jueves, 15 de marzo de 2007

FERNANDO NOY: "mi poema es una cartografía de cada instante de mi vida".


Radar Libros Tapa 2006 diciembre

Los artistas que pueden trascender las barreras de los géneros literarios y sexuales, sin poder ser del todo definido a qué tipo de arte pertenecen o con cuál comulgan, han sido desde tiempos inmemorables, malditos y adorados al mismo tiempo; especialmente si, además lograron religar, incluso sin saberlo, el arte a la vida, y cumplir así al menos con uno de los sueños de las vanguardias europeas de principio del siglo XX, la praxis vital.
Sin lugar a dudas, este es el caso de nuestro artista vernáculo, conocido como Fernando Noy, sobreviviente, testigo y creador de lo que podríamos llamar los 80 en la Argentina, para quien hoy corren, desde el punto de vista literario, épocas maravillosas: dos de sus libros de poemas han sido publicados, La Orquesta invisible y Hebra Incompleta (léase su obra completa), más un libro con sus memorias está a punto de ser publicado por su biógrafa, María Moreno y la biografía que Noy escribiera sobre su inseparable amigo Batao Barea ha sido re-editada por el Centro Cultural Ricardo Rojas; aunque él, modestamente, afirme que nunca buscó armar un libro o un poema. Sin embargo, desde su primera publicación en la revista Touring Club, ¿cuántos de los que han oído hablar de este personaje lo conocen a través de su exquisita poesía? ¿Cuántos de los que saben de Batato, saben también que los textos que interpretaba eran de Noy? ¿Cuántos saben que Noy además de transformista, es desde siempre, escritor de cuanto género literario se haya creado (poesía, cuento, novela, teatro), a pesar de que mucho permanezca aún inédito o por descubrir?
Quizás la clave se encuentre en la unión inescindible entre poema/poeta/vida que este poeta cultiva desde adentro de sus entrañas, a partir la práctica incesante de lo que podría considerarse desapego material, que más bien se expresa en una anárquica generosidad inmanente que sólo le permite conservar su capital simbólico, es decir sus amigos. Imposible no amarlo cuando no deja de poetizar permanentemente todo lo que emana de su boca y su cuerpo. No caben dudas de porqué nadie odia a Fernando Noy.
Entre esos amigos entrañables, además del círculo antes mencionado y que Batato encabezará, al igual de la que supo trabar con muchas otras personalidades del arte del mundo, se encuentra míticamente Alejandra Pizarnik y Olga Orozco, relación a la que llamará, “reverberación de mi personalidad en ciertas figuras que me identificaron como poeta en la multitud”, y que expresa con una imagen más verídica la figura de estas dos geniales poetas, utilizadas hasta el hartazgo en la memoria por tanta otra gente. De hecho, Noy revela que “las mujeres me introdujeron a los mundos celestiales y dantescos. Y son infinitos los mundos que están en una gota de papel: desde las cartas que escribía a mi abuela, antes de que yo supiera que había poesía allí, hasta los poetas que mamá adoraba como ser Storni, Ibarburú, Molinari, Larreta, Darío, Lorca, a través de los cuales comencé con plena conciencia literaria. Después, a partir de Orozco y Pizarnik, aparecieron Nerval, Char, Trakl, entre otros que me dieron un shock. Especialmente Alejandra me enseña a los poetas vivos de su generación además de los poetas franceses malditos.”
De acuerdo con su ars poetica, y siguiendo una concepción de la inspiración y la musa mucho más clásica de lo que se esperaría de él a simple vista, “la poesía es un don incrustado en todas las musas y representa a aquellos que aman. No es un momento sino una filosofía perpetua de vida. Jamás he escrito con temas pre-establecidos, no puedo soportar el tema, la case, el dictado. De mí, manan chorros de verbalizad que me fascinan como ajenos. El poema llega y queda como un hexagrama rupestre.” El hecho de que Noy, personaje ecléctico, otrora travestí, locura hecha cuerpo, de repente, siga la tradición clásica de la poesía, la creación y el arte como inspiración y musa lo hace a él más único e interesante, y al mismo tiempo, ilumina la tradición misma con un personaje por todo fuera de lo convencional. Sin embargo, esta confianza en la musa no se debe a la incapacidad o negación sobre el trabajo sobre el texto literario: “Mi poema es como una cartografía de cada instante de mi vida. Si me siento muy invitado mío, luego me coloco del otro lado de la mesa. Es la locura de obsidiana que la gente llama “corrección”. El poema me toma y yo lo expreso, después veo como lo corrijo; y corrijo hasta el despojo y, a veces, el poema vuelve a quedar como bajó.”
