lunes, 16 de julio de 2012

Nota sobre mis cursos en Tiempo Argentino

Tiempo Argentino

Palabras ardientes que tienen cuerpo y que nombran el deseo

¿Es cierto, como dice Mario Vargas Llosa, que una literatura que es solo érótica nunca alcanzará la grandeza? ¿Cuál es el límite sutil que separa erotismo y pornografía? La compleja relación entre el sexo y la palabra literaria. 

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Como soporte del Eros, la narrativa erótica ha sido un vehículo no siempre visible de satisfacción. Su camino estuvo trazado aleatoriamente por la pluma de grandes autores encubiertos, tanto en reducidísimas ediciones, como también asociado a exabruptos gráficos plagados de misoginia. 
Con la caída de Franco se creaba en España una colección que organizó, jerarquizó y dilvulgó, en el mejor sentido del término, una literatura siempre incómoda. La sonrisa vertical como inequívocamente llamó Tusquets a la serie de títulos sobre narrativa erótica ayudó a autores y lectores a reconocerse como tales. Ahora, más allá del pudor o la vergüenza que como un conjuro condenó la unión de placer y palabras, el tema aún se debate con inalterable pasión. 
A la pregunta sobre qué es lo que hace erótico a un cuento o una novela, las respuestas se multiplican. Para comenzar polémicas nada mejor invitar a escena a Mario Vargas Llosa (recordar su Elogio a la madrastra o Travesuras de la niña mala), quien no hace mucho dijo que una literatura que es sólo erótica difícilmente llega a ser grande, debido a –según él– su necesaria monotonía temática. Entonces, la primera piedra está echada y la disonancia resurge: ¿Qué problema hay entre la literatura y el sexo?
Piscoanalista retirado, el autor de Historia sexual de los Argentinos I y II, Federico Andahazi, asegura que así como no podría haber música sin sonido, instrumentos ni aire, la literatura necesita de la sexualidad como parte de su materia prima. Por lo tanto, el deseo siempre está. No obstante esto, el autor parece advertir que la literatura argentina actual sigue siendo llamativamente asexuada. “Me sorprende la ausencia que hay del componente erótico, aun con respecto a otros países de Latinoamérica, en los cuales incluso la Iglesia es mucho más influyente que en Argentina y en donde es posible encontrar mucho más producción literaria en ese sentido.” El autor de El anatomista y Las piadosas considera que una gran parte de la escritura nacional eludió la sexualidad e incluso hizo de esto un gran arte, el del eufemismo. 
Como Sherezade contando sus historias al rey Shahriar, las opiniones pueden superponerse en mil y una voces. Así, el escritor uruguayo Ercole Lissardi, (Trilogía de la infidelidad: Los secretos de Romina Lucas, Horas-puente y Ulisa) algo molesto con aquello de caracterizar a la literatura erótica como una narración o descripción de actos sexuales, no duda en afirmar que el polémico Nobel, lisa y llanamente, “se equivoca”.  Porque, continúa Lissardi, eso es lo que hace la pornografía, ser monótona, ya que narrar o describir actos sexuales es, digámoslo, aburrido. El autor y editor afirma que el objeto de representación de la literatura erótica no es el acto sexual “sino el deseo, y que Vargas Llosa estará seguramente de acuerdo en que las formas del deseo sí son, literalmente, infinitas”. 
En otra vereda, Ariel Magnus, representante de una narrativa algo irónica (Un chino en bicicleta y La cuadratura de la redondez) acerca su mirada a la del célebre colega peruano, al asegurar que no ve una estrecha relación entre erotismo y gran literatura. Magnus sí reconoce que una gran novela pueda necesitar momentos de erotismo, pero un gran libro, “aquel que tiende a ser aquel que empieza por poner en duda su adscripción a cualquier género, incluido el novelístico, puede o no tener grandes momentos eróticos, aunque gozamos si los tiene, naturalmente”, señala.
 
UN POCO DE AMOR CORTÉS. Variadas, múltiples y poliformas sí, así aparecen desde la Antigüedad las versiones del amor y su componente libidinal, pasando por la Edad Media y hasta el Romanticismo, por hacer un picado histórico poco formal. Con pasajes en furtivos intercambios epistolares, confesiones expiatorias de actos prohibidos y sobre todo en tramos de novelas dieciochescas el motor romántico sexual logra una expresión reconocible. Las fantasías se desatan. Pero antes, ya parece que desde que el mundo es tal, incluso, hay dos oficios muy viejos y ambos se desarrollaban en el mismo lugar: en la cultura griega  mucha de la inspiración masculina encontraba sustento para sus apasionados y hasta hilarantes textos en la vida cortesana. 
En tanto, el ocultamiento o aquello que se quiere decir y sólo la sublimación de la ficción lo permite alimentó el género erótico siempre y en el contexto moderno, qué mejor que el anonimato de Internet, para que encontrarse a leer y escribir de sexualidad. Susana Moo es una escritora e investigadora española que nuclea a amantes del género en un sitio que se proyecta como un edén literario . Moo afirma que lo suyo es la literatura voluptuosa, aquella que también se puede encontrar en la narrativa no estrictamente erótica la cual incorpora erotismo en su trama. “No es algo nuevo, ya en clásicos como El Quijote o La Celestina encontramos capítulos con intenciones, o resultados, sexualmente excitantes”, asegura la autora del e-book Microrelatos eróticos. 
Más allá de las etiquetas y las eternas antinomias de café, tertulia o suplemento literario, el deseo tiene quien le escriba. Y, como dijo el director de cine español García Berlanga, seguidor de Eros si los hubo, el mejor vehículo del erotismo sigue siendo el libro, porque allí, “la rubia (o el rubio, agregaríamos a esta altura) es aquella persona a la que tú idealizas, mientras que en el cine es sólo la rubia que está en pantalla”. «
 
