes erectos. Esto todo muy bien analizado por Bataille en su libro El Erotismo. Tales esqueletos eran reproducciones a escala o estaba representado en vasos o paredes de las casas romanas y griegas. En el capitulo 71 de la cena, Trimalción finge en voz alta su muerte y su testamento ante el llanto desconsolado de sus amitos que lo siguen en la dramatización. A pesar de la cómica parodia de la cena e TRimalcion, la muerte tenía un carácter solemne y aquel que iba a morir quería participar en ese momento, puesto que morir significaba una ocasión especial. Aunque la vida no le pertenezca, la muerte es propiedad de quien muere y debe aprender a cómo tomar esa decisión sin las presiones actuales antes de que se precipiten los acontecimientos. En la actualidad, la muerte ha sido evacuada de la vida cotidiana, junto con la prohibición tácita al duelo y al luto y al derecho a llorar donde sea, incluso en público a los muertos. La tendencia actual indica que en pos de no “deprimir” a quien se está muriendo con la noticia de su muerte el moribundo ignora que se muere. En ese momento se pone bajo la tutela de los seres vivos y la vida se detiene cuando nadie está mirando, nadie está atento, ni siquiera el moribundo.
Para los vivos las cosas también han cambiado. El duelo no tiene el espacio y la dimensión que solía tener, es una virtud el poder controlarse al máximo. Ya no hay juegos funerarios que duren días enteros- pensemos que la Ilíada de Homero termina con los preparativos de los juegos funerarios en honor al héroe troyano Héctor a quien su mujer viene llorando y dando por muerto desde el canto VI - el texto tiene 23 cantos; pero también el precioso libro de la historiadora Marie Renault Juegos funerarios que re-crea las honras fúnebres a favor de Alejandro Magno. Entonces, diremos que otro de los cambios que se agrega al hecho del morir es la vergüenza por el dolor de la muerte del otro, que se suma a la despersonalización de la muerte, el desposeimiento de la muerte y su ignorancia. Según dice Philippe Aries, la muerte está en el mismo lugar que el sexo en nuestra sociedad, en el discurso se habla de la muerte con eufemismos, no se la pronuncia en público como tampoco se trata de morir en público, ni a la vista de los demás. Solo se llora en privada, como quien se desviste o descansa, a escondidas a solas como quien se masturba. La muerte solía ir de la mano de la vida, thantos era hermano de hypnos, ahora desapareció del lenguaje y su nombre está interdicto. La nueva costumbre exige que uno muera en la ignorancia de su muerte, que uno muerta discretamente , la discreción se equipara a la dignidad, morir dignamente es no hacer escándalos, no llorar, no bramar, no quejarse, no lamentarse, no comunicarse, vivir sin vivir, el proceso de morir equiparado a la muerte en efecto. Las familias ya no quieren, no pueden, no saben como, tolerar el impacto que produce la muerte que ha dejado de ser familiar. En la creación de “un estilo de vida aceptable”, cual productos de la canasta familiar, sobre todo para los muertos que no deben hacer grandes performances dramáticas que ya no tienen el rol estelar de su teatro, aparece el movimiento dialecto de que destruye también a los quedan con vida que deben continuar con la producción sin pausa, reintegrarse a la cotidianidad sin detenerse sin afectar la marcha industrial.
Querer morir es visto como la culpa, el crimen o el defecto de renunciar a la lucha por la vida como anhelo máximo, como bien supremo e inapelable, como pulsión que no necesita demostración para comprobar su existencia y su principio regulador de todo lo vivo. El duelo era le figura del dolor por excelencia cuya manifestación era necesaria y legitima. Hasta el guerrero más poderoso, Aquiles, se derrumba ante el cuerpo muerto de su amigo Patroclo, y no teme llorarlo delante de todo su ejército.
De la manera del morir entre los guerreros griegos hay varios puntos interesantes para analizar. Los griegos incorporaban la noción de muerte como constitutiva de la vida desde el momento del nacimiento. Ellos debían morir realizando o habiendo realizando un hazaña, que no significaba el triunfo en la batalla (siendo la batalla el proceso de la enfermedad medicalizada y la lucha la aceptación del tratamiento y el enemigo la enfermedad en si) sino por el contrario significaba tener una contienda ejemplar diga de ser contada por los sobrevivientes. Morir combatiendo es el rito iniciativo que le confiere al varón guerrero virtudes y valores que lo dotan de una belleza eterna, la kalos thanatos, la bella muerte, que le confiere la excelencia, la arete, de una vez y para siempre, arete que deja de necesitar ser demostrada con mas acciones gloriosas sino que ha sido ganada por la muerte. A la muerte y a la batalla se la enfrenta con el miedo lógico que genera, tal como lo demuestra la batalla entre Héctor y Aquiles donde el troyano sabe que morirá.

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