Haciendo honor a la famosa frase de Nietzsche que reza que lo único que interesa de lo que está escrito es aquello que se escribe con la propia sangre porque allí está el espíritu, Noy confiesa, ensimismado con la tradición de poetas místicos como Rumi, que “la poesía es su propio ritual que te consume. Cada poema es como un mandala. Una vez, le comenté a Alejandra que tanto la había entendido en su poema que me había vuelto poema yo. La gente como ella son el poema vivo y encarnado; y lo único que prevalece son aquellos que han hecho poesía en algo. Lo que llamo “poetas de la existencia”, cosa que aprendí, a su vez, de otra mujer, la poeta brasileña Adelia Prado, a quien traduje y a quien, alguna vez me han dicho, incluso para insultarme, que me parezco, para mi propio placer.”
Contrario a las modas imperantes, el poema continúa en la vida, y no al revés, y su feminidad se asemeja al yo lírico de los decandentistas o los modernistas: “A mí, la poesía me tomó desde que yo vivía en la provincia, en Ingeniero Jacobacy, y aún no sabía siquiera que era varón”. No hay panfleto de género en su poesía, el amor a otros del mismo sexo es un hecho natural. Las canciones de amor a los varones están dichas desde un lugar donde se difumina el yo: “Soy ilimitado en el placer del poder del amor y eso me amalgama, desde algún punto de vista, a mi amigo, el gran Pedro Lemebel, puesto que tenemos en común el espíritu y la dedicación de un zorro donde miramos. Sin embargo, él toma la actitud beligerante furiosa, mientras que yo romo la astucia de la suavidad del sinsentido. Somos artistas de la transmutación sexual para el placer del vivir y actuar los roles femeninos. Nosotras con Lemebel somos maricas de la época de los mata-putos; yo siempre quise buscar mi parte femenina a todo vapor. Los poetas son como una antena que capta sin cesar y sin control el momento, como una falsa esclavitud. Sin embargo, la sexualidad la he elaborado respecto a lo que escribo como un casto ardiente que espera enamorarse”.
¿Pero cómo llega, entonces, el poeta Noy a desdibujarse en el performer del famoso Parakultural o Mediomundo Varieté: “En los 80, el poeta es el autor y el actor de su propio show. De allí que Batato me pidiera poemas para su performances, porque él no escribía poesía, y eso quería, en vez de morcilla que satisficiera al espectador conformista. Quería mis poemas y hacer obra en mí, difundir mi poética, que seduce, entonces, a todo un grupo del cual él formaba parte. Mi obra finalmente queda incluida en su repertorio. Perlongher también forma parte de ese grupo de poetas elegidos, pero se niega a la intervención de Batato en su texto, quien una vez agrega una palabra para lograr un efecto en la audiencia, y le niega, a partir de allí, la posibilidad de volver a usar sus poemas de nuevo. Yo en cambio siempre me presté gustoso a su juego. Y te juro por los que no juran que antes se tenía más conciencia de la persona que escuchaba la lectura. ”
Sin embargo, la relación de los poemas con la oralidad y la perfomatividad es anterior y ligada, nuevamente, a las figuras de las mujeres que habitaron su vida: “en las lecturas espontáneas que se armaban en la casa de Olga Orozco y Pizarnik, aprendí la pasión en el sentido místico y etimológico del sufrimiento por la poesía. Alejandra, mientras Olga leía, sufría, encarnaba y actuaba el poema hasta rodar por el piso o debajo de las sillas. Cuando yo la vi, supe que yo quería eso: poemas donde el lenguaje es lo que se dice, donde los poemas no te gustan simplemente sino que se te incrustan. Yo no soy poeta de carrera y carta de presentación. Sin embargo, te puedo decir a esta altura de mi vida, los errores que cometí de alejarme del ambiente poético estuvieron bien cometidos.” Claramente, con esto en mente, al volver del exilio antes incluso de que la dictadura militar sobreviniera, ya en Brasil, Noy se relaciona con lo que él llama su parte femenina y su cuerpo de manera total y natural, hasta llegar al travestismo/transformismo. Con su vuelta y en contacto con los clowns de la vanguardia under porteña como el antes mencionado Batato, alcanzar el gesto teatral y de humor que la performatividad que sus textos encierra, pero libera, fue sólo un pequeño gran paso en su vida, que es su obra.
Y aunque Noy sostenga que su existencia “es una puesta en escena en el mundo, las palabras me hablan y me preguntan. Ese es mi verdadero premio”, el revisionismo de su obra poética expresada y divulgada a nuevas generaciones de lectores desde esos poemas que hablan con un léxico precioso pero sin hermetismos y, en el mismo movimiento lo desestigmatizan de la herencia del underground porteño, es, sin lugar a dudas, una cuenta que se está saldando con la historia de las letras de nuestro país, en vida del autor. Si, según cree Noy, la poesía no tiene antes o después, sino que se trata de un continuum entre el arte y la vida, y la gente que habita a los diferentes actores poéticos, Noy ha logrado hacer carne su arte en aquellos a los que mágicamente ha tocado a través de su arte, que es su vida.