 
TALLER Y PLACER
Leonor Silvestri, poeta, traductora, especialista en Literatura Antigua y militante feminista, todos los años desde hace 10, dicta un taller en torno a las sexualidades –que incluye el erotismo– en el mundo antiguo. De la mano de teóricos como Judith Butler, Monique Wittig, Beatriz Preciado, Michel Foucault o Teresa de Lauretis; Silvestri y sus alumnos buscan quitar los condicionamientos sexuales de su momento histórico, con herramientas críticas contemporáneas. “De esta manera y como parte del taller revisamos la mitología grecolatina hasta los talleres de pensamiento y películas queer y de género.” (www.todonuevobajoelsol.blogspot.com)

sábado, 28 de abril de 2012

Escribir un cuento Carver Raymond

Escribir un cuento Publicado en: Para escritores Carver, Raymond Allá por la mitad de los sesenta empecé a notar los muchos problemas de concentración que me asaltaban ante las obras narrativas voluminosas. Durante un tiempo experimenté idéntica dificultad para leer tales obras como para escribirlas. Mi atención se despistaba; y decidí que no me hallaba en disposición de acometer la redacción de una novela. De todas formas, se trata de una historia angustiosa y hablar de ello puede resultar muy tedioso. Aunque no sea menos cierto que tuvo mucho que ver, todo esto, con mi dedicación a la poesía y a la narración corta. Verlo y soltarlo, sin pena alguna. Avanzar. Por ello perdí toda ambición, toda gran ambición, cuando andaba por los veintitantos años. Y creo que fue buena cosa que así me ocurriera. La ambición y la buena suerte son algo magnífico para un escritor que desea hacerse como tal. Porque una ambición desmedida, acompañada del infortunio, puede matarlo. Hay que tener talento. Son muchos los escritores que poseen un buen montón de talento; no conozco a escritor alguno que no lo tenga. Pero la única manera posible de contemplar las cosas, la única contemplación exacta, la única forma de expresar aquello que se ha visto, requiere algo más. El mundo según Garp es, por supuesto, el resultado de una visión maravillosa en consonancia con John Irving. También hay un mundo en consonancia con Flannery O’Connor, y otro con William Faulkner, y otro con Ernest Hemingway. Hay mundos en consonancia con Cheever, Updike, Singer, Stanley Elkin, Ann Beattie, Cynthia Ozick, Donald Barthelme, Mary Robinson, William Kitredge, Barry Hannah, Ursula K. LeGuin… Cualquier gran escritor, o simplemente buen escritor, elabora un mundo en consonancia con su propia especificidad. Tal cosa es consustancial al estilo propio, aunque no se trate, únicamente, del estilo. Se trata, en suma, de la firma inimitable que pone en todas sus cosas el escritor. Este es su mundo y no otro. Esto es lo que diferencia a un escritor de otro. No se trata de talento. Hay mucho talento a nuestro alrededor. Pero un escritor que posea esa forma especial de contemplar las cosas, y que sepa dar una expresión artística a sus contemplaciones, tarda en encontrarse. Decía Isak Dinesen que ella escribía un poco todos los días, sin esperanza y sin desesperación. Algún día escribiré ese lema en una ficha de tres por cinco, que pegaré en la pared, detrás de mi escritorio… Entonces tendré al menos es ficha escrita. “El esmero es la ÚNICA convicción moral del escritor”. Lo dijo Ezra Pound. No lo es todo aunque signifique cualquier cosa; pero si para el escritor tiene importancia esa “única convicción moral”, deberá rastrearla sin desmayo. Tengo clavada en mi pared una ficha de tres por cinco, en la que escribí un lema tomado de un relato de Chejov:… Y súbitamente todo empezó a aclarársele. Sentí que esas palabras contenían la maravilla de lo posible. Amo su claridad, su sencillez; amo la muy alta revelación que hay en ellas. Palabras que también tienen su misterio. Porque, ¿qué era lo que antes permanecía en la oscuridad? ¿Qué es lo que comienza a aclararse? ¿Qué está pasando? Bien podría ser la consecuencia de un súbito despertar. Siento una gran sensación de alivio por haberme anticipado a ello. Una vez escuché al escritor Geoffrey Wolff decir a un grupo de estudiantes: No a los juegos triviales. También eso pasó a una ficha de tres por cinco. Sólo que con una leve corrección: No jugar. Odio los juegos. Al primer signo de juego o de truco en una narración, sea trivial o elaborado, cierro el libro. Los juegos literarios se han convertido últimamente en una pesada carga, que yo, sin embargo, puedo estibar fácilmente sólo con no prestarles la atención que reclaman. Pero también una escritura minuciosa, puntillosa, o plúmbea, pueden echarme a dormir. El escritor no necesita de juegos ni de trucos para hacer sentir cosas a sus lectores. Aún a riesgo de parecer trivial, el escritor debe evitar el bostezo, el espanto de sus lectores. Hace unos meses, en el New York Times Books Review, John Barth decía que, hace diez años, la gran mayoría de los estudiantes que participaban en sus seminarios de literatura estaban altamente interesados en la “innovación formal”, y eso, hasta no hace mucho, era objeto de atención. Se lamentaba Barth, en su artículo, porque en los ochenta han sido muchos los escritores entregados a la creación de novelas ligeras y hasta “pop”. Argüía que el experimentalismo debe hacerse siempre en los márgenes, en paralelo con las concepciones más libres. Por mi parte, debo confesar que me ataca un poco los nervios oír hablar de “innovaciones formales” en la narración. Muy a menudo, la “experimentación” no es más que un pretexto para la falta de imaginación, para la vacuidad absoluta. Muy a menudo no es más que una licencia que se toma el autor para alienar -y maltratar, incluso- a sus lectores. Esa escritura, con harta frecuencia, nos despoja de cualquier noticia acerca del mundo; se limita a describir una desierta tierra de nadie, en la que pululan lagartos sobre algunas dunas, pero en la que no hay gente; una tierra sin habitar por algún ser humano reconocible; un lugar que quizá sólo resulte interesante para un puñado de especializadísimos científicos. Sí puede haber, no obstante, una experimentación literaria original que llene de regocijo a los lectores. Pero esa manera de ver las cosas -Barthelme, por ejemplo- no puede ser imitada luego por otro escritor. Eso no sería trabajar. Sólo hay un Barthelme, y un escritor cualquiera que tratase de apropiarse de su peculiar sensibilidad, de su mise en scene, bajo el pretexto de la innovación, no llegará sino al caos, a la dispersión y, lo que es peor, a la decepción de sí mismo. La experimentación de veras será algo nuevo, como pedía Pound, y deberá dar con sus propios hallazgos. Aunque si el escritor se desprende de su sensibilidad no hará otra cosa que transmitirnos noticias de su mundo. Tanto en la poesía como en la narración breve, es posible hablar de lugares comunes