Leonor Silvestri

martes, 13 de marzo de 2007

MUJERES QUE ESCRIBEN DESDE LA CÁRCEL, MUCHO MÁS QUE EL GRITO DE LAS SILENCIADAS


Yo no fui (2ª edicion- Voy a salir y si me hiere un rayo. 2006)

Para Ana, Betty, Silvia, Gisel, Edda, Dana, María, Lucía


A mediados del corriente año, en un festival internacional llamado “Salida al Mar” hubo una mesa de “Poesía y política”, lo mismo que en el Festival de la Unidad 31 (Cárcel de mujeres de Ezeiza) organizado por María Medrano. Y celebro que esto sea así porque en general se percibe cierta dejadez menemista post dictadura, a la hora de hablar de estos temas. O mejor dicho, todos o casi todos los involucrados en la poesía partimos del supuesto, erróneo, que todos entendemos lo mismo por política y estamos a la izquierda de lo que haya que estar, y la verdad es que muchas veces nos llevamos sorpresas.
Mencioné el festival “Salida al Mar” y debo confesar que esta charla es deudora de esa mesa de política donde Sergio Raimondi, (poeta, ensayista, especialista en literatura antigua) introdujo una serie de ejes de análisis para el tema que yo tomaré, adaptaré, y hasta ampliaré para tratar, ya no, como fue su caso, a poetas varones, libres, contemporáneos, sino un libro de poetas mujeres hecho en la cárcel. Es decir el no lugar de la literatura: mujer y presa . Nada podría estar más por afuera de todo y me parecía interesante entablar ese diálogo crítico con aquel material simbólico-literario que, me da la sensación, a priori no será tratado críticamente como podría ser tratado otro libro de otro poeta porque la enseñanza superior, léase universitaria, es una trama de instituciones y costumbres que ordena y legitima los ascensos y las disputas simbólicas donde la poesía en general no tiene cabida, pero mucho menos una producción que “torpemente” podría ser leído como simple acción social. Lo mismo ocurre con la literatura de mujeres de la antigüedad, que es solamente analizada como testimonio de las más diversas cuestiones no literarias como ser la antropología y la historia sin llegar al meollo de aquello que es la literaturnost . Y no porque crea firmemente en el discurso crítico académico como autentificador y legitimador más que en otros discursos que pueda revestir la misma función, de hecho muchos de los poetas son universitarios y han conocido a otros poetas mayores muy por fuera de los claustros e independientemente que sus revistas académicas o la revista Ñ las promocione.
Entonces habiendo, establecido que mi objeto de estudio crítico-literario será el libro titulado Yo no fui, y habiendo hecho las aclaraciones del caso acerca de a quién tome, aunque más no sea, como parte del modelo crítico, pasemos a establecer alguna de las premisas o ejes base de este trabajo.
La primera fue establecida por el Indio Solari y dice lo siguiente: “todo preso es político”. En nuestro caso, “toda presa es política”. La primera pregunta que cabe hacerse es si se seguiría lógicamente que la poesía hecha, entonces, por una presa es política. En principio, y bastante arbitrariamente, por el momento, me atrevería a decir que sí, porque no hay literatura que no sea política y la literatura escrita en la cárcel es la más política de todas. Más aún, siguiendo a Raimondi quien sigue a los post-estructuralistas (Barthes, Derrida et alii), lo político queda establecido por un efecto de lectura y toda lectura es política aunque no intente serlo. En resumidas cuentas, toda lectura es política aunque no desee serlo o piense que no lo es, del mismo modo que toda materia literaria es susceptible de obtener una lectura política aunque su tema no lo haya habilitado previamente y de entre todas las literaturas posibles, aquella escrita por mujeres presas es la más política de todas. Para explicarme mejor, porque creo que es posible afirmar que toda lectura es política pero especialmente esa hecha sobre la poesía de la cárcel, y desde la cárcel citare la autobiografía de Malcom X quien estuvo una parte de su vida preso: “Por primera vez podía tomar un libro y ahora sí comenzar a entender lo que el libro decía. Cualquiera que haya leído mucho podría imaginarse el nuevo mundo que descubrí. Déjenme decirles algo: desde entonces hasta que dejé esa prisión, cada momento libre que tenía me lo pasaba leyendo en la biblioteca o en mi camastro… Pasaron meses sin que siquiera pensara acerca de mi encarcelamiento. De hecho, hasta entonces, nunca me había sentido tan libre.” Leer es, entonces, una estrategia interpretativa aprendida e históricamente determinada y necesariamente afectada por la categoría de género : Leer es leer como un varón blanco privilegiado. Leer es leer a varones blancos privilegiados.
Ahora bien, político deriva de pólis, y de aquí que tan insistentemente los grupos de poder escondidos tras esa burla llamada “postmodernidad” intenten menoscabar la importancia del aspecto político en cualquier ámbito que no sea el parlamentario estrictamente, confundiendo ostensiblemente estado con ciudadanía, relativo a la pólis, es decir todo aquello que concierne a la ciudad, al lugar donde uno habita, de lo cual se desprenden dos apartados excluyentes que espero estar a la altura de saber resolver: el primero, si decimos que no toda literatura es política, o que no toda lectura es política, estamos permitiendo(nos) pensar que la literatura no es siempre relativa a la pólis, al bien común establecido por el sofista Protágoras en el siglo V , y así nos plegamos a un discurso que ve en la literatura y especialmente en la poesía como género perteneciente a la literatura, por razones largamente abordadas, una actividad burguesa, ociosa e inútil que no tendría entonces una práctica, tomando esta palabra en su sentido anfibológico, como praxis concreta y material y como cuestión de orden práctico-económico. 2) ¿Si la política es lo relativo a la pólis cómo es posible que entonces yo esté afirmando que una poesía hecha en una cárcel es la más política de todas?