y de cosas usadas comúnmente con un lenguaje claro, y dotar a esos objetos -una silla, la cortina de una ventana, un tenedor, una piedra, un pendiente de mujer- con los atributos de lo inmenso, con un poder renovado. Es posible escribir un diálogo aparentemente inocuo que, sin embargo, provoque un escalofrío en la espina dorsal del lector, como bien lo demuestran las delicias debidas a Navokov. Esa es de entre los escritores, la clase que más me interesa. Odio, por el contrario, la escritura sucia o coyuntural que se disfraza con los hábitos de la experimentación o con la supuesta zafiedad que se atribuye a un supuesto realismo. En el maravilloso cuento de Isaak Babel, Guy de Maupassant, el narrador dice acerca de la escritura: Ningún hierro puede despedazar tan fuertemente el corazón como un punto puesto en el lugar que le corresponde. Eso también merece figurar en una ficha de tres por cinco. En una ocasión decía Evan Connell que supo de la conclusión de uno de sus cuentos cuando se descubrió quitando las comas mientras leía lo escrito, y volviéndolas a poner después, en una nueva lectura, allá donde antes estuvieran. Me gusta ese procedimiento de trabajo, me merece un gran respeto tanto cuidado. Porque eso es lo que hacemos, a fin de cuentas. Hacemos palabra y deben ser palabras escogidas, puntuadas en donde corresponda, para que puedan significar lo que en verdad pretenden. Si las palabras están en fuerte maridaje con las emociones del escritor, o si son imprecisas e inútiles para la expresión de cualquier razonamiento -si las palabras resultan oscuras, enrevesadas- los ojos del lector deberán volver sobre ellas y nada habremos ganado. El propio sentido de lo artístico que tenga el autor no debe ser comprometido por nosotros. Henry James llamó “especificación endeble” a este tipo de desafortunada escritura. Tengo amigos que me cuentan que deben acelerar la conclusión de uno de sus libros porque necesitan el dinero o porque sus editores, o sus esposas, les apremian a ello. “Lo haría mejor si tuviera más tiempo”, dicen. No sé qué decir cuando un amigo novelista me suelta algo parecido. Ese no es mi problema. Pero si el escritor no elabora su obra de acuerdo con sus posibilidades y deseos, ¿por qué ocurre tal cosa? Pues en definitiva sólo podemos llevarnos a la tumba la satisfacción de haber hecho lo mejor, de haber elaborado una obra que nos deje contentos. Me gustaría decir a mis amigos escritores cuál es la mejor manera de llegar a la cumbre. No debería ser tan difícil, y debe ser tanto o más honesto que encontrar un lugar querido para vivir. Un punto desde el que desarrollar tus habilidades, tus talentos, sin justificaciones ni excusas. Sin lamentaciones, sin necesidad de explicarse. En un ensayo titulado “Escribir cuentos”, Flannery O’Connor habla de la escritura como de un acto de descubrimiento. Dice O’Connor que ella, muy a menudo, no sabe a dónde va cuando se sienta a escribir una historia, un cuento… Dice que se ve asaltada por la duda de que los escritores sepan realmente a dónde van cuando inician la redacción de un texto. Habla ella de la “piadosa gente del pueblo”, para poner un ejemplo de cómo jamás sabe cuál será la conclusión de un cuento hasta que está próxima al final: “Cuando comencé a escribir el cuento no sabía que Ph.D. acabaría con una pierna de madera. Una buena mañana me descubrí a mí misma haciendo la descripción de dos mujeres de las que sabía algo, y cuando acabé vi que le había dado a una de ellas una hija con una pierna de madera. Recordé al marino bíblico, pero no sabía qué hacer con él. No sabía que robaba una pierna de madera diez o doce líneas antes de que lo hiciera, pero en cuanto me topé con eso supe que era lo que tenía que pasar, que era inevitable.” Cuando leí esto hace unos cuantos años, me chocó el que alguien pudiera escribir de esa manera. Me pereció descorazonador, acaso un secreto, y creí que jamás sería capaz de hacer algo semejante. Aunque algo me decía que aquel era el camino ineludible para llegar al cuento. Me recuerdo leyendo una y otra vez el ejemplo de O’Connor. Al fin tomé asiento y me puse a escribir una historia muy bonita, de la que su primera frase me dio la pauta a seguir. Durante días y más días, sin embargo, pensé mucho en esa frase: Él pasaba la aspiradora cuando sonó el teléfono. Sabía que la historia se encontraba allí, que de esas palabras brotaba su esencia. Sentí hasta los huesos que a partir de ese comienzo podría crecer, hacerse el cuento, si le dedicaba el tiempo necesario. Y encontré ese tiempo un buen día, a razón de doce o quince horas de trabajo. Después de la primera frase, de esa primera frase escrita una buena mañana, brotaron otras frases complementarias para complementarla. Puedo decir que escribí el relato como si escribiera un poema: una línea; y otra debajo; y otra más. Maravillosamente pronto vi la historia y supe que era mía, la única por la que había esperado ponerme a escribir. Me gusta hacerlo así cuando siento que una nueva historia me amenaza. Y siento que de esa propia amenaza puede surgir el texto. En ella se contiene la tensión, el sentimiento de que algo va a ocurrir, la certeza de que las cosas están como dormidas y prestas a despertar; e incluso la sensación de que no puede surgir de ello una historia. Pues esa tensión es parte fundamental de la historia, en tanto que las palabras convenientemente unidas pueden irla desvelando, cobrando forma en el cuento. Y también son importantes las cosas que dejamos fuera, pues aún desechándolas siguen implícitas en la narración, en ese espacio bruñido (y a veces fragmentario e inestable) que es sustrato de todas las cosas. La definición que da V.S. Pritcher del cuento como “algo vislumbrado con el rabillo del ojo”, otorga a la mirada furtiva categoría de integrante del cuento. Primero es la mirada. Luego esa mirada ilumina un instante susceptible de ser narrado. Y de ahí se derivan las consecuencias y significados. Por ello deberá el cuentista sopesar detenidamente cada una de sus miradas y valores en su propio poder descriptivo. Así podrá aplicar su inteligencia, y su lenguaje literario (su talento), al propio sentido de la proporción, de la medida de las cosas: cómo son y cómo las ve el escritor; de qué manera diferente a las de los más las contempla. Ello precisa de un lenguaje claro y concreto; de un lenguaje para la descripción viva y en detalle que arroje la luz más necesaria al cuento que ofrecemos al lector. Esos detalles requieren, para concretarse y alcanzar un significado, un lenguaje preciso, el más preciso que pueda hallarse. Las palabras serán todo lo precisas que necesite un tono más llano, pues así podrán contener algo. Lo cual significa que, usadas correctamente, pueden hacer sonar todas las notas, manifestar todos los registros.

domingo, 25 de marzo de 2012

Nosotras parimos nosotras decidimos: La actualización del mito de Meda en Adriana Cruz Buenos Aires, 2012.

Nosotras parimos nosotras decidimos: La actualización del mito de Meda en Adriana Cruz Buenos Aires, 2012.
para Adriana Cruz, que no podrá escapar a su destino trágico
y cuyo nombre es menester recordar siempre, incluso pese a ella misma.


Medea

La noticia consterna a la audiencia. Algunos se rasgan las vestiduras, otros imploran, todos acusan, desde el juez hasta la implicada en el hecho. Ya está dictada la condena de antemano por el juez, que se atreve a pedir perpetua en los medios.
Una mujer, extranjera, brasilera radicada en Argentina desde hace 16 años, de mediana edad, clase alta y guapa, se auto-inculpa frente a a las cámaras de televisión sobre el asesinato de su hijo de 6 años, cuando la fuerza policial la sacan esposada de su casa country de barrio privado. Para “cagar a su padre”, dice en cámara.

¿Por donde empezar a desovillar la bola de horror que se nos arroja con total virulencia a la cara?



Dejarse caer



Norita Dalmasso y María Marta Garcia Belsunce, solo por recordar dos de las más renombradas en los últimos tiempos, nos traen a la mente la brutal paradoja de la mujer ateniense del siglo V: aquello que más la incluye en la sociedad, más libertades te resta. Adriana Cruz también vive en una casa country de un barrio privado.
Mientras las mujeres atenienses, las únicas que parían ciudadanos atenienses (como dijo la congresista chilena Ena Von Baer “las mujeres prestan el cuerpo” al niño que viene al mundo a nacer), vivían en un estado de seclusión total. Las las clases bajas y las mujeres no atenienses (porne y/o hetaira) el confinamiento debe haber sido difícil, ya sea por falta de esclavos que realicen las tareas del afuera (ir de compras, por ejemplo) ya sea por falta de kyrios (guardián encargarlo de mantenerla “protegida”, nexo con el exterior), estas mujeres se manejaban “solas”.

¿En la era post-Blumberg, qué estará pensando la clase media que desea progresar al referirse a la la inseguridad?

¿Cuándo?