Creo que ambas cuestiones pueden ser refutadas si partimos de la base de que la poesía debe generar sus propias condiciones de lectura e interpretación. Por un lado, la primera cuestión, pienso, se autocontesta, si afirmamos que no toda literatura es política, entonces abonaríamos y alentaríamos el discurso que sostiene que la poesía no es de orden práctico y no podríamos restituirle su carácter originario de poesía como póiesis, del verbo poeiéo, hacer con las manos, realizar, como lo haría cualquier otro obrero u artesano. La segunda cuestión más bien tiene que ver con tomar a la poesía como acto de resistencia, transformación del silencio en leguaje y acción con un poema, último bastión de la individualidad, de la subjetividad necesaria en términos de la filósofa francesa feminista, Monique Wittig, para llevar acabo, entre otras cosas, el cambio social, y la cito en traducción de su libro La mente recta/hetero : “Esta verdadera necesidad de que cada uno exista tanto como individuo y como miembro de una clase social, es quizás la primera condición para lograr la revolución, sin la cual no puede haber verdadera lucha o transformación. Pero lo opuesto también es verdadero, sin clase y sin conciencia de clase no hay sujetos reales sino individuos alienados/enajenados. Para que las mujeres contesten a la cuestión del sujeto individual en términos materialistas primero hay que mostrar… que los problemas que son supuestamente “subjetivos”, “individuales”, “privados” son de hecho problemas sociales, problemas de clase; que la sexualidad no es para la mujer una expresión individual y subjetiva sino la institución social de la violencia misma.”(página19). Por ejemplo, y para ver cómo funciona esto en el poema, baste citar a Elisa, luego volveremos sobre la cuestión del nombre:
“Quiero que llegue ese día/ para poder estar en casa y esa mañana acostarme a tu lado/ dormir hasta tarde en tu cama, sentir tu suave respiración/ y el olor de tu cuerpito, tu boca y tus manitos/ tocando mi rostro para que quede por siempre en mi memoria”
Los tres primeros versos trabajan sobre el erotismo, el texto bien podría hablar acerca del deseo, incluso mediante la incorporación de la variable ocio, como para ejercer ese deseo (recordemos que la visita íntima en la cárcel que se lleva entre los casados cada quince días sólo puede tener un lapso determinado). Luego el uso de los diminutivos introducen la dimensión familiar amorosa ligada a la memoria. Todo esto nos remonta a otra cuestión que dejé irresuelta, a saber: el tema no define la poesía política o una lectura política de la poesía. Cualquier poema puede ser leído políticamente y devenir poesía política. En primera instancia, porque hay una diferencia entre la poesía política y la poesía partidista o proselitista o de barricada, más allá de las duras críticas en muchos casos infundadas que recibió esta última. Es decir, aquella poesía que participa autoconcientemente de la estructura partidista como ser Maiacovski y aquella que se propone políticamente pero no participa de esa estructura (Bignozzi, Bellessi), hasta llegar a esa otra poesía que trabaja sobre lo político como lo público porque la política no es sólo lo que ocurre en la casa de gobierno. Ni tampoco la poesía política pertenece al realismo, aunque sí de manera oblicua lo puede mantener en su base.
Para comprender este enfoque, que vamos esbozando, hay que comprender que es necesario dejar de considerar a la poesía como ente abstracto anterior a nosotros y devolverle su significado histórico donde economía y política se entrecruzan constantemente, de allí que cualquier poema escrito en una cárcel se vuelva político aunque su tema no lo sea en apariencia y ése no haya sido su aliento compositivo porque como todos sabemos, o espero sepamos, las cárceles no están llenas de “los malos” sino de personas que son sólo el síntoma de los problemas sociales que podrían estar bien ocurriéndonos a todos nosotros. La poesía y su espacio están tan construidos por el capitalismo tanto como otros espacios y como nosotros mismos, aunque creamos que no, o aunque no nos detengamos a pensarlo creyendo que si ignoramos el capitalismo el mismo deja de concebirnos y pautarnos.