Eurípides logra que su tragedia Medea, su segunda obra, se represente en el año 431 a.C. En aquella oportunidad, su tragedia no ganó la competencia, quedó en tercer puesto, una constante que se repetirá a lo largo de su carrera, consuelo paradójico para el tragediógrafo más popular y famosos hoy día si tenemos en cuenta que la tradición manuscrita de transmisión de textos antiguos lo benefició con la gracia de conservarle más textos que a Esquilo y Sófocles. El resto de los dramaturgos ni sobrevivió.
El mito de Medea, cuyo nombre aparece documentado en Teogonía de Hesíodo, surge en el marco del ciclo de héroe de Jasón, su esposo, a quien conoce y de quien se enamora cuando éste viaja a su país la Cólquide, a robar el bellocino de oro.
Según el historiador Pausanias, sus hijos fueron lapidados hasta la muerte por los habitantes de Corinto como castigo porque Medea asesina a la novia princesa con la desposará su marido. El motivo del asesinato de los niños o mitema parece haber sido incorporado por “contaminación” con el mito de Procne y Filomela.

Lanam Fecit1. Tejía

Proce y Filomela son dos hermanas griegas. La primera es obligada a casarse con Tereo, un bárbaro aliado de su padre, como poco más que botín de guerra. Vive desde ese casamiento en tierra lejana pero no puede olvidar a su hermana, a quien quiere profundamente. Ruega a su marido que la traiga. Él accede y trae a Filomela (nombre que significa ruiseñor en griego), pero antes de que ellas se re-encuentren, Tereo la viola, y para que no hable, le corta la lengua y le entrega un telar (dispositivo por definición de sometimiento de las mujeres en la antigüedad) para que ocupe la mente y las manos mientras lo espera entre violación y violación. Procne queda convencida de que su hermana falleceen el viaje. Filomela teje el acontecimiento y lo hace llegar a la reina Procne quien descifra la tela, medio privilegiado del relato; rescata a su hermana, y juntas plantean la venganza. Cuando de repente, oh fatalidad del destino, Itis, el hijo pequeño producto de la relación entre Procne y Tereo, ingresa a la escena. Y su madre no duda, como Romina Tejerina, ve la cara del padre, el violador. Mata y cocina a Itis, y lo sirve en una cena especialmente preparada para Tereo, que gustoso devora el manjar.
Tejer, la sabiduría femenina al servicio del oikos, el hogar, de donde saldrá nuestra palabra economía, la ley del hogar. La tela tejida, el regalo de bodas con el que Medea comienza a destruirlo todo. El tejido de Aracne denunciando a los Olímpicos y sus vejaciones, contra Palas Atenea, diosa civilizatoria que regala a los varones el telar para mantener ocupadas en la casa a las ansiosas mujeres.


La confesión

Demóstenes: Tenemos hetairas para nuestros placeres, concubinas para servirnos, esposas para nuestra descendencia.
Tales de Mileto, a través del relato de Diógenes de Laercio en Vidas de filósofos: Agradezco a los dioses por haber nacido humano y no animal, varón y no mujer, griego y no bárbaro.


El padre, la madre y los hijos


Medea (y todas las filicidas) engloban simultáneamente tres características definitorias de lo execrable: femenidad, animalidad, barbarismo. El caos que ellas encarnan trastoca el orden heteronatural del parentesco propio de la masculinidad hegemónica que representa Jasón y todo padre. Jasón necesita a sus hijos para asegurarse la descendencia. Son los hijos varones los que transmiten hoy los apellidos, y ayer los encargados del culto a los ancestros. Con el asesinato, Medea pone fin a su estirpe, y se asegura que nunca más nadie entregue a su hija en matrimonio para que Jasón vuelva a reproducirse. ¿Quién casaría a su hija con Jasón estando Medea con vida? Medea no es castigada en el mito. Por el contrario, escapa, con los cuerpos de sus hijos en el carro de su tío, el Sol, y luego se casa con el rey Egeo, con quien volverá parir.
Medea aniquila el ámbito doméstico que es propio de la mujer y resiste el papel de pura reproductora del linaje de su esposo, respuesta reactiva a la exclusión/seclusión de las mujeres en Atenas en el siglo V. Ella transgrede la noción misma de la moral imperante como reacción a la opresión y a la humillación recibida. Objetivamente su matanza no es mayor –ni peor- que la del héroe épico promedio, de hecho, su violencia es asistemática y privada.
En la antigüedad clásica, donde las Espartanas hacían volar por el monte Taigeto a los hijos deformes, donde los niños podían ser expuesto (abandonados) en las calles sin más por sus padres, donde solo las mujeres tenían control absoluto sobre la reproducción y la parición de la prole, y el aborto llegaba hasta el momento de parir, donde una parturienta podía elegir en complicidad con quienes la asistiesen en ese transe o sola, si el bebé vivía o no, que una madre asesine a un hijo no era motivo para que nadie se rasgue las vestiduras.
El instinto maternal, mito sobre de la modernidad y pilar fundamental donde se asienta hoy el heterocapitalismo. Al fin y al cabo, si parir y ser madre fuera tan divino, no habría 42 % de abortos sobre nacimientos totales, al año.


La Herencia

En el mundo antiguo, los hijos, que solo son del padre, cargan con las culpas de sus progenitores, generación tras generación. La raza tebana descendientes de Layo así lo demuestran: de Edipo a Antígona, ninguno queda en pie. El único crimen lo cometió el abuelito que no tiene mejor idea que violar las leyes de hospitalidad, y abusar del hijo de su anfitrión.
En el mito grecolatino, las culpas se castigan, la ley es divina. Trabalenguas mítico: Clitemnestra mata a su esposo, y su hijo Orestes debe vengar la sangre, su sangre, derramada. Hijo pródigo y ejemplar atrapado en la tragedia de tener que matar a su madre para vengar a su padre, a su vez, asesino de su hermana Ifigenia. Solo el “milagro” divino lo salvará luego de la venganza de las Euménides, que castigan los crímenes de sangre por el asesinato de su propia madre.
Insistimos en esto: Medea no es castigada por los Dioses porque no comete ningún crimen. Por el contrario, su acción le ahorra a sus vástagos una condena en vida, lavando las manchas que sus padres adquirieron, por eso los dioses no accionan contra ella. Medea sabe que la vida futura de sus hijos no será vida, casado Jasón nuevamente, y ella lejos, con esos progenitores como toda prosapia, esos hijos ya están muertos.

Si los hijos son del Estado a través del padre, si la madre cede su cuerpo cual receptáculo y lo presta para que la vida se reproduzca, matar a esos hijos, casi podría ser pensando como un aborto retrospectivo, un acto de empoderamiento de la mujer, una apropiación del poder.


El siglo de Perícles

Perícles, pese a tener una esposa atenienese, como correspondía a un hombre de su posición, pasó una buena parte de su vida adulta (20 años) con una junto a hetaira, Aspacia de Mileto, con quien tuvo un hijo. En el año 451, sanciona una ley que suprime la ciudadanía de los hijos que las mujeres extranjeras tuvieran con ciudadanos atenienses. De ahora en más, para ser ateniense hay que nacer de padre y madre atenienses.
20 años después, para cuando Medea llega a escena, el público de Atenas sabe perfectamente bien que la pretendida situación de igualdad -prometida por Jasón- de los hijos de una extranjera con respecto a otros nacidos de una madre griega es una mentira. Jasón, una vez más, la está usando, y especula qué le conviene a él.

La decisión de Sophie


Una madre con un niño y una niña. El nene como de 10 máximo, la nena 4, tal vez. Los tres esperan para ser subidos a un tren que los llevará a un campo de concentración, un tren común, un destino común, una fosa común. Fatal el destino que le lleva a esa madre hermosa a tener que lidiar con el sadismo de un oficial de alto rango de la SS. El milico le dice que le cree cuando ella alega, suplicante, que no es judía, que es un error, que es alemana, que no deberían estar ahí. Y como le cree le permite elegir a uno de sus dos hijos. Ella no puede y no quiere elegir, se niega a hacer lo que le piden, se ofrece ella misma como víctima, se sacrificaría por sus hijos, pide por favor que los salve, que ella toma su lugar. El nazi da una orden y un soldado comienza a retirar de las manos de la mujer a los niños. Entonces, la madre, presa de la desesperación grita: Llévense a la niña, déjenme al varón.
No recuerdo cómo termina la escena y no me he atrevido nunca a volver a ver esa película que tan profunda impresión forjó en mí. Mi recuerdo duda si entonces dejaron al niño o si prosiguieron llevándose a los dos. Lo cierto es que Sophie sobrevive a sus hijos, después de terminada la guerra, y debe vivir con su decisión el resto de su vida. Y casualmente, elige al varón...

¿Qué significa ocupar el mismo verbo para un hijo (o dos) que para una casa o un coche?
Somos nuestros propios hijos, en perpetua posesión, como botín de guerra por el poder de progenitores dementes dentro de un régimen de opresión.


Nosotras

¿Cuál es el precio que se paga por la autonomía radical sobre nuestros cuerpos cuando en vez de una línea de fuga bien por fueras de las lógicas de la heterosexualidad como régimen político, se reactiva y reacciona contra ese poder? Yo los parí yo los mato, parece gritarnos Medea a todas las filicidas, bajo cuyo arquetipo hoy somos leídas. Ella es poderosa, desestima la lógica falocéntrica de Jasón, se eleva por encima de él y como una divinidad furiosa, lo castiga, lo obliga a vivir muerto, a no tener quien lo honre posteriormente, le demuestra que él es completamente impotente para impedirle que se lleve a sus hijos. Medea le demuestra que ella tiene el poder, e intenta, con el asesinato de sus hijos, recuperar la virginidad perdida y volver al viejo orden perdido, el de su tierra natal, donde empezaron los asesinatos y las traciones, por amor a Jasón.
Medea apunta más allá de la posibilidad que surge cuando se encuentran los límites de las políticas de la representación. Se apropia del último recurso que le resta, el último bastión para ejercer la autonomía, y la soberanía, pero por dentro de las lógicas que Jasón delimita, no él, sino el régimen que él encarna. Ella retira de la mano del control paterno, sin duda, a sus hijos. Pero es incapaz (¿quién podría serlo?) de trazar una línea por fuera de esas lógicas totalitarias que el varón tiene sobre la disposición de estas vidas, de todas las vidas, incluso la de ella misma. Una trayectoria que le permita conservar a sus propios hijos, tal como ella le expresa a Jasón.
Autonomía: falacia del pensamiento que siempre se construye dentro de un orden dado por un sujeto, efecto irrestricto y privilegiado del poder, que se empodera.
La tragedia no puede ser re-escrita, banal pensar qué podría haber hecho ella y todas. Sin embargo, Medea nos alerta: es menester construir líneas de fuga, devenires, por fuera todo poder heteronormativo.