Finalmente, para comenzar a morder la carne de los poemas, digamos entonces que la cuestión formal es política en una poesía para ser leída políticamente. Es decir, es menester considerar objetivamente la técnica del poema como instancia política. De allí que hasta la marca sobre el papel, el autógrafo, de estas mujeres muchas de las cuales deciden firmar sin su apellido, quizás como forma de ocultar su presidio y el estigma social cuando salgan, pero este acto puede ser resemantizado y leído como la negativa de algunas de ellas a utilizar el nombre del padre, porque, como todos sabemos, los apellidos de mujer en español son siempre del padre. También los caligramas impresos y manuscritos de este libro, que muestran y explicitan cómo fue esta poesía hecha materialmente hablando, es política, porque no vayamos a pensar que acá hay computadoras y que estas poetas tipean sus textos, sino que esos textos son escritos en papel y luego pasados, principalmente por su profesora de taller, y este libro reproduce esta instancia de copia medieval manuscrita que para mí es del orden de la resistencia que hablamos al principio; pero que también adhiere a algo de que en el lenguaje, a diferencia de lo que cree Saussure y pensando en lo que plantea Voloshinov, lo individual es siempre social e histórico y material. Por otra parte, está la cuestión del nombre que como dice su editora “... no indica sólo la ironía que está a la vista, también es lo que puede leerse entre líneas: que estas mujeres no fueron silenciadas…Yo no fui es una muestra de lo que con esfuerzo lograron construir y defender en el encierro: un puente con el afuera que las espera, una ventana para comunicarse con el exterior y la posibilidad de participar en la actividad cultural de una ciudad que vive de espaldas a esa otra ciudad que engendra en su interior. Una ciudad adentro de una ciudad. Unir lo que está separado, de eso se trata; de acercar la lejanía y preparar la salida.”
Y esto me remite a otra cuestión, que es la clase social de los poetas de nuestro país. La mayoría de los poetas son gente de clase media alta y hasta a veces acomodada, blancos, que nunca podría barajar la posibilidad de encontrarse aquí. Sin embargo, hay quienes creen que la poesía no es un lujo o una excentricidad de la cual, de tanto en tanto y para mostrar cuán democrático es el sistema cultural en nuestro país, se invita a algún poeta no extractado de esta clase social, al menos en apariencia y quizás dado su hablar y color de piel pero nada más. Hay un nexo entre género literario y clase social: Lorde dice en Age Race, Class and Sex: “De todas las formas de arte, la poesía es la más económica. Es la más secreta la que requiere el menor trabajo físico, la menor cantidad de material, la que puede ser hecha durante los turnos de la fábrica, en el hospital, en el subte, y sobre los restos de desperdicios de papel”. La poesía se puede hacer en la cárcel. Pero además la poesía carcelaria, diferente a la poesía tumbera que como todo género tumbero deberíamos detenernos a pensar si se trata de sólo un producto más de la industria cultural, permite mantener y ejercitar un acto de intimidad en un lugar donde la intimidad está borrada por el control total y permanente, deviniendo político en el sentido de lucha y resistencia. Por ejemplo, en el texto de Marcela: “Un paseo por el río/un día soleado en/la moto con Cristian/una noche estrellada/ y el viento tajeando/nuestros rostros/Más velocidad, adrenalina/recuerdos, risas que/quedaron atrás en/otra vida.” O el de Vilma “Tiempo es la espera…/ de una niña preguntando/ ¿Dónde está mi abuela? / el tiempo le dice: / muy pronto estará tu abuela/contándote un cuento/ sentada a tu mesa”. Los puntos suspensivos del primer verso citado son la marca tangible en el poema de esa espera, la abuela del poema que la nena no sabe dónde está, podría estar muerta (en la tumba de hecho sí está); la reproducción de la escena familiar: pobreza, no hay camas, la literatura se cuenta en el único mueble fijo, la mesa, el lugar más importante porque allí se come. El gesto es político, pero la caricia también. La intimidad también puede referirse a lo puramente erótico como por ejemplo en Betty Pastrana: “Pequeña muerte/el abrazo/rompiéndonos/nos junta”.
La identidad política refiere al activismo basado en una identidad común compartida por un grupo de personas. La poesía ha ejercido desde siempre un papel central para la construcción de una identidad propia y de una comunidad. Tal como dice Lorde en su ensayo “Las herramientas del amo nunca desmantelarán la casa del amo”: “Ellas (Las herramientas del amo) puedan quizás permitirnos derrotarlo temporariamente en su propio juego, pero nunca nos permitirán hacer llegar el cambio genuino. Y esto sólo amenaza a aquellas mujeres que todavía definen la casa del amo como su única fuente de apoyo. La poesía es la manera en la que encontramos para nombrar lo que no tiene nombre para que pueda ser concebido en la mente”. Por ejemplo en los poemas de Silvia Elena Machado “¿Será que mi Ausencia/ es percibida/en objetos personales/meados de tristeza?// ¿Será que mi Ausencia/los detiene/los amarra/en ese cintilar atemporal?// ¿Será que en una verónica redentora/mi Ausencia da/lugar/espacio/cuerpo/ a la presencia?” o en “Ausencia /no los detengas/Ausencia/desdibújame del/garabato familiar/Ausencia/libérame/ de la oración nocturna/la niña me nombra/Ausencia/ que la Amada /ya no me espere./Ausencia/la oración nocturna/jala el corazón/caotiza las neuronas-/Ausencia.”
En su tesis sobre Feuerbach, Marx plantea que la falla fundamental, de todo materialismo precedente, reside en que sólo capta la realidad, lo sensible bajo la forma de objeto o contemplación y no como actividad humana sensorial, como un modo subjetivo. Yo no fui es luchar por hacer realidad la afirmación de que es posible que una mujer, leyendo como mujer, lea literatura escrita por mujeres. Escribir y leer como mujer y aunar ese movimiento en una como presa pero no como tumbera porque no está muerta quien resiste y ofrecer desde el primer momento esta última palabra al otro porque el sentido de una obra no puede hacerse sólo.