Amo Amor


Eris, la discordia, no es invitada a las bodas que Zeuz planifica para Tetis, con Peleo. ¿Quién invitaría a la discordia a una fiesta feliz? En venganza, esta diosa trama un plan: crea un concurso de belleza (las divinidades también son femeninas y superficiales) para la más hermosa de todas. Palas Atenea, Hera y Afrodita compiten. Paris Alejandro, el troyano hermano de Héctor, es el juez. El premio: una manzana. Pese a lo que vulgarmente suele creerse, no gana la más bella sino la más astuta. Afrodita es la única que comprende a su juez y oferta lo que es necesario: a Paris no le interesan ni guerras, ni territorios, no le interesa la gloria de la masculinidad hegemónica griega en lo más mínimo. Afrodita le ofrece una vida de placeres con la mortal más hermosa del mundo. Paris no lo duda, y le dictamina que el galardón le corresponde a ella, la diosa del Amor. Hay un problema en la ejecución de la promesa: la mortal más hermosa ya tiene un dueño. Helena entonces es sustraída de las manos de su marido y llevada a la cama de Paris, desencadenando la guerra de Troya que dura casi 10 años y termina con la caída de la ciudad sitiada.
Desde entonces las mujeres estamos sometidas al dispositivo de subjetivación más potente que se haya creado jamás y como valijas somos llevadas de una casa de un varón a otra sin dilación, permanentemente enamoradas.
Amor: una enfermedad, pasión desenfrenada, vulnerabilidad absoluta -del latín vulnus, herida o tajo- con la que se subjetiva a las mujeres, especialmente a las jóvenes, para dejarse arrastrar hacia la muerte.


Indubio pro reo


Para el juez la mujer "se valió de la indefensión de la víctima para provocarle la muerte", detalló una fuente judicial al diario La Nación.

“¿Lo mataste para vengarte de tu marido?”, preguntó el periodista de televisón. "Sí", fue la respuesta contundente de Adriana Cruz. “Para cagarlo”.

"Psicópata, manipulador, mentiroso”, pintó en las paredes de la habitación con baño en suite, donde dentro del jacuzzi, ahogó a su hijo. Un mensaje para su hija mayor decía que se tenía que salvar, que se independice, que tenía que ser “ella misma”.

No se ha detectado “ninguna patología psiquiátrica de base" en la mujer, razón que lleva al fiscal Heredia a pensar que "estaba en su sano juicio en el momento de cometer lo que cometió”.

La voz del periodista agrega: “la madre no mostró arrepentimiento...cuando esperamos encontrarnos con una mujer vulnerable escuchen lo que dicen vean las imágenes.... fue muy impactante porque vos esperás encontrarte con una mujer quebrada, arrepentida, pero me encontré con una persona resentida que esta más bien enceguecida por el odio a su ex marido que por el crimen que cometió...nos encontramos con una mujer fría que no estaba quebrada por la situación.”


Madre Ejemplar


Maru botana es la más famosa de las respoteras de la Argentina, horneando tortas forjó un imperio. Rubia, hermosa, siempre joven, de rulitos, simpática, alegre, parió 8 hijos del mismo padre.
En el 2008 uno de sus hijos muere a los 6 meses, del “síndrome de muerte súbita”, mientras Maru, que “siempre exhibió su devoción por la maternidad” y vivía cada “con mayor felicidad” esquiaba en el lujoso resort Las Leñas. El pequeño bebé Facundo estaba a cargo de la abuela.
Maru expresó en una nota a la revista Pronto: “Siento que nací para ser mamá. La maternidad viene incorporada a mi de manera natural, está en mi ADN... Para mí, tener una familia numerosa no es demasiado trabajo. Ser madre no me quitó mis espacios. Jamás cambiaría una hora de spa por un tiempo de juego con mis hijos. Yo elegí esta vida y soy feliz así”, es una de las tantas afirmaciones que respaldan el estilo de vida de Maru, quien hasta el nacimiento de Facundo vivió embarazada más de la mitad de los últimos ocho años.
Maru Botana gracias al séquito de esclavas que, abnegadamente y por dinero también, como tantas otras de su misma clase social, por ejemplo Juanita Viale, la ayudan a no sobrecargarse con los engorros de la maternidad, permanecer bellas, parir 8 hijos, que otras criarán y cuidarán, tener 4 locales de un servicio de catering para una ciudad de 5 millones de habitantes, y un programa de televisión, escribir libros de cocina, y tener sexo con su marido, sin que un rulo de su dorada cabellera se aje.
Otras, menos perfectas, y menos asistidas, entramos en crisis que de la mano de Freud se llaman histéricas, por un taza fuera de lugar.
Maru, el ejemplo para todas nosotras de que ser madre es lo mejor que te puede pasar en la vida, y que incluso con 8 hijos, se puede ser hermosa, delgada, esbelta, regia, espléndida, saludable, sin arrugas, sin maquillaje, sin cirugía plástica, y desarrollar una vertiginosa carrera económica, especialmente si nos dedicamos a alguna actividad tradicional, como cocinar tortas, sin perder la compustura, y la simpatía.
Maru, el modelo de familia feliz a seguir por todas nosotras, su sonrisa contagiosa parece decirnos “querer es poder, no hay por qué resignar nada”.
Maru, la promesa más acabada del heterocapitalismo al cual toda mujer hetero o no hoy aspira llegar.
Pero a Maru también se le mueren los hijos, oh casualidad, cuando los cuida la abuelita...y ser madre es algo tan hermoso que muchas mujeres pobres se perforan el útero con agujas de tejer con tal de no volver a parir ni una vez más.



El desafío


Leer el mito desde su narración trascendental, que nos remite a un presente político y a los griegos, en el mismo gesto. La historia que narra el mito desemboca en el presente, el de los griegos, y el nuestro.

Sin embargo, nuestro tiempo es obcecado, y visita el mito antiguo, con la indignación del presente, donde el filicidio es la peor de las afrentas al orden heteronatural, porque nada es más sagrado que el amor maternal que sustenta la dieta reproductora del heterocapitalismo, nada es más sagrado que la vida, que se sostiene, fundamentalmente, sobre las madres que la dan.

Si se logra retornar al mito sin las categorías del presente que no es lo mismo que decir sin las armas que hoy conocemos, el mito todavía nos habla. Pero lo que dice es un llamamiento: está dirigido a quienes aún pueden oir.

Medea habla claro desde Eurípides hasta hoy y nos advierte sobre el empoderamiento, o la toma del poder, dentro de las lógicas que se vienen a combatir. Especialmente, sobre el amor, por un varón (o por quién sea) como único sostén de la vida de un cuerpo biopolíticamente asignado a la violencia de género llamada mujer.

lunes, 20 de febrero de 2012

todos los talleres que arrancan en marzo!





talleres que arrancan ahora en marzo
les dejo las informaciones y los flyers
no duden en contactarse conmigo si les faltan direcciones o telefonos

besos
Leonor


en mi casa en congreso Taller de feminismos y genero arranca jueves 1 de marzo
http://www.todonuevobajoelsol.blogspot.com/2012/02/taller-mujeres-poder-y-sexualidades-en.html


Taller de mitologia y filosofia arranca miercoles 7 de marzo
http://www.todonuevobajoelsol.blogspot.com/2012/02/mythos-vs-logos-en-congreso.html




en Palermo Taller sobre tragedia griega y genero sabado 3 de marzo

http://www.todonuevobajoelsol.blogspot.com/2012/02/taller-de-mitologia-grecolatina-y_03.html


en Villa Urquiza el clasico desde hace 10 años sabado 3 de marzo mitologia y filosofia

http://www.todonuevobajoelsol.blogspot.com/2012/02/taller-de-mitologia-grecolatina-y.html

jueves, 16 de febrero de 2012

mythos vs. logos en Congreso!


Taller Mythos vs. Logos:
Pensamiento, Género y Mitología Grecolatina
de Homero a nuestros días

Taller Mythos vs. Logos:
Pensamiento, Género y Mitología Grecolatina
de Homero a nuestros días

Miercoles de 1830 a 20 hs (de Marzo, Abril y Mayo)
Comienza en Marzo
arancel mensual: $200
Zona congreso

Contacto
silvestrileonor@yahoo.com.ar
1562691508
4383 1321



Este taller:

Se propone un análisis crítico no sólo sobre la literatura grecolatina sino también sobre la tradición de lectura y recepción de esas ficciones, a partir del mito, las sexualidades y los géneros, echando mano a armas teóricas contemporáneas.

En un ambiente distendido y de debate crítico, deseamos (re)pensar el mundo antiguo para comprender (en su doble sentido) la actualidad contemporánea.

Se trata, sin más de un taller de pensamiento tal como los viejos filósofos nos legaron: pariendo en conjunto nuestras propias ideas.

Los materiales estarán a disposición de quienes asistan.


Travesías

1) La Batalla Final: Mito vs. Logos o Dioniso vs. Apolo

Lecturas:
Qué es un mito, una aproximación a la mitología clásica de Hugo Francisco Bauzá
Mito fundamental y mito artístico y Mitos y dogmas de Hans Blumenberg
Mitos en escena y Creer en los mitos de Richard Buxton


2) El Hacedor: de cómo un ciego creó un cosmos

Lecturas:
Homero de Quios de Paul Cartledge
El mundo de Homero de Pierre Vidal- Naquet
El Hacedor de Jorge Luis Borges
Cultura y educación de la nobleza homérica y Homero el educador de Werner Jaeger




3) Cuanta Mina que tengo

Lecturas:
Las Mujeres Heróicas de la épica y Mujeres sin Hombres de Mary R. Lefkowitz.
Familia de Richard Buxton
La creación de la Mujer; La mujer un campo para laborar y ¿Por qué las madres griegas imitan a la tierra? de Nicole Loreaux


4) La Culpa de todo la tiene Platón

Lecturas:
¿Por qué Diótima es una mujer? El Eros platónico y la representación de los sexos de David Halperin.
Diótima de Matinea de Paul Cartledge
Platón de Rodolfo Agoglia
Cuestiones Platónicas de Flavia Gioia y Silvana G. Di Camillo
Autoridad y Libertad: el conflicto dentro de la democracia y Platón y Dionisio: la tragedia de la paideia de Werner Jaeger

6) Los nenes con los nenes

Lecturas:
Imágenes de la Pederastía en la Antigüa Grecia, de Andrew Lear y Eva Cantarella
El Sexo en la sociedad griega: la paideia, los rituales y los mitos de Domingo Plácido
La imagen del sexo en la Grecia antigua de Carmen Sánchez
Según Natura: la bisexualidad en el mundo antiguo de Eva Cantarella

7) Amor a Roma

Lecturas:
La mujer en la familia romana y La Esclavitud en Roma de Ugo Enrico Paoli
El Matrimonio romano, Roma y el amor y El amor y los poetas de Pierre Grimal
¿Qué clase de hombres eran los romanos? y La restauración y el principado de Augusto de Barrow
Miscelánea Erótica de Alfonso Cuatrecasas


Libros que conviene leer para este taller

La Ilíada de Homero
Poemas de Safo
El Banquete y la República de Platón
Amores y Arte de Amar de Ovidio