Leonor Silvestri

martes, 6 de marzo de 2007

NOTA A MOYA CANNON Y HARRY CLIFTON (poetas irlandenses), por Leonor Silvestri



(http://www.clarin.com/suplementos/cultura/2006/12/02/u-01320044.htm)

De visita en Buenos Aires para participar de las Lecturas de Primavera que organizó La Casa de la Poesía y después de haber pasado previamente por el Festival Internacional de Poesía de Rosario, durante el mes de Octubre, los poetas irlandeses Moya Cannon y Harry Clifton, dos de las voces más interesantes de un país con una de las tradiciones más intensas y comprometidas en poesía y literatura, traídos por la embajada de la República de Irlanda y el Irish Literatura Exchange, dialogaron para Ñ acerca del arte de este género, que en nuestro país parece tener tantos cultores y lectores como detractores.
La modestia y humildad salta inmediatamente a la vista y por completo se entregan al juego de compartir sus ideas compositivas y el estado de la cuestión de la poesía en el mundo a pesar del sofocante calor de la primavera porteña.

¿En una ciudad que, como Buenos Aires, parece tener más gente que escribe poesía que lectores, me gustaría saber por qué comenzaron a escribir y por qué poesía?

M C: Fue un proceso natural: de la lectura pasé a la escritura. La poesía le dio sentido a mi vida durante un período especialmente difícil como docente de escuela media; me permitió resolver tensiones y liberar lo que tenía dentro. Veo este género como una expresión de mi interior. Pero, la decisión de escribir poesía tuvo que ver, además, con el hecho de que la prosa tiene una línea narrativa que no me siento en condiciones de sostener. Muy pocas personas escriben prosa y poesía igual de bien, Borges por ejemplo fue uno. De todas maneras, hay ciertas ideas, sobre todo las abstractas, que sólo pueden ser expresadas en la forma de poesía. Asimismo, hay bandadas de experiencias que pueden ser resueltas en la forma y la dimensión espiritual de un poema.
HC: Mi comienzo fue en los años 70, en la universidad, que en ese momento pasaba en Irlanda por un momento político muy complicado, debido a los conflictos con el Norte de Irlanda y el Reino Unido, pero por un momento poético excelente. Allí comencé a escribir algo que no era sólo una manifestación de lo privado o “escritura hormonal”; pegué entonces el salto y pasé de “la persona que escribe” a “escritor”, y pude relacionarme con algo que estaba por fuera de mí. Provengo de una familia de matemáticos, de hecho yo era muy bueno en matemática. Y por sorprendente que pueda parecer, siento que la poesía y la matemática están relacionadas, dado que ambas disciplinas permiten conectar dos elementos que no parecen estar conectados. Por otra parte, la poesía cuenta con una subjetividad que la prosa no tiene y que posibilita traducir experiencias a un poema con un tipo de mentalidad escrituraria que no está tan relacionada con la psicología del personaje.
MC: El traspaso de la experiencia humana abstracta a una forma y un género es lo que me permite afirmar que la poesía es altamente traducible, a diferencia de lo que suele creerse porque, desde algún punto de vista, es una especie de esperanto de las emociones.

Audre Lorde, la poeta y activista feminista lesbiana negra, sostiene que la poesía es el género literario menos burgués porque un poema que puede ser escritor incluso entre los turnos de trabajo en una fábrica., a diferencia de una novela que requiere gran cantidad de tiempo ocioso.

HC: Tengo problemas con el aspecto político de esa frase y sus implicancias de ver a la poesía como “Yo contra el sistema” que me parece a priori una formulación simplista.
MC: Yo también tengo mis reservas. La prosa parecería necesitar el tiempo ocioso de los burgueses del siglo XIX, pero como eso ya no existe y se escriben novelas con otros tiempos de producción, la novela como género entró en crisis. Esos centros, especialmente en EE.UU., que reproducen las condiciones de producción de una novela como en el siglo XIX están en crisis también porque recrean artificialmente un ambiente que no existe más.
HC: De hecho esas crisis tienen que ver con que en Europa hay demasiados novelistas y los editores no respaldan sus carreras. En cambio, pocos poetas piensan en su labor como una forma de ganarse la vida, mientras que los novelistas creen que hay posibilidades de que eso ocurra por mas sutil que sea la posibilidad.

¿Entonces la poesía es un género que está un poco por fuera del sistema puesto que nadie espera generar capital con ella, ni producir nada en términos de mercado, es decir una situación similar a la goliardesca medieval?

HC: Decir “por afuera” es diferente de “contra” el sistema, que es una noción que implica que uno se define en función de ese sistema, más que tratar de mantenerse al costado. De hecho, creo que podría definirse a un poeta por las decisiones de vida que ha tomado. Y aunque a muchos nos gustaría estar completamente por fuera del sistema, una porción nuestra siempre permanece dentro y está construida por él, incluso dependemos del sistema, del cual nos refugiamos amparándonos en las artes.
MC: La poesía posee de manera inmanente un aspecto crítico que le permite al espíritu humano expresarse y protestar acerca de la opresión. Por eso, la poesía incluso florece bajo regímenes opresivos y dictaduras, por esa capacidad de estar al margen de los sistemas de producción.
HC: En algunas sociedades el aspecto ético o el sistema de valores y la poesía están más relacionados, como por ejemplo en la poesía rusa. En cambio, en la poesía estadounidense, que es muy buena, carece de ese sistema de valores. Puede ser leída y colegir cuán bien escrita está pero no cuenta con un sostén ideológico.

En cuanto a la “cocina del procedimiento”, siempre hay un debate sobre la inspiración en la poesía.

MC: Creo fervientemente en la inspiración. Pero, la inspiración toma tantos caminos como cosas pasaron al lado nuestro. Hay algo en nosotros que dirige el impulso lírico, algo que no puede ser enseñado ni aprendido. Los grandes poetas, como los grandes músicos, son canales de un aspecto divinatorio, algo más que productores y consumidores. El gran arte es siempre inspirado. Leer con pasión y confiar en tus entrañas. Y tener mucho cuidado con lo que dictan las modas.


¿Lo que quiere decir que no todo el mundo puede ser poeta?

MC: Del mismo modo que no todos podemos ser músicos y lo digo desde mi experiencia personal.
HC: Es interesante el tema de la música. Tiendo a creer que los poetas son instrumentos entre dos mundos, lo cual a veces causa grandes problemas en sus vidas personales porque desatienden a las personas que les rodean.
MC: Bueno, esa es la etimología de la palabra “inspiración”, como algo que viene de afuera hacia adentro. Este elemento de divinatorio luego requiere grandes cuotas de disciplina y técnica, como un artesano, aunque la poesía, en mi opinión, es un don.
HC: Odio hacer generalizaciones como ésta, pero hay dos tipos de poetas. Aquellos que se debaten entre Eros (como impulso de vida y no sólo energía sexual) y Thánatos (como cese de la escritura). Estos poetas dependen de la inspiración y liberan una permanente batalla entre ambas fuerzas. En cambio, hay otro tipo de poetas que lo llamaría “civiles”, y Latinoamérica es un buen ejemplo de este tipo de poética, que tratan a la poesía como un medio de expresión del descontento político con un fuerte sentido de la injusticia social. No creo que estos poetas dependan de la inspiración. Estas dos corrientes desembocan en, por un lado una poética de expresión lírica, en algún punto, más universal, y por el otro, una poesía social o civil ligada a un momento particular de una sociedad particular.

En otros países del mundo existen universidades para escritores o de escritura creativa, fenómeno que en nuestro país es inexistente, y que lleva a pensar la poesía de manera profesional como la conciencia de la labor como poeta opuesta al sentido privado de cierto tipo de escritura que expresa unívocamente y unidireccionalmente nuestros sentimientos más profundos. Me refiero a la diferencia entre el ser poeta y el escribir alguna materia que se parece formalmente a la poesía, en relación a otro mito , muy frecuente en Argentina, que sostiene que la universidad, especialmente la especialización en literatura, es nociva para el proceso creativo.

HC: Personalmente, me encanta la noción de “poeta amateur”, como en Dr. Shivago. En Europa, la poesía puede ser tomada como una carrera profesional y/o académica, es decir, como una manera de ganarte la vida, donde cada libro publicado es una línea más en el curriculum y una manera de acceder a más subsidios, becas y ayudas económicas; lo cual me parece peligroso, especialmente si pensamos que la poesía viene a nosotros y no nosotros, a ella. Quiero decir, creo en la poesía como un destino, y no como una carrera.
MC: A priori cualquier acceso a la educación me parece bueno, y sólo se llega a escribir a través de la exposición sistemática a buena lectura.
HC: La enseñanza está subestimada mientras que la escritura estás sobreestimada. Escribir es una actividad prestigiosa, un prestigio del cual los docentes universitarios no gozan. De hecho, en Europa, las universidades se convirtieron en un negocio. De allí que la relación docente alumno devenga una relación clientelar donde los docentes no pueden dar lo mejor de sí, y las universidades se tornen lugares anodinos y poco excitantes. Pero, aunque la teoría puede ser muchas veces diabólica, en mi opinión la escritura creativa está alentada por esos dos o tres maestros que uno encuentra en la universidad que lo hacen a uno pensar, y que son las claves de la inspiración.

De toda esta conversación me parece que corremos el riesgo de ver la poesía como un género de algún modo elitista para iluminados.

HC: Creo que la poesía tiene la capacidad de restituir la realidad y el valor dentro de los objetos y la gente, dado que la poesía es la forma más pura de realidad, la quintaesencia de lenguaje y su aspecto más profundo.
MC: Hay un verso que viene a mi mente de un poeta irlandés, O’Shaghnessy, “We are the music makers, and we are the dreamers of dreams, yet we are the movers and shakers of the world forever, it seems” (Somos los hacedores de música/ y los soñadores de sueños/ incluso somos los que movemos y agitamos el mundo/por siempre, parece). ¡Claro que la poesía puede ser popular! La música contemporánea es nuestra forma actual de poesía popular. Bob Dylan, por citar un sólo ejemplo, es un gran poeta. ¿Acaso conoces a un prosista más famoso que Dylan?

Moya Cannon (1956), nació en el condado de Donegal, estudió Historia y Política en University College, Dublín, y en Cambridge. Fue editora de la revista de poesía más prestigiosa de irlanda y tiene dos libros publicados.
Harry Clifton (1952), nació en Dublín, tiene cinco poemarios publicados, es docente de Escritura Creativa en Trinity College y University College en su ciudad.

Estornino (Moya Cannon, traducción de Jorge Fondebrider)



Algunas cosas no pueden ser atrapadas en palabras,
estorninos sobre un río de octubre, por ejemplo:
el modo en que se elevan desde el borde de un tejado en una nube
dirigida por un coreógrafo oculto;
el modo en que suben, se agrupan y descienden,
tirando de alguna arteria desconocida del corazón humano;
el modo en que la nube se rompe y fusiona
las partes inferiores de las alas recogiendo toda la luz
que quedaba en el cielo del crepúsculo;
el modo en que vuelan hacia el tejado de un depósito,
pájaro a pájaro marrón.


La Costurera (Harry Clifton, traducción de Gerardo Gambolini)

Tengo una costurera, que hace una camisa para mí
Bajo este clima caluroso, en los meses que estamos juntos.

Me mide los hombros con cinta, siento en la espalda
El frío de la regla de madera, y me someto

A un contrato temporario que me ata
A lo nuevo y extraño. Juntos nos perdemos

Entre sombras de azul, la fiesta de melancolía
Que un cultivo de gusanos de seda crea. Mientras sastres chinos

De pie aguardan. Para mí es la materia de los sueños,
Para ella una tarea de amor… en su casa sobre pilotes

Donde las mujeres todavía son esclavas, cose
La prenda sin cuello de pura libertad que encargué para

Cuando me vaya, y ella sólo conserve para sí
Seca tiza de modista, y el molde de un cuerpo.